¿Son seguros los alimentos procedentes de organismos transgénicos?

España · PaginasDigital
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15 noviembre 2017
La modificación genética de un ser vivo constituye una parcela muy especial de la Biotecnología. El caso más general consiste en aislar del genoma de un organismo una región de su ADN correspondiente a un gen que confiere alguna ventaja a su portador e insertarlo en algún lugar del genoma de otro organismo de la misma o diferente especie. Estas operaciones de “ingeniería genética” se vienen practicando desde finales de los años setenta. Los primeros experimentos trataron de modificar el genoma de bacterias con fines aplicados. Más tarde se extendieron a las plantas cultivadas y animales domésticos con fines de mejoramiento de sus propiedades aplicadas.

La modificación genética de un ser vivo constituye una parcela muy especial de la Biotecnología. El caso más general consiste en aislar del genoma de un organismo una región de su ADN correspondiente a un gen que confiere alguna ventaja a su portador e insertarlo en algún lugar del genoma de otro organismo de la misma o diferente especie. Estas operaciones de “ingeniería genética” se vienen practicando desde finales de los años setenta. Los primeros experimentos trataron de modificar el genoma de bacterias con fines aplicados. Más tarde se extendieron a las plantas cultivadas y animales domésticos con fines de mejoramiento de sus propiedades aplicadas.

El proceso de modificación genética comienza con la identificación del gen responsable de una característica de interés de un organismo “donante”, que se aísla mediante técnicas de ingeniería genética y se inserta en el genoma de una célula del organismo “receptor”, una bacteria, una planta de cultivo, o una célula animal cultivada en el laboratorio. Hay diversos procedimientos para introducir genes en el genoma receptor (pistola de genes o biolística, electroporación, canalización a través de un vector natural de ADN como plásmidos bacterianos, etc.). Sea cual sea el método de modificación utilizado, la célula receptora incorpora entre sus genes el gen extraño, usualmente de forma aleatoria, por lo que es necesario identificar las células que habiéndolo incorporado lo mantienen en condiciones adecuadas. En el caso de las plantas esto se facilita gracias a su capacidad de regeneración vegetativa, en cultivos in vitro sobre medios inductores para el desarrollo. Las plántulas se analizan después para determinar si está presente el gen extraño y se seleccionan si funciona adecuadamente.

A los organismos modificados de esta forma se les denomina “organismos modificados genéticamente” (OMG) o “transgénicos”, y las aplicaciones han sido hasta el momento muy provechosas al permitir obtener bacterias que sintetizan fármacos (hormonas, enzimas, insulina humana, vacunas, vitaminas, factores de coagulación, etc.), variedades de plantas cultivadas resistentes a insectos, virus, bacterias, condiciones ambientales adversas, mejor calidad o producción, etc. y razas de animales domésticos de mejor calidad, más productivos o más resistentes a enfermedades.

La gran diferencia de la metodología para obtener los OMG y el mejoramiento genético tradicional, basado en el cruzamiento y selección, es que ahora se pueden saltar las barreras del aislamiento reproductor. De este modo se puede trasladar información genética de una especie a otra por muy alejadas que estén en la escala evolutiva sin recurrir a la vía del intercambio sexual. Además de conducir a la modificación de los caracteres de interés para su explotación comercial, la transgénesis abre la posibilidad de modificar los organismos en caracteres imposibles de abordar mediante la mejora genética tradicional.

Un par de ventajas más, desde el punto de vista de lo que supone la obtención de los OMG, es que el organismo adquiere la nueva propiedad de forma constitutiva. Hace suya la incorporación del gen extraño y su función será independiente de los agentes externos. Por otra parte, la modificación genética es mínima, apenas un gen o una región restringida del genoma de efectos conocidos, mientras que en la mejora genética tradicional basada en el cruzamiento y selección se mezclan los genomas de las formas parentales, lo que exige una labor de criba muy laboriosa a posteriori.

