Entrevista a Joan Chamorro

Tocar de oído te mete en el corazón de la música

Cultura · Enrique Chuvieco
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18 septiembre 2013
Es la conclusión de su persistente y dilatada experiencia de Joan Chamorro, que dirige a chicos de entre 6 y 19 años en la Sant Andreu Jazz Band. En su cadena de actuaciones por toda España, han contado con la presencia de primeras figuras norteamericanos del jazz, quienes han calificado su metodología como “única en el mundo”. Así lo expresan en el documental Kids and the music, realizado por Ramón Tort en el, que recoge ensayos y conciertos del grupo y que ha obtenido varios premios en distintos festivales, entre ellos, el de Cine Educativo y Espiritual de Ciudad Rodrigo.

Es la conclusión de su persistente y dilatada experiencia de Joan Chamorro, que dirige a chicos de entre 6 y 19 años en la Sant Andreu Jazz Band. En su cadena de actuaciones por toda España, han contado con la presencia de primeras figuras norteamericanos del jazz, quienes han calificado su metodología como “única en el mundo”. Así lo expresan en el documental Kids and the music, realizado por Ramón Tort en el, que recoge ensayos y conciertos del grupo y que ha obtenido varios premios en distintos festivales, entre ellos, el de Cine Educativo y Espiritual de Ciudad Rodrigo.

Chamorro agradece alabanzas y aplausos, pero apuesta primeramente por disfrutar “con lo que se hace en el presente”, cimentado en “el rigor, exigencia, ilusión y constancia en el trabajo”. Sin aludir el estilo de Steve Jobs de que todo sirve al destino si aprovechas los pasos intermedios, Joan nos sorprende con su inteligencia de la realidad cuando destaca que “lo importante” de cualquier actividad es “el camino y no la meta”, ya que ésta requiere “demasiado esfuerzo para tan efímero momento”

La San Andreu Jazz Band nació de una Escuela Municipal de Música, ¿cómo distéis el paso de un estatus a otro y por qué lo hicistéis?

Fue finales del 2006 y año tras año fue creciendo en número de integrantes y en demanda de conciertos y actividades varias (grabación de cedés y deuvedés, película, etc.), de tal manera que traspasó lo que, en principio, se espera de una agrupación escolar, y se llego al acuerdo, en el 2011, de salir del centro.

¿Habías tenido anteriormente experiencias docentes relacionadas con la música u otras áreas?

Hace 33 años que me dedico a la música y casi 30 a enseñar. Siempre me gustó compartir lo que iba aprendiendo, tanto en referencia al instrumento como a la música, y lo hago extensivo también a cómo afronto mi vida, buscando siempre la máxima sinceridad y honestidad.

Cuando vi la película “Kids and music” en el festival de cine de Ciudad Rodrigo, me sorprendió tu pasión por la música, ¿de dónde te viene? ¿cuáles fueron tus primeros pasos y quiénes son tus referentes?

Mis primeros pasos fueron como los de la mayoría de adolescentes: dar cuatro acordes en la guitarra, cantar canciones del momento y un poco de flauta de pico. A los 18 años, compro un saxo tenor y comienzo a estudiar en el Taller de Musics de Barcelona. Allí conozco el jazz y, poco a poco, me va atrapando; pasa a ser mi trabajo, mi pasión, mi vida.

¿Os resultó difícil grabar el documental con los chicos? Se os veía a todos muy naturales.

Grabamos sin guión previo. Como una cámara oculta que observa y, a partir de ahí, que el espectador saque sus conclusiones. Todo es muy natural porque es el día a día: las clases son así, los ensayos, los conciertos, etc.

En el documental de Ramón Tort, observamos tu dedicación a los muchachos. Por ejemplo, le dices a una chica que sólo puedes interpretar lo que has experimentado (en referencia a Billie Holiday), aunque no había que ´quemar´ la vida como había hecho ella. ¿A dónde está la frontera entre una y otra actuación?

En esa escena, hay un poco de contradicción. Son mías esas palabras, pero también asoma la posibilidad de poder sentir y expresar profundamente sucesos que no hemos vivido, pero que hemos intuido, como si fueran sueños que les damos forma a través de música y canciones. Digo que no es necesario haber vivido tan duramente como Parker, Billie y muchos de los otros que, en aquella época, llevaban una vida caótica (drogas, alcohol…) por racismo o por otras causas. Podemos ser actores y entrar en el papel para sentir aquello que nunca vivimos y ser creíbles. Se trata de emocionarnos y de emocionar, de soñar, de jugar a…; de expresar sentimientos.

Mi opción es la alegría y el positivismo, la esperanza, la luz, pero sin perder de vista que la realidad a veces es demasiado dura.

En la enseñanza con los niños, aprendes que cada uno es y siente diferente. Todos tienen un potencial creativo, pero necesitan que se les escuche. Los niños pueden ser tremendamente creativos. Es cuestión de estar atentos.

En otros momentos alientas o abroncas a los muchachos, pero luego los recoges. En la escena posterior a la ´charla´, te dejas hacer un truco de cartas por un chico. ¿Es una táctica? ¿Por qué te implicas de esa manera? ¿Cuál es tu motivación?

