Timbuktu

Cultura · Juan Orellana
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3 febrero 2015
Afortunadamente se asoma a nuestras pantallas esta perla que llegó a las orillas del pasado Festival de Cannes. Allí causó tanta impresión que hasta en Hollywood la han nominado como Mejor Película de habla no inglesa. Pero también está a la espera de los Premios Cesar, de la Academia francesa, para los que acumula ocho nominaciones. Timbuktu está dirigida por Abderrahman Sissako, un cineasta de cincuenta y tres años, uno de los pocos directores africanos de proyección internacional.

Afortunadamente se asoma a nuestras pantallas esta perla que llegó a las orillas del pasado Festival de Cannes. Allí causó tanta impresión que hasta en Hollywood la han nominado como Mejor Película de habla no inglesa. Pero también está a la espera de los Premios Cesar, de la Academia francesa, para los que acumula ocho nominaciones. Timbuktu está dirigida por Abderrahman Sissako, un cineasta de cincuenta y tres años, uno de los pocos directores africanos de proyección internacional.

Nacido en Mauritania pero crecido en Mali, concibió primero el film como un documental, pero en seguida se dio cuenta de que si entrevistaba a musulmanes víctimas del yihaidismo, podrían sufrir terribles represalias de los islamistas radicales. Así que optó por una película de ficción, eso sí, inspirada en un caso real. Quiso rodar en Mali, pero la situación se tornó extremadamente peligrosa y finalmente rodó casi todo en Mauritania.

La película se centra en Kidane y Satima, una entrañable pareja que vive en una tienda de campaña con su hija mientras cuidan de sus vacas. Su vida se ve perturbada por tristes acontecimientos mientras paramilitares yihaidistas toman el control del pueblo. El líder local de la yihad se enfrentará al imán de la mezquita: un musulmán piadoso de enorme autoridad en el pueblo que está convencido de que el yihaidismo contraviene gravemente al Corán. “Es desastroso que un grupo de gente pueda dar la vuelta y transformar la sociedad islámica de Mali, que durante siglos ha sido abierta y amistosa, en algo tan intolerante´, afirmo Sissako en su rueda de prensa en Cannes.

Esta coproducción entre Francia y Mauritania es una película sencilla, de poca envergadura de producción, pero enormemente elocuente en la simplicidad de su mensaje: los musulmanes son las primeras víctimas de la yihad. Un buen musulmán no puede ser yihaidista. Pero tampoco se trata de una película maniquea. Sissako declaró a la BBC: ´Yo no quise presentar a los yihadistas como monstruos: algunos pueden ser brutos o hipócritas o pueden actuar por egoísmo, pero son seres humanos´.

Se trata de una película muy necesaria cuyo valor es mucho mayor que su calidad cinematográfica. Está dirigida al mundo occidental, pero especialmente a los millones de musulmanes moderados que pueden terminar bajo el triste yugo del islamismo radical.

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