Entrevista a María Tarruella

´Todo artista anhela hablar del alma, de lo que lleva dentro, para bien o para mal´

España · Enrique Chuvieco
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7 julio 2014
Comisaria de la muestra Arte y Fe en la JMJ 2011, la pintora ha movido aquella exposición de arte contemporáneo por España y Portugal, porque “veía claro que su tiempo” se lo “pagaba Dios”. Alude a que muchos artistas actuales “hablan de Dios sin saberlo”, ya que abren sus almas en sus obras, pero no le nombran para que no les etiqueten de “categóricos y talibanes”.

Comisaria de la muestra Arte y Fe en la JMJ 2011, la pintora ha movido aquella exposición de arte contemporáneo por España y Portugal, porque “veía claro que su tiempo” se lo “pagaba Dios”. Alude a que muchos artistas actuales “hablan de Dios sin saberlo”, ya que abren sus almas en sus obras, pero no le nombran para que no les etiqueten de “categóricos y talibanes”. Anhela que la Iglesia católica deje de “estar cerrada” a las nuevas corrientes artísticas y que se implique en su enseñanza, como lo hizo en “la época del Románico, pues estoy segura de que muchas personas no reconocerían las figuras cuando miraban los capiteles”. Aunque exige más al espectador que el figurativo, Tarruella apunta a que “Dios nos habla a través de él si estamos abiertos” y testimonia el encuentro que tuvo con la Virgen contemplando una escultura de Anish Koopur.

Fue responsable de la muestra abstracta Arte y Fe en la Jornada Mundial de la Juventud en 2011, ¿qué significó para usted aquella exposición?

Yo no la llamaría exposición de arte abstracto, sino de arte contemporáneo, porque había cosas abstractas y otras que no lo eran. Para mí fue muy emocionante ver que “hay más peces en el agua”, más artistas que los que pensaba que dedican toda su vida al arte desde un camino cristiano. Pude reunir a artistas del mundo y no solamente católicos. Fue una reunión ecuménica y resultó precioso ver cómo en el arte todos hablábamos el mismo idioma. No había conflictos teologales. Fue una experiencia única, irrepetible y, sobre todo, bajo el amparo, el paraguas, de la Iglesia católica. Normalmente las otras iglesias cristianas nos miran como el malo de la película y esa vez éramos nosotros los que les dimos un campo en el que todos convivíamos y exponíamos juntos.

¿Ha tenido oportunidad de llevarla a distintos países y facilidades para hacerlo? ¿Cómo ha sido la acogida por el público?

Fuera de España, solo ha estado en Lisboa. A pesar de ser una exposición religiosa de arte contemporáneo, mi enfoque era que no fuera de iglesia en iglesia, sino a un espacio laico, para que gente de la calle que entrara, quizás equivocado, tuviera un encuentro con el Señor. Hemos tenido mucha suerte porque ha sido acogida en centros culturales, ayuntamientos, espacios completamente laicos. De hecho, en Cáceres estuvo en un centro de exposiciones espectacular del ayuntamiento. Me acuerdo de que entró un hombre lleno de rastas y “piercing” y cuando vio la palabra fe, salió. Le paró un voluntario y le preguntó por qué se iba, y le respondió que no le interesaba nada que tuviera que ver con la fe. El voluntario le dijo: “Espera que te voy a enseñar las obras de arte”. Le hizo el recorrido y cuando se marchó el visitante le dijo: “Salgo mejor de lo que entré”. En aquel momento, pensé: ha merecido la pena por gente así, que quizás están totalmente cerrados a que se les hable de Dios.

Ha empeñado su tiempo y dinero. ¿Por qué lo ha hecho?

Claramente veía y creía en el proyecto: mi tiempo me lo pagaba Dios, pero también necesitas moverlo logísticamente y los ayuntamientos te pagan justo para el transporte y montaje de las obras. A mí me estaba suponiendo un coste personal y económico grande. Tengo cuatro hijos, dos de ellos enfermos de corazón, llevo una fundación de niños enfermos de corazón, soy pintora y se me hacía muy difícil. Como Dios es grande y cree en el proyecto, ha buscado la forma en la que puedo seguir dándolo a conocer sin moverme de casa: ahora escribo para la revista Buena Nueva un artículo monográfico sobre cada uno de los artistas que participaron en Arte y Fe. Es una forma de seguir hablando de la presencia del arte contemporáneo en la fe cristiana.

