Steve Jobs: ¿santo o explotador?
¿"Santo" o "explotador"? ¿Sabio maestro de vida como San Ignacio de Loyola o avaro indiferente a los pobres como el rico Epulón del Evangelio de Lucas? A pesar de ser budista, Steve Jobs se ha convertido en una figura central del debate católico. Y provoca discusiones en la Compañía de Jesús. De hecho, en particular, por su causa discuten los Jesuitas. Por un lado el elogio fúnebre del padre Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica, que definió al fundador de Apple como "visionario, genio, revolucionario", comparándolo con San Ignacio de Loyola: "Su visión de la vida y de la muerte es muy parecida a la del fundador de la Compañía de Jesús". Por otro lado las críticas de los jesuitas de Estados Unidos. Tienen una opinión bien diferente de la del padre Spadaro, de hecho, los hermanos estadounidenses que, a través de su revista "América" ponen en tela de juicio la "herencia consumista" de Jobs recordando que sus joyas tecnológicas se construyen en China en fábricas que parecen "campos de prisioneros, entre trabajo de menores y epidemias de suicidios".
La interpretación crítica del "universo Jobs" ha sido realizada por Raymond A. Schroth para America, que no es una revista cualquiera: tiene su sede en Nueva York, está producida por los jesuitas, en los Estados Unidos está considerada la revista punta del catolicismo progresista. Obvio, pues, que tenga peso en todo el mundo, incluido el Vaticano. El juicio sobre Jobs es severo: "Apple es una maravillosa empresa para sus clientes e inversores, pero también una fábrica de miseria para sus trabajadores chinos subcontratados", como demuestran las "instalaciones Foxconn en Shenzhen»: 420.000 trabajadores que producen ordenadores para Apple y otras compañías. "¿Y qué ha hecho Jobs con todo el dinero que ha ganado?", se interrogan los jesuitas estadounidenses. "Hasta el último tramo de una liquidez de 76 millones de dólares los agrupó en sociedades creadas a posta en estados fiscalmente ventajosos como Nevada".
Al contrario de Jobs, subraya America, el otro magnate de la tecnología, Bill Gates "ha destinado la mayor parte de sus riquezas a mejorar la vida de millones de personas en los países más pobres del planeta". Y, "el hombre que muere rico, muere en desgracia". Al respecto la revista de los Jesuitas recuerda la parábola evangélica del rico Epulón. De tono opuesto la intervención en defensa de Jobs del director de Civiltà Cattolica que cita lo que Steve Jobs dijo el 12 de junio de 2005 en el famoso discurso ante los futuros licenciados de Stanford: "Recordar que moriré pronto es el instrumento más importante que yo he encontrado para tomar las grandes decisiones de la vida". Palabras que, para el director de Civiltà Cattolica, el padre Antonio Spadaro, "evocan las de Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, que sostenía que un modo para hacer una justa elección en la vida consiste en hacer "como si estuviera en punto de muerte; y comportándome así, tomaré firmemente mi decisión (Ejercicios Espirituales, 186)".
Por lo tanto, "la muerte no es en el caso de Ignacio y Steve algo que les diera miedo, sino la constatación de que los temores, los obstáculos y las futilidades desaparecen ante el pensamiento de la muerte y queda lo que cuenta verdaderamente, lo que para nosotros es verdaderamente importante. Ningún hombre, creyente o no creyente, puede tomar decisiones en la vida pensando que es inmortal". A mitad de camino entre la "beatificación" de Civiltà Cattolica y la "excomunión" de America, se sitúa L'Osservatore Romano, que subraya como a pesar de sus luces y sombras (inevitables en un personaje tan complejo) Steve Jobs haya sido uno de los protagonistas y de los símbolos de la revolución de la Silicon Valley". Revolución informática, cierto, pero también "revolución de costumbres, mentalidad, cultura".
Revolución hija, pero no heredera, de los emancipados Seventies, la adolescencia inquieta de una América lacerada por escándalos políticos, guerras, protestas y tensiones sociales. Revolución que "ha cabalgado la onda dorada de la época de Reagan", subraya el cotidiano de la Santa Sede: "¿Pirata o pionero? La historia lo dirá. Por ahora quedan sus geniales creaciones. Construyendo ordenadores personales y metiendo en nuestros bolsillos Internet hizo que la revolución de la información fuera no sólo accesible, sino también intuitiva y divertida. Lo suficientemente osado para creerse capaz de cambiar el mundo y con el talento para hacerlo. Talento, puro talento". Quien estableció un nexo de unión entre Steve Jobs y los Jesuitas fue en 1994 el escritor Umberto Eco: "No se ha reflexionado nunca lo suficiente sobre la nueva lucha de religión que está subterráneamente modificando el mundo contemporáneo.
El hecho es que el mundo se divide entre usuarios del ordenador Macintosh y los usuarios de ordenadores compatibles con el sistema operativo Ms-Dos. Mi profunda convicción es que el Macintosh sea católico y Dos protestante. Todavía más, el Macintosh es católico de la contrarreforma, y resiente de la "ratio studiorum" de los jesuitas. Es jovial, amigable, conciliante, dice al fiel como tiene que proceder paso a paso para alcanzar -aunque no sea el reino de los cielos- el momento de la impresión final del documento. Es catequístico, la esencia de la revelación se resuelve con fórmulas comprensibles y con íconos suntuosos.
Todos tienen derecho a la salvación. En cambio, según Eco, "el Dos es protestante, incluso calvinista. Prevé una libre interpretación de las escrituras, pide decisiones personales y angustiosas, impone una hermenéutica sutil, da por descontado que la salvación no está al alcance de todos. Para hacer que funcione el sistema se requiere la realización de acciones personales para la interpretación del programa: lejos de la comunidad estrafalaria que se divierte, el usuario está encerrado en la soledad de su resentimiento interior".