Su última lección
El legado doctrinal que nos deja Benedicto XVI es inmenso. Creo que es un legado que va a ser indispensable para el futuro de la Iglesia. Confieso que es el Papa a quien más he leído y que me ha ayudado a comprender elementos esenciales del cristianismo. Nos ha ayudado a entender los ´signos de los tiempos´, en los que alcanza especial dimensión la honda secularización de una parte de la humanidad, especialmente la sociedad europea. Esta realidad reclama una nueva presencia y relación de los discípulos de Jesús (de la Iglesia) con el mundo. Indicarnos ese camino es una de las claves de su magisterio. No deberíamos convertirlo en saco roto.
Su última lección está teniendo lugar en estos días, tras su renuncia al ministerio petrino. El homo religiosus, el descendiente de la estirpe de Abraham, se nos está mostrando con toda su fuerza. No abandona a la Iglesia, como ha dicho con sencillez en su último Ángelus en la Plaza de San Pedro. Sigue la llamada de Dios, según su conciencia, para un nuevo servicio que acepta el sentido de esa etapa de la vida que es la ancianidad. Para ayudarnos a comprenderlo es buena ocasión para leer el luminoso ensayo de Romano Guardini ´Las etapas de la vida´. El homo religiosus acepta el sentido de la vida en su totalidad. El mundo no lo puede entender. Benedicto XVI se retira ´al monte Tabor´, para servir mejor a la Iglesia y a la humanidad, de manera discreta y humilde, con naturalidad. Es su última lección.