Sostenella y no enmendalla

España · José Andrés-Gallego
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15 septiembre 2014
¿Qué opinas de la Diada?, me pregunta un amigo por teléfono desde las colinas que rodean el lago Iseo, en Italia. Nada, no he leído el periódico. Ahora leo el periódico de tarde en tarde, para ver algo nuevo. Más aún: leo el que veo encima de la mesa, sin mirar la fecha. Es un juego reconfortante. A veces, me sorprende la falta de dureza con que el periodista trata a Bárcenas, por ejemplo. 

¿Qué opinas de la Diada?, me pregunta un amigo por teléfono desde las colinas que rodean el lago Iseo, en Italia. Nada, no he leído el periódico. Ahora leo el periódico de tarde en tarde, para ver algo nuevo. Más aún: leo el que veo encima de la mesa, sin mirar la fecha. Es un juego reconfortante. A veces, me sorprende la falta de dureza con que el periodista trata a Bárcenas, por ejemplo. Resulta que los millones de Urdangarín son muchos menos que los que leí la última vez. Y veo que La Pulga vuelve a marcar cantidad de goles. Me extraña que la prima de riesgo aún esté por las nubes. Al fin, me tropiezo con la evidencia: Contador está a punto de ganar el Tour. Es obvio que lo que tengo en las manos es un periódico de hace dos años, que alguien ha guardado para hacer fuego en el hogar (estoy en el pueblo). Así que no les importará que repita lo que dije hace meses y meses. A lo mejor les suena a cosa nueva y, sobre todo, llega a las entendederas de Rajoy:

1. No diré jamás de Artur Mas que sea un canalla. Sí afirmo que -a mi juicio- es una canallada -así, como suena- pedir una “consulta” a la escocesa en momentos en que millares de españoles se iban al paro. Si eso agravó las condiciones económicas de España, costó el puesto de trabajo a más gente aún. Me basta que le costara a uno. Dios quiera que no caiga su sangre sobre la cabeza de quien lo provocó.

2. Es una canallada porque nadie puede negar a otro el derecho a exponer su opinión. La canallada, por lo tanto, estriba en proclamar que se va a pedir una opinión cuyo mero anuncio deja a más gente sin trabajo y, al tiempo, anuncia algo que no se le puede negar a nadie.

3. ¿Quién es Rajoy para decir a nadie que no se le deja opinar? La Constitución, ¿está por encima del derecho a expresarse y a ser tenido en cuenta? Pues, si es así, ya tiene algo bueno que hacer Rajoy, antes de la consulta: anunciar que -de veras- va a proponer una reforma de la Constitución que diseñe una forma de gobierno verdaderamente participativa. La de ahora es una alienación cuatrienal.

4. Si no se permite la consulta el 9 de noviembre, habrá más catalanes que la exijan. Y con razón. Y ahora no recordarán tan sólo el año 1714, sino el 2014, como otro en que -esta vez de verdad- fueron objeto de una pura represión. En 1714, el rey que ganó la guerra les quitó los fueros que él mismo les había ampliado antes de que se volvieran contra él. Les había dado todo lo que le pidieron. Y, aun así, los decretos de Nueva Planta que les impuso en 1714 fueron una de las razones del desarrollo económico que -entonces y no antes- empezó a tener Cataluña. Para saber que fue así, basta contar con historiadores que no se vendan.

5. Sólo veo una solución: que sea Rajoy -de una porretera vez- quien tome la iniciativa y, como presidente del Gobierno español, diga lo que acabo de decir: (i) que alguien ha hecho algo que es una canallada; (ii) que Cataluña no es soberana porque tampoco España es soberana, ni Francia, ni Inglaterra ni la madre que lo parió; la soberanía nacional es un invento venenoso e irreal. Aquí, además, manda Merkel.  

6. Que sea Rajoy, como presidente del Gobierno español, quien nos haga saber que nos va a consultar a todos. No sólo a los catalanes. Los aragoneses también tenemos derecho a opinar. Y los andaluces y todo quisque.

7. No queremos opinar solamente sobre si España es España. Eso nos lo dejaron dicho los romanos hace más de dos milenios y fue ocurrencia de fenicios. Lo que queremos es (i) que el Gobierno gobierne como deseamos ser gobernados, y eso (ii) en todos los órdenes; (iii) queremos que el gasto púbico disminuya muchísimo más; (iv) queremos que la solidaridad con los que pasan hambre no sea lo que se recorte antes de recortar el gasto público; (v) queremos que cada uno hable como le dé la gana y si es que quiere que le entiendan; (vi) luego, al final, pregúntenos si preferimos ser familia humana o mirarnos el ombligo y decir que el de al lado nos roba. La última vez que me intentaron robar la cartera (que no llevaba, por fortuna) fue en el funicular que sube a Montserrat. Pero pregúntemelo también, por supuesto.

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