Israel-Palestina

Sólo se debe tomar partido por la paz

Mundo · Ignacio Santa María
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12 enero 2009
Causa sonrojo la inercia que en España tenemos a reducir la imagen de cualquier conflicto internacional a un esquema de buenos y malos (o de izquierda-derecha) y tomar alegremente partido por una de las partes en liza sin detenernos en los matices. En el caso de la última escalada de violencia en Gaza, muchos analistas han hecho esfuerzos por huir de simplismos maniqueos, alejados de la muy compleja verdad de los hechos, pero no han servido para evitar que afloren los tópicos de siempre.

Lo primero que hay que decir es que Israel ha lanzado una intervención militar tan inhumana e indiscriminada como ineficaz para combatir el terrorismo islamista. Es injustificable bajo todo punto de vista llevar a cabo una matanza de cientos de civiles inocentes, provocar miles de heridos, bombardear escuelas y ambulancias, rematar con saña a personas heridas e impedir el auxilio y la ayuda a las víctimas.

Pero no podemos pasar por alto que ésta era precisamente la reacción que buscaba Hamas en su desquiciada estrategia de ‘cuanto peor para todos, mejor para nosotros', y que para lograrlo abandonó las negociaciones que se habían establecido en El Cairo, rompió la tregua y reanudó el lanzamiento de cohetes contra las poblaciones israelíes cercanas a la franja. Lo hizo en un momento propicio para que el Gobierno de Tel-Aviv hiciera una de sus ya tradicionales demostraciones de fuerza desproporcionada: a las puertas de unas elecciones y en un contexto de transición de poder en Washington.

Hamas sabía bien que una reacción israelí de la máxima crueldad aseguraba que los medios de prensa occidentales iban a verse inundados con imágenes de cuerpos destrozados y niños ensangrentados, lo que lleva consigo un incremento de la simpatía de la opinión pública internacional hacia la causa palestina, que la organización islamista pretende arrogarse en exclusiva y por tanto un apoyo tácito a sus propios intereses.

Esta cínica instrumentalización por parte de Hamas es ignorada por la izquierda española, cuyos principales partidos y organizaciones, incluido el PSOE, se dieron cita este fin de semana en dos manifestaciones en Madrid y Barcelona donde se leyeron sendos manifiestos contra a la intervención militar israelí en los que no se dedicaba ni una línea a condenar las acciones del terrorismo yihadista, al que sólo se considera un "pretexto" del Gobierno de Olmert. Tampoco el presidente Zapatero, en su mitin de Orense, dedicó un solo reproche al centenar de cohetes que diariamente lanza Hamas contra poblaciones de Israel.

Al condenar solamente la violencia de una de las partes, el presidente del Gobierno y los manifestantes, que coreaban "Palestina vencerá" y portaban una pancarta en la que se calificaba la ofensiva del Tsahal como "genocidio", se convierten en rehenes del juego maquiavélico de Hamas.

Tomar postura en el trágico y enquistado conflicto palestino-israelí no es cosa fácil. Si uno bucea en la larga historia de esta guerra se da cuenta de que, por una parte, Israel es la parte que más a menudo ha violado el derecho internacional con su fenomenal expansión geográfica contraria a las resoluciones de la ONU, con la ignominia de la construcción de asentamientos de colonos y el levantamiento del muro, con el sistemático empleo desproporcionado de la fuerza y con la asfixia económica del pueblo palestino.

Pero, al mismo tiempo, ese repaso de la historia, si es honesto, debe reconocer que los sucesivos líderes palestinos han sido igualmente culpables del alargamiento del conflicto y del consiguiente sufrimiento de su propio pueblo, por haber recurrido al uso de la violencia dejando morir los diversos planes de paz, por haberse aprovechado de la situación dando rienda suelta a la corrupción y al enfrentamiento entre facciones, por haber dejado crecer en su seno al fanatismo islamista -no sólo el de Hamas, también el de los Mártires de Al-Aqsa, ligados a Al Fatah- y, en definitiva, por no haber sido capaces de gestionar la autoridad nacional palestina siguiendo un modelo de Estado moderno, democrático y estable. Ser más débiles no significa ser inocentes.

Se puede y se debe tomar postura pero no por uno y otro bando sino por los verdaderos partidarios de la paz, que los hay entre palestinos y entre israelíes. También hay que tomar partido a favor de los distintos agentes que tratan de impulsar iniciativas de paz desde el ámbito internacional. Es muy importante, en este sentido, la actitud de los gobiernos árabes que desde hace siete años reconocen la legitimidad del Estado de Israel y que, como es el caso de Egipto, lideran en estos momentos iniciativas de paz. En el conflicto entre palestinos e israelíes, sólo es razonable y justo apoyar a los que impulsan la paz.

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