Entrevista a Claudio Magris

´Teología y economía son las dos ciencias que toman la vida por las riendas´

Cultura · Monica Mondo
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7 enero 2016
Por su interés, publicamos un fragmento de la entrevista al escritor y crítico literario Claudio Magris realizada por Monica Mondo y emitida en la cadena televisiva italiana Tv2000.

Por su interés, publicamos un fragmento de la entrevista al escritor y crítico literario Claudio Magris realizada por Monica Mondo y emitida en Tv2000.

Volvemos a estar en tiempos de guerra, aunque finjamos que no nos afecta. ¿A veces las guerras son necesarias?

Ahora no estamos, como se está diciendo, en la tercera guerra mundial, sino en la cuarta. La tercera la ganó Occidente y la perdió el mundo soviético, es la llamada Guerra Fría. Recordemos que causó 45 millones de muertes entre 1945 y 1989-91, para nuestra suerte no sobre nuestras cabezas, sino en otros lugares. La diferencia ahora es que hay una guerra pero no se sabe para qué ni contra quién, no se sabe quién es aliado y quién enemigo. Al horror de la guerra ahora se suma el caos. Pero la guerra tiene este terrible poder de seducción, siempre se piensa que es la última. Sobre si a veces es necesaria, hay poco que decir. La Segunda Guerra Mundial se habría podido evitar antes, pero en 1939 entrar en guerra contra la Alemania nazi era necesario. Las democracias podían elegir entre el deshonor y la guerra, Churchill tenía razón. Eligieron el deshonor, pero no por eso evitaron la guerra.

¿Estamos ahora en los nuevos tiempos del deshonor?

Son otros tiempos, las cosas son muy complicadas. Hay que tener presente problemas geopolíticos, económicos, sociales, que no sabemos afrontar todos juntos. Tenemos una marea de informaciones pero, por ejemplo, de lo que sucede realmente en Afganistán, donde la guerra está durando ya tres veces la Segunda Guerra Mundial, no sabemos nada, quién gobierna, quién muere, quién tiene el control… Hay que ser naturalmente optimistas con la voluntad, pero me temo que dentro de diez años el mundo será peor.

Pero el pasado no era mejor, y Dios no ama menos este tiempo que el de quienes nos precedieron.

No siento ninguna nostalgia del pasado, basta pensar en cuántos grupos de personas no han sido reconocidos o se han visto ofendidos a lo largo de la historia. Es un pasado de persecuciones, lleno de prejuicios y violencia. Había un cabaretero, maestro de Brecht, que decía que “los tiempos en que el futuro era mejor”, es decir, la esperanza de poder crear un futuro en paz.

Usted es reconocido unánimemente como el mayor experto en cultural centroeuropea. ¿Qué significa hoy Europa? ¿Apertura, con este miedo a que te quiten lo que es tuyo? Una Europa donde aumentan los suicidios.

Sueño con el momento en que pueda existir un estado europeo, porque creo que deberíamos vivir nuestras identidades como matrioskas. Igual que puedo ser triestino o turinés y eso no está en contraposición con mi ser italiano, también ser italiano es ser europeo. Sueño con un estado descentralizado, federal, pero con leyes vigentes para todos, exactamente igual que las Regiones del estado italiano, que tienen autonomía, competencia legislativa, pero no pueden hacer leyes que, por ejemplo, digan que las mujeres no pueden ir solas a clase. Creo, y lo digo contradiciendo lo que he escrito durante toda mi vida, que sería mejor construir un verdadero estado donde tú y yo podamos votar por un presidente del Consejo, que se llame Rossi, Weber, Dupont, sobre la base de la idea primaria de los estados fundadores, y una vez constituido este estado, bien concreto, acoger después a los demás estados que libremente quieran adherirse. Cuando Einaudi funda una editorial en el año 33 no sale a la calle a preguntarle a la gente de a pie cómo la quieren, de prensa amarilla, de novela rosa, de ensayos históricos… Hace falta un proyecto que una a aquellos que lo comparten. Además, habría que hacer desaparecer la unanimidad, que nunca es democrática y siempre es falsa, fingida, propia de los regímenes totalitarios.

Esta Europa oriental acusada hoy de cerrazón y de racismo, usted la conoce bien.

