Stephen Hawking reaviva el suicidio asistido

Mundo · Nicolás Jouve
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3 octubre 2013
Hace un par de semanas el físico británico Stephen Hawking, de 71 años de edad, respaldó en una entrevista concedida a la BBC el suicidio asistido para las personas que sufren enfermedades terminales.

Hace un par de semanas el físico británico Stephen Hawking, de 71 años de edad, respaldó en una entrevista concedida a la BBC el suicidio asistido para las personas que sufren enfermedades terminales. El famoso astrofísico afirmó: «nosotros no dejamos sufrir a los animales, ¿por qué sí a los (seres) humanos?». De esta manera Hawking reaviva el debate sobre el pretendido derecho de las personas con enfermedades terminales que quieren poner fin a sus vidas a recibir ayuda para ello. Es decir, al suicidio asistido.

Debemos recordar que Hawking fue diagnosticado a los 21 años de una esclerosis lateral amiotrófica (ELA) una grave enfermedad degenerativa neuromuscular con un pronóstico de entre dos y tres años de vida, que afortunadamente no se cumplió. Sin embargo, la enfermedad degenerativa progresiva le condujo a una silla de ruedas lo que no le impidió desarrollar una brillante actividad intelectual. Su línea de investigación en física teórica se ha centrado en el campo de la relatividad general, y en particular en los agujeros negros. A los 32 años propuso que los agujeros negros emiten partículas subatómicas hasta extinguir su energía, para finalmente estallar emitiendo radiación. Poco después fue elegido miembro de la prestigiosa Royal Society de Londres y tres años más tarde fue nombrado profesor de física gravitacional en la Universidad de Cambridge, llegando a ostentar la cátedra de matemáticas que ocupó Isaac Newton (Lucasian Chair of Mathematics). Entre las distinciones que ha recibido a lo largo de su dilatada carrera está el haber sido galardonado con la Orden del Imperio Británico en 1982, y el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1989. Aparte de sus artículos científicos, Hawking ha llegado a la fama a través de varias obras convertidas en auténticos best sellers: The Large Scale Structure of Space-Time (1973, en colaboración con George Ellis), Superspace and Supergravity (1981), The Very Early Universe (1983), Historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros (1988), Agujeros negros y pequeños universos y otros ensayos (1993), A hombros de gigantes, los grandes textos de la física y la astronomía (2002). The Great Works of Physics and Astronomy (2002), Brevísima Historia del tiempo (2005), El Gran Diseño (2010, con Leonard Mlodinow), entre otros.

Según explicó en la entrevista de la BBC, Hawking, desde su inmovilidad se comunica porque todavía tiene control sobre un músculo de la mejilla: «El movimiento es detectado por un sensor adaptado a la montura de mis gafas que alimenta un programa que emula un teclado. De este modo puedo hablar con un sintentizador de voz y puedo hacer lo que cualquiera puede con un ordenador».

En la entrevista recuerda Hawking que en 1985 contrajo una neumonía que le mantuvo varias semanas conectado a un respirador. Aunque la eutanasia no es legal en Gran Bretaña, los médicos le ofrecieron a su esposa desconectarle de la máquina y dejarle morir, a lo cual él se opuso. El científico nunca había defendido el suicidio asistido hasta ahora, señalando que «siempre hay esperanza». Sin embargo ante una pregunta sobre este tema opina que «si un enfermo terminal quiere poner fin a su vida, se debe respetar su decisión». Hawking justifica su cambio de opinión y puntualiza que antes de dejar morir a una persona debe comprobarse que esa persona quiere acabar con su vida y que no está siendo presionada para ello. En la actualidad la eutanasia y el suicidio asistido siguen siendo ilegales en Gran Bretaña y su despenalización en determinados supuestos es una cuestión que suscita un gran debate en éste y otros países.

