Editorial

Solución Monti

Editorial · Fernando de Haro
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12 marzo 2016
Rajoy puede (debe) adoptar la solución que Giorgio Napolitano arbitró en 2011. O alguna parecida. Si España fuese una república, si el artículo 99 de la Constitución diera más facultades al monarca para encargar la formación de Gobierno, si Felipe VI no tuviera una hermana sentada en el banquillo, si se pudiera equivocar sin comprometer la Jefatura del Estado en una situación tan complicada como la que estamos, si todo eso ocurriera la negativa del PP y del PSOE a abstenerse para formar un Ejecutivo podría solucionarse con el encargo, hecho desde fuera del sistema de partidos, para que “un hombre bueno” asumiera la presidencia. Apoyado, eso sí, por las tres formaciones lealmente constitucionales que suman 253 diputados de 350.

Rajoy puede (debe) adoptar la solución que Giorgio Napolitano arbitró en 2011. O alguna parecida. Si España fuese una república, si el artículo 99 de la Constitución diera más facultades al monarca para encargar la formación de Gobierno, si Felipe VI no tuviera una hermana sentada en el banquillo, si se pudiera equivocar sin comprometer la Jefatura del Estado en una situación tan complicada como la que estamos, si todo eso ocurriera la negativa del PP y del PSOE a abstenerse para formar un Ejecutivo podría solucionarse con el encargo, hecho desde fuera del sistema de partidos, para que “un hombre bueno” asumiera la presidencia. Apoyado, eso sí, por las tres formaciones lealmente constitucionales que suman 253 diputados de 350.

El tiempo no arregla por sí solo las cosas ni tampoco las arreglan unas nuevas elecciones. Como hemos visto en las dos últimas semanas, con investidura y postinvestidura, todo es susceptible de empeorar. Pedro Sánchez necesitaba ganar terreno frente a los suyos y lo ha hecho a costa de reforzar el cordón sanitario. Rajoy también repite discursos de refuerzo interno que le distancian cada vez más de los socialistas y de Ciudadanos. Se defiende de los 130 diputados que suma el pacto Sánchez-Rivera, que son más que sus 123. Y Albert Rivera ha dejado muchas heridas al acusar al líder de los populares de poner en jaque al Rey. El enrocamiento es creciente.

Ya que no hay presidente de la república, Rajoy puede hacer sus funciones. El gallego pregunta una y otra vez en sus mítines: ¿cómo le voy a explicar a mis votantes que mi partido, que yo, que he ganado las elecciones, no vamos a gobernar y vamos a facilitar un gobierno que no sea del PP? Pues como se explican todas las cosas: desde el principio. “Queridos amigos ha llegado la hora de hacer un gran sacrificio, de que vosotros hagáis un gran sacrificio, y de que yo lo haga con vosotros. Por mí no va a quedar. Siempre he sido un hombre razonable, siempre he puesto el bien de España por encima de todo, y sé que vosotros también sabéis hacerlo cuando es necesario. Así que he decidido renunciar a presidir el Gobierno. Para facilitar un acuerdo con el PSOE y Ciudadanos. Para hacer posible esa gran coalición que necesita España, preferida por el 37,5 por ciento de los españoles según los sondeos. Vengo a proponer que el independiente tal sea presidente y que formemos un Gobierno de varios colores”. Los asesores de Moncloa no tendrían dificultad alguna en escribir algo así o incluso más convincente.

El país necesita Gobierno. En una coyuntura internacional que cada vez plantea más dudas sobre la recuperación económica, cuando la lista de reformas pendientes es kilométrica y mientras el proceso secesionista en Cataluña avanza, es una frivolidad pensar que senza governo, meglio. Antes de la investidura, el 50 por ciento de los votantes del PP, según un sondeo, quería que su partido se abstuviera para facilitar la formación de Ejecutivo. Aunque según GAD 3, en una encuesta de esas mismas fechas, el escepticismo era grande: el 53 por ciento no creía que el acuerdo se fuera a cerrar. Sin duda el escepticismo ha aumentado.

España necesita Gobierno y al PP le conviene no ser el partido del no. Cada día que pasa aumenta su desgaste. La preocupación por la corrupción, como refleja la última encuesta del CIS se ha disparado ocho puntos: inquieta ya al 47,5 por ciento de los encuestados. Es la segunda preocupación después del paro. Y en esta hora del partido la corrupción tiene apellido popular. La mayoría considera a Rajoy responsable de no haber vigilado bastante. En el sondeo de intención de voto de GAD para ABC de mediados de febrero, el PP perdía 12 escaños. La encuesta más benigna en febrero era la de El Mundo que le quitaba cuatro escaños. El sondeo del Periódico de hace unos días le daba 13 escaños menos y 20 más a Ciudadanos. Parece que hay cierta unanimidad en reclamar que Rajoy dé un paso atrás. Algunos sondeos señalan que más del 64 por ciento de los españoles lo considera conveniente. Y una encuesta tan poco sospechosa como la que hizo GAD 3 para ABC a mitad de febrero refleja que una amplia mayoría no quiere que Rajoy vuelva a ser candidato. Según otra encuesta de El País, ya a finales del mes de enero, el 64 por ciento de los españoles quería que Rajoy se retirara.

Conviene que el PSOE no vuelva a acariciar la idea de llegar de un acuerdo con Podemos o las confluencias. La batalla de los últimos días en el partido morado ha reflejado hasta qué punto el tiempo corre en contra. Errejón estaría encantado de acercarse al PSOE si consigue vencer a Iglesias.

A tiempos nuevos, soluciones nuevas. Es difícil encontrar al Monti español, pero ese quizás sea otro síntoma de que, durante mucho tiempo, sin estar bajo la sigla de un partido, no se tenía dignidad civil. Buen tiempo para cambiar.

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