Se puede decir que desde la década de los noventa la “transgénesis” ha irrumpido con fuerza en la obtención de plantas para uso alimentario. La finalidad ha sido asegurar a los agricultores un mejor rendimiento y valor nutritivo de sus cosechas, fundamentalmente haciéndolas más independientes de los factores limitantes de la producción, como condiciones ambientales adversas, sequía, heladas, ataque de insectos u otros parásitos, y también menos dependientes de los productos fitosanitarios, como fertilizantes, pesticidas, insecticidas, herbicidas, derivados órgano-fosforados etc., que al margen de su elevado coste, son responsables de la contaminación de los acuíferos y en general del medio ambiente. Según un informe de la Universidad de Oklahoma la mayor utilización de maíz transgénico y también de animales de granja modificados genéticamente ha traído consigo un menor uso de productos químicos contaminantes, menor erosión del suelo y reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

En general, al no sufrir merma en su capacidad de crecimiento y desarrollo, las plantas transgénicas son más productivas y ofrecen mejores cosechas de semillas, frutos u otras partes de provecho para la elaboración de alimentos u otros usos. Esto significa una mejor calidad del agua y del aire y mejor calidad de vida en los ambientes que rodean a las granjas de explotación agrícola y ganadera.

A pesar de todas las ventajas indicadas, es curioso constatar la campaña desatada en contra de los alimentos transgénicos. Téngase en cuenta que quienes planifican los experimentos para la obtención de los OMG ya tienen en cuenta los pros y contras de sus obtenciones. No hay que temer a los OMG por el mero hecho de que se les haya introducido una pieza de ADN de otro organismo, también muchos productos farmacéuticos, que ingerimos o nos inyectamos son productos genéticamente manipulados.

Bueno, pues ante todo, tranquilidad. No. No hay ningún problema de seguridad en la ingesta de los OMG. Conviene recordar que los genes una vez que se han transferido a las plantas o a los animales transgénicos y que los transforman en alguna propiedad, se convierten en una parte de su genoma y, al igual que cualquier otro fragmento de ADN, son degradados durante nuestra digestión. Los cerca de 100.000 genes de origen vegetal o animal que nos comemos en nuestra dieta diaria son todos ellos degradados, reducidos a sus elementos químicos básicos, por lo que es absurdo temer ningún efecto “transformante” sobre nuestros propios genes o los de nuestra flora intestinal. También se ha señalado que los alimentos transgénicos podrían ser los causantes de las alergias que epidemiológicamente parecen haberse incrementado en las últimas décadas. Es otra acusación infundada, dado que los OMG no son contaminantes per sé. Si las alergias han crecido habría que buscar las causas en otra dirección, como la utilización abusiva de los productos químicos de la agricultura o la propia industria alimenticia, o los que progresivamente inundan el ambiente que nos rodea.

Por el contrario, la biotecnología por medio de la transgénesis plantea la posibilidad de obtener productos vegetales con contenidos en sustancias beneficiosas para la salud. De este modo se han sintetizado patatas y plátanos, portadores de vacunas contra la hepatitis, cólera o malaria, u otras especies vegetales portadoras de vitaminas antioxidantes para la prevención del cáncer o las afecciones cardiacas.

Tal vez, el caso más claro de los beneficios de esta tecnología lo presenta el caso del arroz dorado obtenido por el investigador suizo Ingo Potrykus, Profesor Emérito del Institute of Plant Sciences (ETH) de Zúrich [1]. Se trata de una variedad de arroz transgénico portador de un precursor de la Vitamina A, diseñado para erradicar una avitaminosis que es endémica en muchas regiones de países pobres. Según la Organización Mundial para la Alimentación (F.A.O.), los alimentos de las plantas modificadas genéticamente tienen por finalidad ser más nutritivos en términos de vitaminas o contenido mineral y desempeñan un papel significativo en la lucha contra la desnutrición en países del tercer mundo. De hecho, las Naciones Unidas recomienda la utilización de este arroz con vitamina A para ayudar a la reducción de deficiencias de tal alimento en el mundo.

Para finalizar viene bien recordar una frase del Dr. Norman Borlaug (1914-2009), pronunciada en 1970, en su discurso de recepción del Premio Nobel de la Paz: «los más grandes males que acechan a nuestro planeta Tierra son la ignorancia y la opresión, y no la ciencia, la tecnología o la industria, cuyos instrumentos, cuando se manejan adecuadamente, son herramientas indispensables para salvar la sobrepoblación, el hambre y las enfermedades mundiales».

[1] Beyer P, Al-Babili S, Ye X, Lucca P, Schaub P, Welsch R, Potrykus I (2002) Golden Rice: Introducing the {beta}-Carotene Biosynthesis Pathway into Rice Endosperm by Genetic Engineering to Defeat Vitamin A Deficiency. J. Nutr. 132:506S-510.

Nicolás Jouve es catedrático emérito de Genética y presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación Europea One of Us)

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