SOTEU. Un discurso europeísta para una época sin ilusiones

Mundo · Ángel Satué
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25 septiembre 2020
¿Por qué nos debería interesar el discurso del estado de la Unión Europea (SOTEU) dado por Ursula von der Leyen (UVDL), presidenta de la Comisión europea, si la prensa francesa no cubrió las palabras de la política alemana? Esta pregunta solo la llegaremos a contestar leyendo o escuchando las palabras de la primera mujer que preside la Comisión europea y que, además, no ha sido jefa de gobierno en su país de origen. Esconde otra pregunta aún más simple y, por ello, contundente: ¿por qué un discurso puede ser clave para el futuro de Europa?

¿Por qué nos debería interesar el discurso del estado de la Unión Europea (SOTEU) dado por Ursula von der Leyen (UVDL), presidenta de la Comisión europea, si la prensa francesa no cubrió las palabras de la política alemana? Esta pregunta solo la llegaremos a contestar leyendo o escuchando las palabras de la primera mujer que preside la Comisión europea y que, además, no ha sido jefa de gobierno en su país de origen. Esconde otra pregunta aún más simple y, por ello, contundente: ¿por qué un discurso puede ser clave para el futuro de Europa?

Anticipo la respuesta: habla de confianza en el futuro y esto no es poco en los tiempos que corren.

Recientemente leía que “los meros discursos no bastan” (Julián Carrón, “Un brillo en los ojos”). Ya no. ¿Para qué no bastan? Para movilizar, para conmover, para enardecer. En la sociedad de la nada, la palabra es una sospechosa. Una mentira en boca de un mentiroso, porque la verdad no sabemos declinarla.

Somos parte de la sociedad líquida definida por Bauman, en la que impera además la nueva filosofía del dato, “el dataísmo” (Chris Anderson, “The End of Theory”), que todo lo mide, almacena y analiza en la nube. Sociedad gaseosa, entonces.

El ser humano, subjetivo por naturaleza, se objetiviza, y se acostumbra a ser tomado por un conjunto infinito de datos. La palabra, que no otra cosa es un discurso, no nos basta. Parece no decirnos nada. Tal vez porque escuchamos demasiadas, de demasiadas personas. Tal vez, al contrario, porque esperamos todo de ellas, y aprendemos en la vida que no es posible. Todos nos fallan. Nosotros fallamos a los demás. Tal vez porque hemos perdido la capacidad de escuchar a los demás, de silenciar el pensamiento, los deseos. No somos inocentes. Se fue nuestra inocencia por los ojos, mientras mirábamos los anuncios de la televisión.

Los discursos no bastan, sin duda alguna, porque es preciso primero una relación humana con el que habla. Con el que junta las palabras. Con el que arma sus pensamientos, intangibles, invisibles. Palabras que son primero química cerebral y que acaban siendo nuestra química cerebral. Entonces, necesitamos confianza para escuchar, responder, conversar, hacer.

Si un discurso entonces no es suficiente, es porque no tenemos confianza como interlocutores. Y así, habremos perdido la capacidad de actuar, comenzando por comprender al otro, por querer creerle, por tener fe, por nuestra capacidad de sorpresa, de asombro.

¿Puede esta política alemana, presidenta de la Comisión, es decir, el poder ejecutivo de la Unión Europea, inspirarnos confianza?

Eso trató de hacer UVDL desde el comienzo, empatizando con los europeos, sumergidos en la ansiedad de la pandemia y los confinamientos, recordando el esfuerzo del personal sanitario, asentando que somos hombres y, por lo tanto, frágiles, muy frágiles. Pero a la vez, dejó dicho que precisamente las razones de la fragilidad han de ser las razones de la vitalidad, es decir, de la esperanza. Y que, en este sentido, la Unión Europea es la única posibilidad para los europeos. Obviamente, los muy conservadores o los muy situados a la izquierda, dentro del Parlamento europeo, parten de la desconfianza, y nada bueno pueden ver en Bruselas pues, como se sabe (irónicamente hablando), todo lo bueno está en los tarros pequeños nacionales, donde se guardan las esencias, o en las ideologías-perfume, que impregnan todo.

Puede que este discurso pase sin pena ni gloria. Como uno más. Ciertamente muy pocos son épicos y resisten los avatares del tiempo, como el de Lincoln en Gettysburg. Pero un discurso como el del pasado SOTEU cumple una función esencial en democracia, pues nos da la medida para un posterior control político por parte del Parlamento al poder ejecutivo de la Unión Europea. En un mundo que se aleja a marchas forzadas de la democracia liberal, esto es ya muy relevante. Pues son las líneas, sus palabras, unas tras otras, con luz y taquígrafos, las que permanecen, no vuelan (“verba volant, scripta manent”) y podrán ser objeto de reproche o alabanza.

UVDL empatizó. Y, empatizando, los europeos confían. Y confiando, es cuando se pasa a la acción, en nuestro caso, a la reconstrucción.

