Solo los cristianos ofrecen garantías de paz

España · Georges Abou-Khazen, vicario apostólico latino en Alepo (Siria)
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14 enero 2016
Los atentados del 11 de septiembre de 2001, seguidos de otros atentados terroristas de sobra conocidos, han marcado al mundo occidental, le han hecho tomar conciencia del peligro que supone un fenómeno que ya se ha extendido por buena parte del planeta: el terrorismo yihadista. Un fenómeno que avanza paralelo a la persecución de los cristianos, en continuo aumento según las estadísticas de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Una violencia que encuentra terreno fértil en las situaciones creadas tras la oleada de las llamadas “primaveras árabes”. 

Los atentados del 11 de septiembre de 2001, seguidos de otros atentados terroristas de sobra conocidos, han marcado al mundo occidental, le han hecho tomar conciencia del peligro que supone un fenómeno que ya se ha extendido por buena parte del planeta: el terrorismo yihadista. Un fenómeno que avanza paralelo a la persecución de los cristianos, en continuo aumento según las estadísticas de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Una violencia que encuentra terreno fértil en las situaciones creadas tras la oleada de las llamadas “primaveras árabes”. En este contexto navega el nuevo libro de Mario Mauro y Matteo Forte, titulado “Contra la cruz”. La intensificación del problema del “estado islámico”, que cada vez atrae más la atención de los medios, aumenta la necesidad de conocer bien las raíces de este movimiento, así como la realidad de los acontecimientos que se producen en Oriente Medio.

De ahí la importancia de un texto que enfoque esta situación de forma clara y equilibrada, ofreciendo al lector un escenario rico e iluminador, con un lenguaje sencillo y accesible. Los autores van directamente a las raíces. Por una parte, una guerra secular y fratricida que protagonizan las dos principales confesiones del islam: sunitas y chiítas, ambos liderados por dos estados teocráticos, Arabia Saudí e Irán respectivamente. El libro explica las recientes manifestaciones de este antiguo conflicto, que se renueva y fortalece gracias a grandes alianzas políticas. Por un lado, un Oriente Medio dividido en estados “inventados” en el acuerdo de Sykes-Picot tras la Primera Guerra Mundial y construido sobre las cenizas, que nunca se apagaron del todo, del imperio otomano. Sin olvidar el nacimiento de los nacionalismos árabes a los albores del siglo pasado, y con ellos las corrientes islámicas que les miran con sospecha, considerándolos una forma de traición al islam.

Esta es la complejidad de la situación actual, causada por “elementos autóctonos que […] se insertan en un contexto geopolítico más amplio que contempla, este sí, entre sus actores principales a Occidente”. En este escenario, los autores narran cómo la interrelación entre los intereses políticos y económicos de los países occidentales con la ambición de los reinos sauditas, principales difusores de la corriente islámica wahabí, favorece el crecimiento de un movimiento yihadista global. “Los petrodólares que cubren de oro la casa saudí no son otra cosa, por tanto, que la palanca con la que ejercitar este poder autoconferido dentro del mundo musulmán: quien está con los reyes de Riad también es objeto de su caridad”.

A su lado emergen también las ambiciones neo-otomanas de Erdogan, que no han hecho más que agravar una situación ya de por sí complicada. Mientras, en contraposición observamos la consolidación de un “eje chiíta que, desde Teherán a Beirut, pasando por Damasco, une la república de los ayatolás al último régimen laico de Siria, llegando a los Hezbollá libaneses. Eje al que se oponen, a veces de forma unitaria y a veces de forma divergente, los países sunitas del Golfo junto a Turquía, comprometida en los últimos años con el premier Erdogan en un brazo de hierro interno con las instituciones laicas y el poder militar, en un intento continuo de recuperar un papel de guía dentro del mundo musulmán”.

El análisis del libro no se limita a puras informaciones, pues Mario Mauro, como testigo ocular, ofrece el lado humano de un tema extremadamente complejo, a menudo tratado en la prensa occidental de forma reducida. De hecho, Mauro se encontró en Iraq ante los rostros aterrorizados de los desplazados que tuvieron que huir de la violencia del IS, pero además de miedo también vislumbró en ellos esperanza. Con la habilidad del político y la fe del cristiano, los autores dan voz a estas personas, perseguidas porque llevan el nombre de “cristiano” y con él la cruz de su maestro. El texto no es, por tanto, un simple relato informativo, sino más bien una rica perspectiva, arraigada en la esperanza cristiana, puesta hoy a dura prueba pero nunca apagada. Los autores ayudan a los cristianos occidentales a responder a las preguntas sobre el sentido de la violencia sufrida por sus hermanos orientales. De hecho, es lícito preguntarse si todavía tiene sentido la presencia cristiana en esa zona geográfica, teñida con el color negro del califato. ¿Qué misión podría tener una comunidad pequeña y cansada de sufrir? Mauro y Forte no dudan en identificar en los cristianos de Oriente Medio el elemento de estabilidad para toda la región. Ellos, a los que ambas partes enfrentadas ven como un “tercero incómodo”, son la garantía de una sociedad capaz de acoger en su seno al que es diferente. “La verdad es que en el mundo islámico solo volverán de nuevo a convivir sunitas y chiítas si se da el reconocimiento de las comunidades cristianas como un factor relevante para la vida de esas realidades nacionales. A lo que se añaden razones históricas que documentan esa presencia en aquellos lugares desde antes de la llegada del mismo islam”.

Los cristianos siguen siendo, ante los grandes números de esta catástrofe humanitaria, un signo pequeño y frágil, pero en su aparente fragilidad ofrecen una eficacia real para el futuro de sus países que, de un modo u otro, se refleja en el escenario mundial. Gracias a los cristianos, será más difícil que Oriente Medio quede convertido definitivamente en un “agujero negro” de intolerancia y violencia. Y esto los cristianos lo pueden hacer no solo con su testimonio personal, sino también con sus innumerables obras en el ámbito educativo, sanitario y caritativo, dirigidas a todos sin distinción alguna, junto a su perseverante oración por sus perseguidores. Entonces, “la defensa de esta presencia no se identifica con una batalla identitaria, sino que coincide con la defensa de espacios reales de libertad y desarrollo para toda la zona”. Por esta razón, los autores formulan una especie de invitación a la comunidad internacional, especialmente a la europea, a una acción política que sirva “a una perspectiva fundada sobre la convivencia humana que abre un camino transitable”.

Mientras tanto, en Alepo, hemos querido abrir la Puerta Santa para aprovechar la gracia de este Año Santo. La ceremonia tuvo lugar el pasado 12 de diciembre en la iglesia de San Francisco, con la participación de todos los ritos católicos de Alepo y la presencia de muchos fieles. Para nosotros es signo de esperanza, pues el Señor siempre es misericordioso y padre clemente y providencial, incluso en medio de las dificultades que vivimos. La necesitamos para defendernos de la violencia y de la muerte, pues solo el amor y la misericordia generan la vida y el nacimiento de una sociedad nueva.

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