Terror islámico en los lugares sagrados del islam

Mundo · Amr Al-Shubaki
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8 julio 2016
Si un terrorista suicida del Isis pone en su punto de mira a las fuerzas de seguridad saudíes durante el mes sagrado, en el momento de la llamada a la oración vespertina, y además en las inmediaciones de la tumba del Profeta, eso significa que estamos ante una metamorfosis de las operaciones terroristas.

Si un terrorista suicida del Isis pone en su punto de mira a las fuerzas de seguridad saudíes durante el mes sagrado, en el momento de la llamada a la oración vespertina, y además en las inmediaciones de la tumba del Profeta, eso significa que estamos ante una metamorfosis de las operaciones terroristas.

En el impacto, cuatro agentes de seguridad perdieron la vida, una escena que ha alterado los sentimientos religiosos de cualquier musulmán, así como la propia humanidad. Quien cierre los ojos ante los crímenes del Isis porque este ponga en su punto de mira a otras confesiones y religiones podría ser considerado cómplice del terrorista. De hecho, los crímenes que comete esta organización contra los árabes y musulmanes sunitas son mayores que los que comete contra los musulmanes chiítas o los no musulmanes. Quien haya permanecido en silencio ante la explosión en el barrio de Karrada en Baghdad, que causó más de 130 víctimas, en su mayoría chiítas, y haya pensado que lo sucedido en Al-Qatif, de mayoría chií, no se repetiría en Medina o La Meca, sería igualmente culpable, pues el terrorismo del Isis es un terrorismo asesino y sus criminales no tienen patria, religión ni confesión.

Un terrorista que se hace estallar cerca de la mezquita del Profeta refleja la transformación de los grupos terroristas y el paso de la fase del grupo yihadista que acusa de descreídos (takfīr) a un gobernante o a un sistema pero restringe el asesinato de ciudadanos civiles y no comete operaciones suicidas, a la fase de los grupos takfiristas que no ponen límite alguno a los asesinatos o degollaciones cotidianas, como sucede en Iraq, Siria, Egipto, Túnez, Francia, Turquía y América, llegando hasta el corazón de las tierras sagradas de los musulmanes, Medina.

La metamorfosis de los grupos terroristas comenzó probablemente después de los ataques del 11 de septiembre y la guerra de América contra el terrorismo, que favoreció la difusión de este último. Por aquel entonces, apareció una nueva especie de terroristas, diferentes de los viejos terroristas. Los nuevos eran en parte usuarios de las redes sociales, pero procedían en su mayoría de organizaciones ideológicas que banalizan las normas relativas a la “dār kufr (casa de los incrédulos)”, “dār ridda (casa de los apóstatas)”, “dār Islām (casa del islam)”, “dār da‘wa (casa de la llamada)”… hasta llegar a realizar operaciones terroristas en las inmediaciones de la tumba del Profeta del islam.

Los grupos terroristas han pasado del conflicto contra el poder interno, con el objetivo de hacerlo caer y llevar a cabo su proyecto islamista, a la venganza contra el mundo y la humanidad, aunque saben bien que no son capaces de derrocar un régimen ni en Oriente Medio ni en Occidente, sino solo de buscar venganza contra el sistema, democrático o autoritario, y contra el pueblo, musulmán o no musulmán. De hecho, estos grupos han crecido al ritmo de eslóganes superficiales y takfiristas que se repiten en las redes sociales y que en pocas semanas forman a jóvenes frustrados para que emprendan operaciones suicidas, desconocidas por las organizaciones yihadistas del siglo pasado.

Iraq y Siria se han convertido en las fuentes por excelencia del nuevo terrorismo porque ofrecen un ambiente fértil que atrae a personas frustradas, movidas por el deseo de dominación, venganza o dinero, y privadas de formación doctrinal. A un joven de Tanzīm Al-Jihad o de Jamā‘at Islāmiyya le sometían a años de preparación psicológica, doctrinal y religiosa antes de agarrar un arma y matar a una persona. Ahora, en cambio, un joven está preparado para tomar las armas en pocos días, y en pocas semanas para cometer un atentado. Lo cual se debe a que no le guían impulsos propiamente doctrinales sino la venganza, la situación de marginación y, a veces, el dinero, aunque todo ello se rellene con términos religiosos.

Los sociólogos y psicólogos, y no solo los expertos en seguridad, deberían estudiar a fondo los motivos que han movido al terrorista suicida de Medina. Forma parte de una organización que odia al islam y a los musulmanes, y combate tanto a los sunitas como a los chiítas. Dios se apiade de los mártires del terrorismo en Arabia Saudí y en todo el mundo.

Oasis

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