El discurso de UVDL estuvo bien armado, bien pronunciado, muy bien de contenidos, de tiempos, por lo que dijo (precisamos una unión sanitaria europea, precisamos instrumentos conjuntos, debemos partir de la solidaridad entre nosotros, Bruselas freno a los egoístas gobiernos nacionales a comienzos de la pandemia, ciertas renuncias a soberanía por el interés común…), y lo que no dijo (no llamó amiga a China, o no hizo falta mencionar las políticas de la defensa europea).

Discursos como este son necesarios para pasar a la acción en materias como la digitalización y el pacto verde, y la reconstrucción del sistema multilateral de gobernanza de la globalización (OMC, OMS, vacunas), porque exige la concurrencia y la cooperación de muchos, a todos los niveles. Quizá sea este el método más eficaz para determinar si un discurso fue bueno o no, si hubo o no impacto real en las personas, en la sociedad. Si las conmovió hasta el punto de movilizarlas hacia una visión. UVDL presentó su visión, y la aderezó con un plan y con fondos e inversión.

El SOTEU sirve para abrir los ojos a los europeos a que hay vida tras de sus valles, ríos, mares y montañas, detrás de sus diferentes lenguas. Como dijo, “el nacionalismo (en la gestión de las vacunas) pone vidas en peligro; la cooperación las salva”.

Los discursos no bastarán, sin duda, pues debe darse una presencia real, pero son el arma más poderosa con la que cuentan nuestros políticos, pues es capaz de aglutinar o crispar, de tender puentes o destruirlos, de explorar el futuro con esperanza o de hundirnos. Los políticos son químicos de emociones, de pensamientos, de una visión para el futuro.

En plena segunda oleada, UVDL, como si se tratase de Omaha Beach, pronunció un discurso que tituló “Construyendo el mundo en el que queremos vivir: una unión de vitalidad en un mundo de fragilidad”. De la fragilidad humana y del camino a la vitalidad. Era su momento, y era su papel, su responsabilidad, la de liderar a los europeos en el ámbito que le ocupaba, el político. Sinceramente, lo hizo. Estuvo a la altura del deseo de muchos europeos de ver una propuesta de liderazgo eficaz, aunque difícil, ante los representantes europeos, que, en su mayoría, aplaudieron su propuesta de liderazgo. Un liderazgo de los de antes, labrado por el trabajo que sigue impulsado desde su puesto. Lucha contra el racismo y el odio, lucha contra toda discriminación y los nuevos guetos anti-LGTBI o zonas sin humanidad que calificó, la necesidad de una globalización justa, de un mundo equitativo, asumiendo los mismos postulados o muy similares sociales y medioambientales contenidos en la encíclica Laudato Si’ de Francisco, apostando por la energía limpia –por el hidrógeno–, por la denuncia de la política rusa de injerencia y envenenamientos, o la china, de persecución de minorías uigures o en Hong Kong, alegando en favor de tener capacidades industriales en Europa, por la dignidad del trabajo –“es algo sagrado”–, por la fortaleza “del alma humana”, con la mirada posada en África como aliada de Europa, celebrando el Estado de Derecho y proponiendo que la Comisión vele por él, blindando la economía social de mercado, que da “protección, estabilidad y oportunidades” a los europeos.

Como en la novela de Mailer “Los desnudos y los muertos”, el escepticismo en el que vivimos es tal que todos, en algún momento de nuestras vidas, de nuestros confinamientos pasados o por venir, nos vemos reconocidos en la frase de uno de los jóvenes soldados, madurando forzadamente en una isla del Pacifico: “Sí, se pueden decir bonitas palabras, pero nunca esperes nada del ejército”. Sustituyamos ejército por colegio, universidad, trabajo, moda, carrera profesional, religión, política, el fútbol, o este discurso. Y ahí es donde cabe traer a colación la confianza.

Tras este discurso, es tiempo de mucho trabajo. De saber gestionar un presupuesto comunitario plurianual (MFF) de siete años –1.0743 billones de euros–, junto con el vinculado a la recuperación (Nextgeneration EU, de 750.000 millones de euros, que representa el 5,4% del PIB europeo). Esto es, una ingente cantidad de 1.8 billones de euros. Estas medidas de la Comisión complementan el programa de compras de emergencia de títulos privados y o públicos de 1.35 billones de euros del Banco Central Europeo, además del programa de 120.000 millones de euros decidido anteriormente.

Vivimos en Europa un momento lo más parecido al “momento Hamilton”, cuando en 1790 el gobierno federal asumió las deudas de los estados americanos de las 13 colonias, que podría llegar a ser constituyente de una unidad más estrecha, si de la prevista Conferencia para el Futuro de Europa sale una nueva propuesta de tratado constitucional, para una unión política federal europea.

Todos debemos estar a la altura. Cada uno donde esté. Las capitales europeas, sin duda. Nosotros, por supuesto, por la próxima generación de europeos libres, nuestros hijos, que, como termina su discurso UVDL, están ocupados en enseñarnos en qué consiste la vida en realidad.

Viva Europa, concluyó UVDL en inglés, francés y alemán.

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