Estas obras expresan el anhelo del ser humano por conocer la presencia del Creador en sus vidas y en el mundo. ¿No cree que las posturas de sus autores son minoritarias con respecto al arte contemporáneo actual?

Sin duda. Todo artista -da igual su fondo y su trayectoria- anhela hablar del alma, de lo que lleva dentro, para bien o para mal. Estoy convencida de que muchos de ellos están hablando de Dios vivo dentro de sus personas, pero no lo saben o no lo quieren admitir: es seguro que Dios sale a través de su obra aunque no quieran.

El grupo de artistas de Arte y Fe lo hace conscientemente “saliendo del armario”, expresando sin miedo públicamente: “Lo que yo estoy pintando es una forma de comunicarme con Dios y de acercaros a vosotros a Dios, a través del arte”.

¿Por qué dice rotundamente que están hablando de Dios, porque hablen de su alma?

Porque Dios vive dentro de ti. Y todo lo que sea hablar desde tu interior, quiere decir que estás dejando que Dios hable a través de ti. La pintura y cualquier expresión creativa –incluso la cocina- es una forma en la que dejas la chaqueta del cuerpo a un lado y te dejas llevar por lo que estás sintiendo en tu interior: estoy segura de que es ahí cuando Dios actúa, a pesar de los bloqueos que pone tu cuerpo.

También, no todo es bueno dentro de nosotros, también hay algunas cosas que no interesa sacarlas o que estás intentando controlar. Hay que tener cuidado con lo que sale, por eso muchos artistas, en vez de buscar construir, buscan destruir, a través de su obra. Me interesan los artistas que no quieren destruir sino construir al ser humano y a su entorno con su obra.

Aparte de los que exponían, ¿qué autores o corrientes de arte actual enfocan sus obras desde una óptica católica-cristiana?

Claro que hay más, que quizás no tengo señalado, y estoy segura de que hay muchos que no lo manifiestan públicamente porque quieren llegar a un público más amplio. No quieren que se les ponga la etiqueta. Hay un grave problema con el tema de artistas cristianos, aunque mis propios artistas se enfadaban con ese término porque decían: “Es como decir artistas humanos: yo soy cristiano intrínsecamente y soy artista”.

El problema es que en la Iglesia no hay lugar para los artistas contemporáneos, porque no están abiertos al lenguaje actual del arte y, como consecuencia, el lenguaje del arte no está abierto al cristianismo. En uno caemos por la forma y en otro caemos por el fondo. Estamos en un mundo entre dos aguas en el que nadie nos acepta. Los artistas actuales pintan de una forma clásica cuando están pintando para un cliente de la Iglesia y el artista contemporáneo que lleva un bagaje espiritual en su vida, cuando expone en ARCO, no dice que su obra está hablando de Dios. Cuando le preguntan qué te lleva a hacer esto, dice cosas como: mi interior, la meditación, las fuerzas, las energías. En el fondo está hablando de Dios, pero es casi tabú decir la palabra, pues quizás al decirla te ponen una etiqueta roja de “no interesas”. Estoy segura de que muchos están hablando de Dios, pero no te eligen si usas la palabra Dios, porque eres categórico y talibán. Es una experiencia que he vivido en España y Europa, pero no en Estados Unidos.

He estado viviendo en Estados Unidos y he estado exponiendo allí y Dios es una parte de las personas: no agrede hablar de Dios. De hecho, Obama, en su discurso presidencial, lo primero que hizo fue parar a todo el país para rezar un Padrenuestro. Estamos hablando de un país en el que hay judíos con mucho poder y dijo: “Quiero que Dios me bendiga a mí y a mi labor en este país, y os pido a todos que recéis un Padrenuestro conmigo”. Es verdad que no sabes cuándo dicen esto por compromiso. En cambio, cuando nosotros hablamos de Dios es porque alguien está comprometido con la fe.

Dada su condición de católica y de pintora, ¿opina que la Iglesia valora suficientemente el arte abstracto o todavía prefiere el arte realista del Renacimiento y Barroco?