No hay ninguna táctica ni premeditación buscando algo en particular. He aprendido, y sigo aprendiendo, que la exigencia y el rigor no tienen que ir separados del cariño y de entender que en las cabezas de los alumnos hay mil historias, sueños y dudas, aparte de la música, y no podemos pretender tratar a todos por igual, porque están buscando su camino, ni que la música, sea de pronto, para ellos lo que es para uno. Si tiene que llegar, llegará, por supuesto, pero la paciencia es básica en la enseñanza. Podría contar mil historias parecidas y otras mucho más crudas que acaban en un abrazo y que, a larga, valieron la pena, puesto que al final, sin pretenderlo, sus protagonistas están tanto o mas apasionados que yo por el jazz, por la música.

En cuanto a mi motivación, me importan las personas e intento que las que pasan cerca de mí, salgan beneficiadas de alguna manera. Como profesor,  es tan grande la felicidad de ver a los alumnos totalmente entregados a la música, no por superar unos exámenes y, así, acabar la carrera, sino por el presente;  porque ahora es cuando podemos disfrutar de lo que hacemos. Ese es el mejor modo de afrontar la música y, también, la vida.

Te emocionaste cuando los músicos americanos alabaron vuestro trabajo, calificándolo de único en el mundo, ¿tuviste referentes en otros centros musicales para abordar la enseñanza del jazz?

Me emocioné mucho. Desde los orígenes de la Sant Andreu Jazz Band, me llegan cientos de mensajes de todo el mundo, anónimos y de intérpretes conocidos, alabando y felicitándome por mi trabajo. Me hace muy feliz más allá del ego y de mi propio trabajo; es reconocer un sentido en lo que haces, que el camino es correcto, aunque no sea el único. Basta ver el resultado con los niños, pero nunca está de más que te lo digan. Además, la metodología aplicada viene dada por experiencias propias, musicales y personales, no por planteamientos establecidos o de centros en los que haya podido recogerlos.

El valor del presente en el estudio, el sentir que haces algo que ya, por sí mismo, te aporta felicidad. El trabajar a través de la propia música, utilizando los mejores modelos: memoria, repetición. intuición, oído, crear una buena relación con tu instrumento; creer en la capacidad de los alumnos, en no ponerles limites ni utilizar el mismo libro para todos, Y hacer todo esto desde el primer momento, desde que empiezan con 6 o 7 años.

Hablas de la facilidad de los niños para aprender si les motivas, ¿qué criterios tuviste para formar la San Andreu Jazz Band?, ¿algunos sabían tocar ya?

Los niños de la Sant Andreu Jazz Band son normales que, en un momento dado, experimentaron que la música les aportaba felicidad y algo que les hacia sentirse bien, que podían opinar, ser, sentir, expresar… A partir de ahí, lo demás ocurrió, porque siempre viene solo.

No es uno, ni dos. Son prácticamente todos los que han pasado y pasan por la banda, los que sienten de esta manera. La música, en concreto el jazz, se apoderó de ellos, tal y como se apoderó de mi; de forma gradual

Dime tres aspectos que introducirías en la enseñanza musical en España que actualmente no estén contemplados.

Lo más importante sería tratar el estudio de la música como un lenguaje más, no empezar primeramente por su codificación. Darle mucha más importancia, sobre todo en los inicios, a la capacidad de tocar de oído y de memoria,  de cantar con tu instrumento melodías que oyes y quieres que también hacerlas sonar, sin la necesidad de ponerles nombres, ni figuras que las representen. Es más importante el sonido que la escritura y la lectura, que llegará poco a poco, porque lleva a la creatividad.

Por otro lado, aprender un instrumento, a partir de la imitación, es súper importante, porque al tocar así tocas de oído, memorizas, trabajas la técnica, el vibrato, la articulación y, lo más importante: entras de lleno en la música, entras en el corazón de ella y todo tiene sentido.

Y llegamos al final del proceso, ¿cierto?

Así es, porque lo importante no es la meta, es el camino. Pero esto no lo persiguen en muchas instituciones.

Cuantas personas terminan la carrera de música y no saben qué hacer después con todo ese tiempo dedicado a cursar la carrera, con todos sus conocimientos. La energía y la ilusión estaba puesta en la meta: demasiado esfuerzo para tan efímero momento. Disfrutar día a día de lo que haces, es lo más importante. Ese es uno de los secretos de todos los integrantes de la Sant Andreu Jazz Band.

La última: ¿cómo llevan el éxito los chicos y el resto del equipo?

Cada persona es diferente, pero yo intento trasladar a todos mis sensaciones y pensamientos al respecto. Si tu abordas tus actividades por ellas mismas, sin pretender buscar el éxito  ni el aplauso, y este viene, bienvenido sea, pero no es lo más importante. No puedes permitir que tu centro vital se traslade fuera y depender de la opinión favorable o contraria de los demás sobre tu trabajo. El mayor triunfo es sentirte lleno y feliz con lo que haces cada día. Si trabajas con rigor y exigencia, con ilusión y constancia, los avances no cesarán y lo que tenga que venir, vendrá. Y, lo más importante, uno es o no feliz en el momento presente.

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