Sueños de juventud

Cultura · Víctor Alvarado
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25 mayo 2009
Los que disfrutaron con Kolya (1996), ganadora de un Óscar a la mejor película de habla no inglesa, tienen la oportunidad de ver otra película del mismo autor cinematográfico. El largometraje es entretenido y toca temas interesantes, aunque no tiene el nivel de la cinta anteriormente citada.

La cinta gira entorno a un profesor de lengua de un instituto que está desencantado por las reiteradas faltas de respeto de sus alumnos. Por esa razón abandona el centro educativo para trabajar en algo que le haga realmente feliz. Josef encuentra un supermercado, donde podrá  enseñar a los demás cómo deben actuar en la vida.

El director nos presenta al protagonista como un vividor insatisfecho de su vida, que busca una segunda oportunidad para aprovechar el tiempo perdido. El aspecto más positivo es su optimismo y su intento de servir a los demás, aunque a veces meta la pata hasta el fondo. La actitud inmadura de Josef contrasta con la madurez, el equilibrio, la serenidad y la religiosidad positiva de su familia.

En relación con el tema de la fe, cuando visité el año pasado Praga, todos los guías de la ciudad afirmaban que la República Checa era el lugar del mundo donde habitaban más ateos por metro cuadrado como consecuencia de los continuos cambios de confesiones cristianas por los que habían pasado a lo largo de la historia. También lo atribuían al comunismo que durante tantos años había perseguido al cristianismo. Sin embargo, el realizador checo deja claro que esas dos realidades, la materialista y la trascendente, están presentes en esa sociedad.

Por otra parte, el realizador apunta multitud de temas sobre los que se puede reflexionar, como son: la necesidad de sentirse útiles y el no saber aceptar lo que corresponde hacer en cada etapa de la vida; la ética por la que se rigen las personas; el sentido de la vida; las crisis de pareja o el sufrimiento de los hijos como consecuencia de la falta de entendimiento de sus progenitores. Tampoco nos podemos olvidar de una de las grandes lacras de la educación que hábilmente relata Jan Sverák, como es la dificultad que tienen los educadores para enseñar con tranquilidad cuando se cuestiona la autoridad del profesor tan necesaria en el aula. Esa realidad está muy bien reflejada y seguro que les resulta familiar.

Pero, si tuviese que destacar una escena de la cinta, me quedaría, sin dudarlo, con la penúltima. Por su estética y por el significado tan profundo que ha querido expresar, utilizando la metáfora del globo para explicar los distintos periodos por los que pasa una pareja y por lo supone ese viaje en la evolución del personaje.

El humor juega un papel importante porque los actores consiguen sacar la sonrisa al espectador con unas cuantas situaciones cómicas muy bien elaboradas. Por si no lo saben, el dato curioso se encuentra en que Jan Sverák es el hijo del guionista y protagonista, Zdenek Sverák. Por último, la guinda a este notable trabajo la ponen Jan Sverák y Daniela Kolárová, que habían trabajado 30 años en otra película con anterioridad, por lo que no fue necesario realizar un fotomontaje para poder hablar de la pareja.

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