Sin duda. La Iglesia nos sigue hablando del regreso del hijo pródigo de Rembrandt como el gran cuadro de la historia del arte que te puede explicar la fe (¡me encanta este cuadro!), pero ¿para quién y en qué época lo pinto? Actualmente nos comunicamos por “güasap” y no escribimos con pluma, el Papa “tuitea”, pero seguimos entrando en una iglesia y vemos cuadros tipo Murillo cuando esa no es la imagen con la que convivimos a nuestro alrededor. Se dice que la gente no entiende el arte contemporáneo, pero ocurre también cuando manejas por primera vez un “smartphone” y empiezas a aprender a usarlo. Esto es igual. Si te explican arte abstracto actual, sacarás mucha más riqueza que de la imagen de una virgen de Murillo.

Así, es raro ver arte abstracto en los templos representando a Jesucristo, la Virgen o los santos, ¿cree que esto llegará algún día o nos tendremos que conformar con verlo siempre fuera?

He tenido esta conversación con una de mis artistas, que trabaja con instalaciones y que es del Camino Neocatecumenal y prefiere ver iconos en las iglesias en la versión moderna de Kiko Argüello. Su argumento es que ayuda a la gente a leer la liturgia. Yo le digo: enséñale a leerla de otra forma, pues no tiene por qué seguir estancada en las imágenes que reconoce; al revés, si en vez de entenderla, la experimenta, yo creo que salen de la Iglesia con una vivencia mucho más profunda.

En la exposición de la JMJ, uno de los artistas era un sacerdote jesuita que utiliza el arte contemporáneo para sus sermones. Escenifica situaciones para que la gente participe y, así, salen de la iglesia habiendo participado en una instalación. Pidió a parte de sus parroquianos que trajeran botellas el Día de Todos los Santos y las llenaran con recuerdos de personas que habían fallecido en sus familias ese año. La gente iba al templo con las botellas y las ponían en el altar haciendo una cruz enorme y celebraban la Misa, por lo que en el momento de orar dejaban a todas esas personas, representadas en botellas, en manos de Dios. Este sacerdote utilizó una obra de arte para que participara la gente y la crearan ellos mismos. Al final quedó una instalación preciosa y seguro que no se olvidarán nunca de ese sermón las personas que asistieron.

¿Tal vez sea la ausencia de arte moderno en las iglesias que no cumplen la función catequética que tienen las esculturas y pinturas realistas?

En la época del Románico, estoy segura de que muchas personas no reconocerían las figuras cuando miraban los capiteles y les tendrían que explicar al principio qué eran aquellos monstruos enredados alrededor de las columnas. Igual ahora. De todas formas, vivimos en un mundo en el que no queremos que se nos explique todo. Ansiamos tener personalmente una experiencia, vivirla, porque una persona puede identificar un trazo azul con la Virgen y otro con un viento del Espíritu Santo que la envuelve. Es dejar la puerta abierta a ver lo que el Señor te quiere comunicar a ti; es contemplación: elevar el arte contemporáneo a la adoración, al silencio y a descubrir qué mensaje hay para ti, en vez de qué es lo que veo obviamente.

¿No cree que es una paradoja que el arte abstracto, que, de entrada, es espiritual, no consiga llegar al espectador, como lo hace el figurativo, que retrata lo religioso, lo espiritual por excelencia?

El arte contemporáneo exige de ti una participación; en cambio, el figurativo es tener una experiencia visual más o menos intensa: verlo o no bonito. El otro me pide esfuerzo, que lo entienda o que tome una posición, aunque sea para denigrarlo. En cambio el arte realista pasa de largo, puede ser una apreciación técnica sobre qué bien se ha abordado, pero es lo que es. En cambio, el arte contemporáneo va creciendo: lo ves diferente cada vez, cada día puede tener un mensaje distinto para cada persona que lo contempla. Luego puede amalgamar muchas sensaciones que el arte realista no puede. Ayer estaba con un cuadro, en el que me han encargado pintar las llagas de Jesucristo. Yo quería pintar la llaga del cuerpo, el agua del costado, el dolor y el sufrimiento en una llaga, pero también del inmenso amor que significaba esa llaga; y como, de alguna forma, te quieres meter en ella para que te cobije. Pero a la vez que te está cobijando esa llaga, ese dolor y esa sangre te está envolviendo una ráfaga de agua que está saliendo del costado de Cristo. ¿Cómo pinto todo esto con un arte realista? Solo lo puedo hacer con un arte abstracto y usando diferentes materiales que simbolicen todo lo que estoy buscando plasmar. ¿Cómo pintas el soplo del Espíritu Santo?, ¿cómo el amor de Dios sobre toda tu vida que te envuelve también a través de un sufrimiento? Dios es tan grande que no lo puedo concretar en una imagen, como mucho en una ráfaga de una sensación de un cuadro abstracto. Estoy en el 0,0001 por ciento de lo que puedo capturar de mi expresión de Dios. Ahora me estoy oyendo hablar y me siento un poco musulmana o judía porque ellos no pueden decir la palabra Dios, ya que es tan grande que no se puede capturar en una palabra. No estoy llegando a ese punto, pero lo entiendo: engloba tal grandeza y tantos sentimientos que solamente lo puedes hacer con algo intangible. Esa conversación que yo he tenido con Dios a través de mi pintura, puede que tú lo captes o no, o que te sugiera mi pintura otros mensajes. En cambio, si lo que he pintado es algo muy concreto, tú vas a recibir lo mismo que yo he visto; ¡se me queda tan pequeño todo lo que puedo llegar a decir de Dios!

