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Tenemos que hablar

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28 octubre 2012
Está claro que la insistencia del actualGobierno de Cataluña en reclamar la independencia requiere hablar despacio dequé relación hay entre un Estado y una nación en esta Europa del siglo XXI. Loque está sucediendo en España en las últimas semanas pone de manifiesto loimportante que es articular una adecuada "conversación nacional".

CiU, el partido que en este momentogobierna en Cataluña, ha vuelto a insistir en su voluntad de convertir laselecciones del próximo 25 de noviembre en un primer paso para "romper" conEspaña. En su programa electoral se habla de su intención de construir "unEstado propio dentro del marco de Europa".

El actual sistema constitucional españoltiene suficientes mecanismos como para hacer frente a un proceso de secesiónque, a todas luces, es ilegal. Ese sistema incluso contempla la suspensión delGobierno regional.

Pero digámoslo claro desde el principio.Ese no es el modo de solucionar el problema. El nacionalismo tiene muchospresupuestos equivocados. Parte de unos fundamentos antropológicos que, enmuchos casos, no son justos. Y sus razonamientos no son históricamenteprecisos. La necesidad de la independencia ha sido, en gran medida, alimentadapor la clase política. Pero hay un hecho indiscutible. En caso de que se celebraraun referéndum en Cataluña con una pregunta que, de un modo o de otro, plantearala cuestión de la secesión, una buena parte de los catalanes votaría a favor. Adiferencia de lo que sucede en el País Vasco, las encuestas reflejan que hay entorno a la mitad de los catalanes que no quieren seguir siendo españoles o queno quieren seguir siéndolo como lo han sido hasta ahora.

Es evidente que la unidad de España es unbien. En todos los planos: económico, histórico, social y moral. Pero tambiénes evidente que hay una parte de la sociedad catalana que la rechaza. Y por esoes necesaria una conversación en profundidad. Hasta el momento el debate estámuy enconado. No hay un auténtico diálogo en el que se expongan razones.

Un primer elemento para iniciar un diálogoque de momento no existe es la historia misma. La unidad de España no se hafraguado, como la de otras naciones de Europa, en pocos años e imponiendo unmodelo desde arriba. La unidad de España no es fruto del Estado liberal decomienzos o de finales del XIX a partir de la imposición de un modelo regionalal resto del país. Es una unidad pactada, al menos entre dos reinos. Esa hasido siempre su riqueza.

Por otra parte no hay que tener miedo areconocer que algunos de los elementos de la Constitución del 78, que hastaahora han articulado la unidad territorial, puedan necesitar una actualización.Jon Juaristi, el intelectual que más ha hecho en España por desenmascarar lasfalsedades del nacionalismo, ///http://goo.gl/5COZG///en estas páginas,/// ha defendido la necesidad de un nuevo pacto constitucional. Los defensores de la unidad de España no pueden dejar de escuchar lo que dice cierta parte de
Cataluña. Y no pueden mantener una posición defensiva. Hay mucho de lo que hablar. Y, sobre todo, hay que buscar una propuesta creativa con la que "pactar" una forma de Estado.

Como hicimos en los inicios de la EdadModerna, como hicimos en los momentos menos oscuros del XIX y como hicimos enla transición a la democracia. La estructura del Estado español que aparece enla Constitución del 78 fue el fruto de un difícil compromiso y se inventó unmodelo que no existía en ninguna parte. Probablemente está agotado. No esescandaloso reconocerlo. Las formas del Estado no son dogmas. 

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