Editorial

Tierra Santa, tierra hostil para cristianos

Editorial · Fernando de Haro, Jerusalén
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1 julio 2018
Se pone el sol en Jerusalén con un cielo incendiado. Se pone el sol y se levanta esa brisa fresca que acompaña siempre las noches de verano de la ciudad llorada por Jesús. Al fresco, en la parte árabe, los hombres toman el té delante de grandes pantallas instaladas para el mundial.

Se pone el sol en Jerusalén con un cielo incendiado. Se pone el sol y se levanta esa brisa fresca que acompaña siempre las noches de verano de la ciudad llorada por Jesús. Al fresco, en la parte árabe, los hombres toman el té delante de grandes pantallas instaladas para el mundial.

Esta Jerusalén, como toda Tierra Santa, se ha convertido en una tierra hostil para cristianos. El muro de separación de Cisjordana, una discriminación de baja intensidad por un Gobierno cada vez más confesional como el de Netanyahu, la falta de oportunidades económicas, la presión de los ultraortodoxos judíos, pero también la mutación genética que se ha producido en el sentimiento nacional de los palestinos amenazan con dejar al país de Jesús sin cristianos.

Lo que ha sucedido en los últimos años en el triángulo formado por Belén, Beit Sahour (donde el ángel anunció a los pastores que un niño se les había dado) y Beit Jala es muy significativo. Este es el triangulo en el que más cristianos viven de toda Cisjordania. Desde 2007 el número de vecinos bautizados ha disminuido considerablemente. En Beit Jala, por ejemplo, ha pasado de representar el 70 por ciento a quedarse en el 60 por ciento. Muchas familias han perdido sus campos por las expropiaciones que se han hecho para construir el muro. En Belén ya solo son el 12 por ciento. Un estudio reciente de la Universidad Dar al-Kalima apunta que el 28 por ciento de los cristianos de esta zona quieren marcharse cuanto antes.

A comienzos del siglo XX, en el momento en el que se derrumbó el Imperio Otomano, los cristianos en Tierra Santa representaban en torno al 11 por ciento de la población. En este momento no llegan al 2 por ciento. El descenso más significativo se produjo entre 1948-1949, en el momento en el que se creó el Estado de Israel. Fue entonces cuando descendió del 8 al 2,3 por ciento. La construcción del Muro a partir de 2002 ha acelerado las salidas al extranjero. Las condiciones laborales se han complicado y el acceso a las celebraciones en Jerusalén es cada vez más difícil. No solo se producen salidas desde Cisjordania, en los últimos años se han marchado de Gaza el 40 por ciento de los pocos cristianos que había en la franja.

La vida no es fácil para los cristianos en los territorios ocupados ni en Israel. La polémica fiscal de las autoridades de Jerusalén y del Gobierno de Netanyahu con las iglesias durante los últimos meses ha sido emblemática. El Gobierno inició la tramitación de un controvertido proyecto de ley por el que se iba a permitir al Estado expropiar las tierras cedidas o vendidas a partir de 2010 por las iglesias a entidades privadas. El ayuntamiento de la ciudad reclamaba, por su parte, 150 millones de euros por unos impuestos que los lugares sagrados no habían pagado nunca. Se dio un paso atrás, pero quedó la amenaza. La red de escuelas que los cristianos mantienen en el conjunto del país cada vez cuenta con menos ayudas.

Y luego están las provocaciones de los ultraortodoxos. Figuras como el rabino Benzi Gopstein han destacado por sus ataques a la presencia cristiana. Hace tres años, exaltados ultraortodoxos atacaron la iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces, en Tabga (Galilea).

Tampoco la situación es cómoda entre los musulmanes. También ha habido ataques en Gaza del islamismo radical. La invasión de Iraq cambió para mal la sensibilidad de los palestinos, una de las comunidades musulmanas que hasta hace 15 años se mantenía al margen de la radicalización por supuestas razones religiosas. En Palestina cada vez es menos determinante el proyecto de construcción nacional, en el que cabían cristianos y musulmanes juntos. La nueva ideología provoca que los cristianos sean mirados con más recelo.

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