Este asunto no había sido tan debatido desde los años noventa, cuando Jack Kevorkian, el llamado «Doctor Muerte», un médico estadounidense partidario de la eutanasia, reconoció haber ayudado a 130 enfermos terminales a suicidarse. También en España existe una ardua polémica sobre este asunto, que surgió a raíz de las presuntas sedaciones ilegales que practicó el Dr. Luis Montes en el Hospital Severo Ochoa de Leganés cuando era jefe del Servicio de Urgencias. El Dr. Montes fue juzgado y absuelto y aunque ya no trabaja en el Hospital, ha creado una «Asociación Derecho a Morir Dignamente» a través de la que ha difundido un manifiesto a favor de la Eutanasia y da conferencias a favor de esta práctica con escaso rigor científico y jurídico.

A quienes sostienen el derecho a la muerte y la califican de «muerte digna», hay que recordarles que el derecho a la vida es el primero y el más importante de los derechos… pero no existe un derecho a la muerte. Esta es algo que surgirá inevitablemente a todas las personas, pero si es fruto de la voluntad de acabar con la vida de una persona deja de ser un acontecimiento natural y se convierte en un hecho provocado artificialmente. Reconocer un derecho a acabar con la propia vida, aun en las circunstancias que describe Stephen Hawking, supone un atentado no solo contra la propia vida, sino contra la vida humana en general. Algo que afectaría a toda la sociedad.

Establecer un derecho al suicidio asistido es hacer coparticipe a otra persona y abrir una peligrosa vía hacia la eliminación de la vida de los más indefensos. ¿Tiene realmente alguien el derecho a pedir a otra persona que acabe con su vida? Desde una proposición individualista, liberal radical, quizá sí, pero desde una concepción antropológica mínimamente interdependiente, en ningún modo.

Además, hay que salir al paso de quienes opinan que la defensa de la vida es un asunto de creencias. El respeto a la vida humana, no es exclusivo de una concepción cristiana de la vida, aunque haya sido una constante del humanismo cristiano defender la vida, especialmente por la idea de que la vida es un don de Dios sobre el que nadie tiene derecho a decidir. Los movimientos pro-vida no son exclusivamente de inspiración cristiana, muchos no creyentes sostienen la misma postura de defensa de la vida, basada en la evidencia científica de que la vida comienza en el momento de la fecundación y en el reconocimiento de un valor y una dignidad especial del hombre frente al resto de las criaturas vivientes.

Lo que corresponde a una deontología médica y a una correcta interpretación de la dignidad de la vida humana es que los enfermos terminales, ante una situación de muerte irreversible, cuenten con los cuidados mínimos y el mejor acompañamiento. La Sociedad Española de Cuidados Paliativos es muy clara al respecto cuando señala que «Ante un paciente en situación terminal lo que se hace o se deja de hacer con la intención de prestarle el mejor cuidado, permitiendo la llegada de la muerte, no sólo es moralmente aceptable sino que muchas veces llega a ser obligatorio desde la ética de las profesiones sanitarias (…). Por el contrario, cuando algo se hace o se deja de hacer con la intención directa de producir o acelerar la muerte del paciente, entonces corresponde aplicar el calificativo de eutanasia».

La mal llamada «muerte digna» no es ni provocar la muerte para eliminar el dolor, ni prolongarla desesperadamente cuando ya no hay remedio posible. Cuando se sostiene el derecho a una muerte digna, la reflexión que debemos hacer es sí se puede calificar de digna una muerte provocada, o en la se deja al enfermo la decisión de acabar con su vida. La Organización Médica Colegial aprobó en febrero de 2009 una Declaración que entre otros puntos señala que: «la frontera entre lo que es una sedación en la agonía y la eutanasia activa se encuentra en los fines primarios de una y otra. En la sedación se busca conseguir, con la dosis mínima necesaria de fármacos, un nivel de conciencia en el que el paciente no sufra, ni física, ni emocionalmente, aunque de forma indirecta pudiera acortar la vida. En la eutanasia se busca deliberadamente la muerte inmediata. La diferencia es clara si se observa desde la Ética y la Deontología Médica».

Desde una perspectiva ética, tanto la eutanasia como el suicidio asistido, suponen el quebranto de la dignidad humana y la cosificación de las personas, que serían juzgadas por parámetros de salud y no por sí mismas. La mejor opción, en la situación que describe Hawking es la aplicación de cuidados paliativos, procurar tratamientos adecuados, incluida la sedación, para aliviar los síntomas que provocan el dolor y deterioran la calidad de vida del enfermo en situación terminal.

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