Por lo que deduzco de sus palabras, se recoge para pintar.

Estoy en silencio, rezo, me entrego al Señor; pinto y hablo con Él. Hay veces que me viene a la cabeza una canción. Por ejemplo, últimamente, una que habla de cómo ese corazón late y palpita en el sagrario. Son imágenes y jaculatorias de cómo es el corazón de Dios: que sufre, ama, enfermo… Me van viniendo cada imagen y voy pintando esa imagen que me está recordando esa persona, y rezo por ella, según pinto. La vez que estaba cantando esta canción me salió un Sagrado Corazón enorme, y quizá otra persona no lo vea. No se trata de que lo vea o no, se trata que, cuando lo ven, consideren que ese cuadro le está diciendo algo. Haces el esfuerzo de dejarte llevar y tocar por el Señor: eso es lo que te pide el arte abstracto, que hagas el esfuerzo.

¿Hay que abordar el arte actual con algunas premisas técnicas y emocionales?

Para pintar, sí; para ver, solo es necesaria una apertura de corazón. Nada más. Quitarte todas las tramas que tienes adheridas dentro de nuestra cuadrícula interior: dónde pongo esto y con qué etiqueta. No le pongas ninguna etiqueta, simplemente déjate hablar. Igual cuando estás en adoración; no es demandar del Señor algo sobre un tema o un punto determinado que te estaba preocupando y Él te habla de algo que no habías previsto, pero le escuchas porque tienes el corazón abierto. Puede haber mucha gente que vaya a la adoración y diga que no oye nada, pero quizá le pasa que no ha abierto su corazón. La preparación que necesitamos es quitarnos la gabardina del cuerpo y abrir el alma. En este sentido, los niños son los mejores.

He pintado algunos cuadros con pintura fosforescente, que se convierten en tridimensionales a oscuras. Nunca sé lo que va a salir al final, porque he puesto cera de abeja, polvo de mármol…; he quitado y he repintado (mi hija dice que son “rayotes”). Los niños ven la cara de Jesucristo, la Virgen abrazando a un niño, una paloma volando sobre el mundo… Son mucho más libres que nosotros.

En otro orden, ¿a qué corrientes y/o autores actuales sigue y por qué?

Uno de mis ídolos es Anish Koopur, escultor indio, que es uno de los artistas más importantes en la actualidad (un nivel Picasso); también, Bill Viola, que ha expuesto en la academia de San Fernando una obra de Zurbarán al lado de una videoinstalación suya. Viola es budista, pero la espiritualidad de su obra es alucinante. Te mete en una etapa de contemplación y con una lentitud a la que no está acostumbrado el hombre de hoy, que recibimos rápidamente multitud de sensaciones. Para ver una obra de Viola, necesitas al menos cinco minutos en silencio, porque su obra va evolucionando a cámara lenta. ¿Quién se para tanto tiempo en silencio a ver una obra para poder llegar a entenderla? Viola fuerza a la gente a entrar en los sentimientos y en el interior de cada persona.

Con Anish Koopur, tuve una experiencia muy bonita en una de sus exposiciones en el Reina Sofía, con una forma hemisférica azul intenso de un diámetro de cerca de dos metros, situada en una sala blanca. ¡Me acerqué como loca, me atrajo como un imán!, se me fueron las manos y cayó un polvo azul, porque era una estructura recubierta de este material. Sentí que me abrazaba. Se me saltaron las lágrimas. Vi que la obra se llamaba Madona. ¡Tuve una experiencia de la Virgen en el Reina Sofía ante una escultura, que me hablaba a través de ella, de un indio de origen judío!

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