Todo el mundo quiere a Zelaya presidente, menos los hondureños

Mundo · Luciano Sague (Tegucigalpa)
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2 julio 2009
La reacción del establishment político y diplomático internacional ante la deposición del ex presidente José Manuel (Mel) Zelaya Rosales parece irreal desde Honduras. No nos explicamos cómo se trata a Honduras con mayor rudeza que a Cuba, Irán o Corea del Norte. No entendemos por qué la OEA busca expulsarnos de esta sociedad de naciones por defender nuestra democracia y constitucionalidad pero invita a un régimen dictatorial como Cuba a ingresar a la misma. No entendemos cómo la OEA, la ONU y la Unión Europea se quedan impasibles y sin condenar las amenazas de invasión armada que desde Venezuela y Nicaragua, en vivo y a todo color, Hugo Chávez y Daniel Ortega nos lanzan a los hondureños, por el simple hecho de haberles destituido a su "comandante vaquero".

No entendemos por qué la OEA, la ONU o España no condenaron al Gobierno de Mel Zelaya después de que reiteradamente violara la Constitución y sus leyes, y desacatará el mandato de varios jueces de distintas instancias, tanto de la Corte Suprema de Justicia como del Tribunal Supremo Electoral, violentando así el Estado de Derecho, o cuando de manera pública admitió implícitamente que eran ciertas las denuncias que se hicieron en su momento de que él había ganado las elecciones presidenciales mediante fraude electoral. España se rasga las vestiduras indignada por el trato que el presidente tirano y violador de las leyes de Honduras recibe de los operadores de justicia de ésta y castiga al pueblo que ha venido siendo víctima de este dictador en ciernes retirándole su amistad y sus programas de cooperación. Para la mayoría de nosotros los hondureños éste es el mundo al revés.

El discurso de Mel Zelaya ante la ONU diciendo que es un hombre de paz, que no usa armas, que es respetuoso de las opiniones ajenas, nos llena de indignación, pues nosotros vivimos en carne propia las amenazas a muerte de parte de sus seguidores, vivimos la incertidumbre de sus violentas manifestaciones callejeras, las golpizas que les propinan a periodistas y a detractores, y desde anoche comenzamos a vivir el terrorismo con sabor venezolano y cubano expresado en la utilización de granadas de mano, que gracias a Dios no llegaron a explotar, lanzadas contra medios de comunicación y edificios estatales.

Para Mel Zelaya, "libertad de expresión" pasó a significar "hablar bien del presidente", "democracia" pasó a significar "apoyar al presidente", "país de leyes" pasó a significar "para el presidente y sus amigos lo que quieran, para los demás las leyes". Sin embargo su frase favorita es "respetar la voluntad del pueblo", que quiere decir "el poder no lo suelta el presidente". Es por eso que nos llenan de indignación los aplausos en la ONU, pues antes de ser legalmente depuesto obligaba bajo amenazas de represalias, sanciones y despido a todos los funcionarios públicos a colaborar con su proyecto reeleccionista ilegal. Nos llena de indignación, pues quiere una Constituyente para imponer una Constitución que él, con ayuda cubana y venezolana, ya redactó a su medida. Nos llena de indignación porque sus cercanos colaboradores amenazan a todo el que pueden de que cuando Mel regrese al poder se vengarán con saña contra todos aquéllos que consideren los han traicionado. Nos llena de indignación que el mundo aplauda a un presidente entre cuyas propuestas regionales está la legalización del narcotráfico y en su política nacional, el hacerle la vista gorda a todo el tráfico de armas, drogas y narco dólares que aterrizan en nuestro país a diario en avionetas con bandera venezolana. Nos llena de indignación que diga que su único delito es gobernar para los pobres cuando de la noche a la mañana él aparece como coleccionista de caballos pura sangre, dueño de motocicletas de lujo, mansiones y haciendas, y sus parientes y protegidos han sido involucrados en casos de corrupción nacional e internacional, algunos de los cuales se están ventilando no sólo en tribunales de Honduras, sino también de Estados Unidos de América.

Atónitos vimos que ante las declaraciones salidas de la boca de Mel Zelaya en la ONU, en que expresaba con todo descaro que ningún juecesito iba impedir que él continuara con sus planes ilegales de convocar a su Constituyente, los representantes del mundo lo aplaudían. El mundo aplaudiendo al confeso de irrespetar la ley y condenando sin derecho a defensa a los que luchamos por mantener el respeto de nuestra democracia y constitucionalidad. El mundo nos critica por tener un sistema judicial débil, pero cuando casi todos los órganos del Estado hondureño, a ser Corte Suprema de Justicia, Tribunal Supremo Electoral, Defensoría del Pueblo, Fiscalía General de la República, Congreso Nacional, Policía Nacional, Fuerzas Armadas y la Contraloría General de la República, se ponen en funcionamiento para detener las arbitrariedades del ciudadano presidente de la República, en lugar de aplaudirnos nos condenan. En lugar de decir que somos un ejemplo de democracia en donde nadie, ni aun el presidente, está por encima de la ley, nos llaman golpistas y cavernícolas. Parece ser que en la comunidad internacional en nombre de la democracia prefieren a los déspotas que a los demócratas. Para nosotros, pobres catrachos, éste es el mundo al revés.

Con Mel Zelaya cometimos un gran error, y ése fue que luego de su legal arresto por evitar confrontaciones entre hondureños lo dejamos libre en Costa Rica. Pero ése es un error que no cometeremos dos veces si se decide a volver a Honduras: será nuevamente arrestado, juzgado y condenado. Nuestra Constitución manda que intentar derogarla o querer quedarse en el poder más allá de lo que ésta manda es delito de Alta Traición a la Patria, y en Honduras ese delito no prescribe.

A los hondureños nuestra democracia nos cuesta día a día, no es un sistema que damos por sentado como en Europa o en Estados Unidos. Todos los días tenemos que defenderla de nosotros mismos y desde hace algunos años también de megalómanos de boina roja y acento caribeño, y nos negamos a renunciar a ella, con todas sus imperfecciones, aunque por ello la hipócrita política diplomática de los países poderosos nos castigue.

La extorsión mediante la que la OEA quiere imponernos a los hondureños un presidente que actúa como un Rey Déspota, en donde no hay más ley que su ley y no hay más razón que su sinrazón, nos une más internamente para impedir que de manera arbitraria retome el poder. Sus discursos en el extranjero, que expresan sin remordimiento alguno su intención de seguir quebrantando la Constitución y las leyes que juró defender, cumplir y hacer cumplir en caso de que retorne al poder, ha causado que en Honduras nos hagamos un solo nudo para defender nuestra democracia. Preferimos mil veces estar aislados del resto del mundo seis meses mientras toma posesión el nuevo Gobierno que será electo en elecciones libres y democráticas en noviembre de este año según lo manda nuestra Constitución, a vivir durante diez, veinte o cincuenta años bajo el régimen del miedo, de la arbitrariedad y del despotismo de un hombre que cree estar por encima de la ley, tal y como sucede en Cuba y Venezuela. Preferimos soportar el aislamiento del mundo a vivir bajo "dictaduras democráticas" importadas de fuera. A fin de cuentas no serán ni Inzulsa, ni Zapatero, ni Moratinos, ni Obama, ni Hillary, ni Kouchner los que sufrirán en carne propia la opresión de los rojinegros; seremos nosotros los hondureños si acaso hoy no defendemos esta democracia nacida en 1980 bajo los colores de nuestra bandera azul y blanco de las cinco estrellas.

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