Es cierto, actitudes de cerrazón como las alambradas en Hungría, o entre Eslovenia y Croacia, causan impresión, más aún a quien como yo ha crecido con una frontera infranqueable a pocos kilómetros de Trieste, y detrás el Telón de Acero. Pero creo que hay una razón. Estos países que durante tantos años han vivido congelados en el mundo soviético quizás todavía están demasiado presos de sus propios problemas para poderse interesar verdaderamente por estos condenados en la tierra que llegan a sus fronteras. No es una justificación, pero creo que puede ser una explicación. En el problema de la inmigración nos encontramos con dos aspectos: uno es el rechazo racista, intolerable y odioso, cerrado; y luego puede haber otro que se refiere a los números de esta odisea, que la hacen dramática y trágica, porque si todos los desesperados de la tierra, que tienen exactamente el mismo derecho a vivir que nosotros, vienen aquí, en Europa no existe sitio, materialmente. Justo por eso no hay que añadir a esos tremendos problemas reales los prejuicios mezquinos, y tampoco caer en el buenismo. Nunca he entendido por qué, como se piensa hoy en Francia, no se puede poner el Belén para no ofender a los musulmanes, y en cambio había que permitir a Charlie Hebdo, descansen en paz, ofender a todos escribiendo indecencias sobre la Virgen.

Usted siempre ha sido un intelectual de izquierdas, pero poco inclinado a la izquierda que durante cincuenta años ha dominado la cultura italiana. Ha tenido el valor de tomar posiciones muy claras, por ejemplo contra la ley del aborto.

Como Norberto Bobbio, he escrito editoriales contra la ley del aborto, simplemente en defensa de la vida del individuo, y este es un principio general que no debería tener nada que ver con las convicciones religiosas. Respecto a la presunta supremacía de una cierta área cultural, recordemos que Mondadori, Rizzoli, Bompiani, Garzanti no eran de izquierdas, ni siquiera los grandes periódicos o quien mandaba en las universidades… Ha sido una debilitad cultural del otro lado lo que ha permitido llenar estos espacios. Sería interesante entender por qué.

Siempre se ha definido como un lector apasionado de las Escrituras y de la teología, ¿por un interés cultural?

No me interesa la historia de la teología, me interesa el hecho de que son textos que te ayudan a entender la vida de verdad. Creo realmente que la teología y la economía son las dos ciencias que agarran por las riendas la vida y sus aspectos esenciales: la relación con los demás, el coraje y el miedo a morir, el amor, el eros, el dolor, el placer. Siempre me ha disgustado que la Iglesia, que siempre está a un nivel altísimo en la exposición de su pensamiento, sea débil en su exposición en los medios, en la divulgación, que en cambio es importantísima. Nuestra cultura, excepto esa pequeñísima parte que podemos estudiar directamente de forma eventual, está hecha de cosas de segunda o de tercera mano. Por eso es importante haber leído buenos libros de divulgación, que nos den, aunque sea de forma superficial, el sentido de las cosas. Lamentablemente la Iglesia, que tendría un enorme potencial liberador, no consigue cambiar esto. Muy pocos saben, por ejemplo, que la Iglesia considera algo negativo tener “reparos humanos”, es decir, dejarse intimidar, preocuparse por las reacciones de los demás. Es un potencial liberador, frente a las buenas reglas de la buena burguesía que siempre nos han enseñado y dictado en la escuela.

Entonces, usted por “reparo humano” no renunciaría a poner el Belén.

Nunca, porque el Belén no ofende a nadie, exactamente igual que no ofende a nadie la mujer que lleva el pelo cubierto con un velo. Hay una ley que pide que se reconozcan, pero es lo mismo que si yo mañana fuera por ahí vestido de payaso. Como decía Chesterton, el problema de los que no creen en Dios no es que no creen en nada, que sería en cierto modo incluso un bien, sino que terminan creyendo en todo.

“Siempre esperamos algo”, ha escrito usted. En su novela, el sentido de la espera es muy fuerte, no solo de lo que sucede día tras día, sino de lo que podrá llegar a ser mañana. ¿Se espera para tener o para encontrar?

¿Sabe?, me encuentro en una condición privilegiada, no estoy obligado a procurarme afanosamente el pan para mí y para mi familia, y por tanto no me veo llevado con tanta facilidad a embrutecerme, a castrar mis preguntas sobre la vida. Pero me gustaría añadir una cosa, pequeñísima, que me ha conquistado del Papa Francisco, aunque no la única. Una vez recibí de una editorial española las pruebas de un libro de Bergoglio, un comentario a los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Lo que me llamó la atención fue que en la primera página, donde normalmente uno añade una dedicatoria o una cita que le gusta, él ponía dos frases: una era una estrofa de una canción gitana, la otra una cita de un famoso canto alpino: “El último trozo a las montañas, que lo cubran de rosas y flores”.

Un canto alpino muy triste.

Sí, pero gallardo. Y una humanidad así pasa poco, rara vez, y está unida al mensaje cristiano. Es el amor a la vida, al juego, a las flores, a tomar una copa de vino. Amar vivir. Yo siempre espero eso. Y luego, será por razones de edad, el versículo que me viene a la cabeza más a menudo es el penúltimo del Evangelio de Juan, cuando Jesús le dice a Pedro: “Cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías…”. Como siempre, algo se pierde y algo se gana, esperando siempre.

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