Tragedia y silencio en Texas

Un momento de silencio.Para escuchar lo que dicen las decenas de muertos, para la compasión hacia losheridos. Para -¿por qué no?- elevar una plegaria por los difuntos. Para dejarsegolpear por el dolor.
Antesque buscar culpables, que puede haberlos, antes que dejarse envolver endisgresiones sobre el capitalismo salvaje de Estados Unidos o la falta deseguridad de sus instalaciones industriales, el golpe seco, brutal de lamuerte.
¿Peroes justa la vida cuando te levantas una mañana dispuesto a luchar por loshijos, por el futuro y por el país en el que crees y pierdes la vida? ¿Es justala vida cuando has perdido de forma incomprensible a la mujer, al hijo, alamigo de la infancia? Silencio. Son preguntas demasiado serias como paraacallarlas. Todos estamos, de algún modo, en Texas. Y corremos y hablamos parano pensar en ello.
Perola fragilidad de la existencia es demasiado evidente. ¿A qué entonces estairrefrenable ansia de lo perdurable? ¿Acaso el primer amor, la primera caricia,el último anhelo de cada una de las víctimas son ya nada? ¿Sólo el nombre enuno de sus memoriales -en la high schooldel pueblo o en el banco del parque- que todo el mundo acaba olvidando? Loscristianos de West, al rezar en estos días de Pascua, recuerdan que el sepulcrovacío es la respuesta velada a esas preguntas. La imaginación infinita quelevantó de los muertos al Primero sigue trabajando para los siguientes.Silencio.