Temores y esperanzas en la vigilia de la visita del Papa a Tierra Santa

Mundo · José Luis Restán
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23 abril 2009
A 15 días de la histórica peregrinación de Benedicto XVI a Tierra Santa, es bueno calibrar los desafíos y dificultades que plantea esta visita larga y profundamente querida por el Papa. Desafíos y dificultades que explica una reveladora entrevista al Patriarca Latino de Jerusalén, Fouad Twal, publicada en la página web de la Custodia de Tierra Santa.

Monseñor Twal es árabe y pertenece a una familia cristiana de siglos. Aunque procede del cuerpo diplomático, es conocido por la franqueza de sus declaraciones y por la profunda experiencia que atesora sobre las vicisitudes de las pequeñas comunidades cristianas en territorios islámicos. En la primera respuesta el Patriarca no esconde la inquietud que ha sacudido en un primer momento a los líderes cristianos de Tierra Santa al confirmarse la fecha de esta peregrinación.

A diferencia de lo que sucedió en el año 2000 con la anterior visita de Juan Pablo II, ahora no se acaricia la inminencia de la paz (cosa que se reveló ilusoria poco después de la visita) sino que aún están abiertas en carne viva las heridas de la reciente guerra en Gaza. Más aún, el ascenso de Netanyahu al Gobierno israelí parece que cierra el ciclo inaugurado por los acuerdos de Oslo. Ahora mismo no hay un camino desbrozado para la negociación y cada paso del Papa tiene que medirse al milímetro por sus delicadas repercusiones políticas.

Pero hay otro aspecto que preocupa a los líderes cristianos. Los últimos meses han sido tormentosos en lo que se refiere a las relaciones entre la Iglesia y el mundo judío. Cuestiones como la valoración del pontificado de Pío XII, las oraciones del misal de Pablo VI o el reciente huracán por las declaraciones negacionistas del obispo lefebvriano Williamson han enrarecido el clima de las relaciones judeo-cristianas, que para Benedicto XVI son un capítulo fundamental de su pontificado. El temor que no se oculta es que la Santa Sede, movida por su deseo de deshacer los malentendidos, se deje atrapar en una tela de araña y el viaje se decante en exceso hacia los intereses de Israel. Twal reconoce estas angustias previas, aunque añade que, una vez conocido el programa del viaje (los momentos dedicados a Jordania, los territorios palestinos e Israel), no se puede sino reconocer que este viaje será una bendición para todos. Es evidente que en estas semanas el Papa ha tomado buena nota de la inquietud de quienes son principales destinatarios de su visita (los cristianos de Tierra Santa) y ha dialogado intensamente con los pastores de aquellas iglesias.

Con la misma franqueza con la que reconoce los temores, Twal se emplea a fondo para deshacerlos. El Papa ya había sido invitado, y había mostrado desde el principio su deseo de peregrinar a la tierra de Jesús. Esperar a un momento mejor para programar la visita sería un planteamiento falso, porque la región no tiene perspectivas claras de paz; esperar a que la cuestión palestina sea resuelta supondría posponerlo sine die. Precisamente porque los tiempos son difíciles, concluye el Patriarca, "yo auguro que el Santo Padre vendrá a ayudarnos a superar las dificultades, a mirar más lejos, nos dará valor para permanecer fieles a nuestra misión, a nuestra fe y a nuestro sentido de pertenencia a esta tierra". En efecto, hace poco el Custodio de Tierra Santa, P. Pizzaballa, explicaba que los cristianos de la región precisan del contacto con la presencia de la Iglesia universal para no quedar encerrados en el estrecho horizonte de los duros problemas cotidianos. El carisma del Sucesor de Pedro encarnado en la genialidad propia de Benedicto XVI será sin duda una ayuda preciosa en esa dirección.           

No es difícil comprender las inquietudes y angustias de nuestros hermanos en aquella tierra, sometidos a una dura pinza entre un ambiente islámico cada vez más radicalizado y sofocante, y un Israel encerrado en sí mismo que no se desembaraza de viejos clichés sobre los cristianos. Y sin embargo es razonable pedirles, como ha hecho el Patriarca Twal, un amplio crédito a la sabiduría y la libertad del Papa. Es cierto que Benedicto XVI desea remarcar el vínculo indisoluble entre la fe cristiana y su raíz hebrea, y sabrá hacerlo con palabras libres, llenas de amistad pero en ningún caso políticamente correctas. Como ha reconocido también Twal, "cuanto más amistosa sea la relación de la Santa Sede con Israel, mejor podrá intervenir a favor de todos los habitantes de Tierra Santa, hebreos, musulmanes y cristianos". Por otra parte no faltará la cercanía del Papa a los sufrimientos de las poblaciones palestinas ni la defensa de sus justas aspiraciones, aspectos que han sido constantes en la acción internacional de la Santa Sede.

Pero sobre todo, en el corazón del Papa está vivo el sufrimiento y la debilidad de las comunidades cristianas tentadas por la sensación del aislamiento, por la posibilidad de la emigración masiva o por recluirse en sus problemas de cada día. Ellos son la carne de una historia que nos liga directamente a ese Jesús de quien Benedicto XVI sabe desplegar como nadie el relato de su divino-humanidad. Ellos tienen la hermosa misión de mostrar la novedad que introducen en la historia la misericordia y el perdón aprendidos de Jesús muerto y resucitado. Una novedad que es semilla de paz y entendimiento en una tierra atenazada por el rencor mutuo. En definitiva, no es extraño que este viaje produzca sudores entre los colaboradores del Papa, pero él no podía faltar a esta cita. Demasiados hilos se anudan en aquella bendita y martirizada región. Verle allí y escucharle desplegar el Evangelio en la tierra que pisó el Señor será un bien para toda la humanidad.

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