Sobre el origen español de los magos de Oriente y algo más

Mundo · José Andrés-Gallego
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7 enero 2014
Hace meses, llamó la atención que, en “La infancia de Jesús”, Benedicto XVI quitara el buey y el burro que se hallaban junto al pesebre sobre el que María tuvo que recostar al niño recién nacido. Y, unos días después, se comentó también con sorpresa que situara en España el origen de los Magos de Oriente (que, por cierto, acaban de pasar nuevamente por aquí, como todos los años).

Hace meses, llamó la atención que, en “La infancia de Jesús”, Benedicto XVI quitara el buey y el burro que se hallaban junto al pesebre sobre el que María tuvo que recostar al niño recién nacido. Y, unos días después, se comentó también con sorpresa que situara en España el origen de los Magos de Oriente (que, por cierto, acaban de pasar nuevamente por aquí, como todos los años).

Este último hecho (que me parece muy de agradecer, la verdad) me induce a aclarar ambas cosas y dar un paso más (un poco atrevido, ya sé). Benedicto XVI no echó afuera ni al asno ni al buey. Dijo tan sólo que la noticia de que debían estar allí viene del libro de Isaías 1:3. Es, por tanto, una profecía y, como tal, hay que entenderla. En cuanto a que los Magos salieron de España, lo que dijo en realidad es que, entre los primeros cristianos, durante siglos, se puso en relación su viaje con el salmo 72:10 y con Isaías también, sólo que el del capítulo 60. Querría detenerme en este último y traducir literalmente el texto hebreo, para matar dos pájaros de un tiro y explicar por qué dijo eso Benedicto XVI y qué podría añadirse.

Concretamente, llaman la atención estas cosas: primero, que Isaías habla a Jerusalén como si fuera una persona y le dice que se levante (60:1) porque Yahweh se ha levantado sobre ella y la gloria de Yahweh aparece sobre ella misma (60:2). Por eso (aquí la segunda cosa) acudirán a Jerusalén gentes de todas las naciones. Rebaños de camellos y dromedarios de Madián y Efá la cubrirán y llevarán incienso y oro (60:6).

Pero, desde el siguiente versículo (“estico”, suelen decir los entendidos), es Yahweh mismo quien toma la palabra y sigue hablando en primera persona a Jerusalén (60:7). Y hete aquí que le dice: “Ciertamente, me miran [las] islas y, en cabeza, barcos de Tarsis para traer de lejos a tus hijos, su plata y oro con ellos, para [el] nombre de Yahweh, [que es] tu Dios y el santo de Israel; pues Israel te ha dado esplendor” (60:9). Lo que añade a todo esto el salmo 72:10 es la afirmación de que vendrán reyes de Tarsis.

Ahora las conclusiones: (i) Cuando se habla de “las islas” en la Biblia, se entiende los lugares más remotos e inaccesibles; es un giro que se repite mucho y casi siempre tiene ese sentido. (ii) Tarsis era Tartesos, la ciudad mítica hispana (que es el topónimo occidental que se menciona más en la Biblia, con gran diferencia respecto a cualquier otro; era, por tanto, el más familiar entre los judíos del Levante mediterráneo. ¿Sólo por su riqueza? Pero -atención- esos barcos de Tartesos de que habla Isaías 60:9 traen a (iii) hijos de la propia Jerusalén (“tus hijos”), o sea hebreos que, por lo visto, se hallaban en Tartesos.

Recuerden ahora que los judíos sefardíes -o sea de“Sefarad”, España- alegaban siglos después que no formaban parte de las gentes que mataron a Jesucristo, dado que descendían de judíos establecidos en Ispania antes de que naciese Jesucristo. Digo “Ispania” porque ya saben que es nuestro nombre original. Cunchillos probó hace años que es palabra fenicia del segundo milenio antes de Cristo y significa dos cosas distintas (pero netamente complementarias y que conciernen directamente a la situación y a la economía de Tartesos): “costa del norte” (vista por quien navega por el Mediterráneo) y “costa de fundidores”, herreros en definitiva.

Sólo una cosa más: interpretar el capítulo 60 de Isaías como anuncio del nacimiento del Cristo Jesús supone otro elemento para apoyar la hipótesis de que, entre los judíos de comienzos de nuestra era -digo los que vivían en Israel, por lo menos-, se consideraba que Yahweh es el Hijo de Dios (de Dios Padre, el Altísimo, Elyón por nombre bíblico). Esto último lo confirma un manuscrito de Qumrán que brinda una versión del Deuteronomio 32:9 distinta de la que, mucho después (en el siglo X), preferirían los judíos (y los propios cristianos). La estudió Skehan hace más de medio siglo y, no sé por qué, no se ha incluido en la edición -monumental- de los manuscritos de Qumrán.

En tal caso, ¿es Yahweh la Palabra del Señor, o sea Jesucristo? (Digo -cuidado- según lo que se lee en ese manuscrito de Qumrán -que es necesariamente anterior al año 70- y lo que había anunciado Isaías; no me pidan cuentas de ello; yo no soy ni Isaías ni esenio. Ni siquiera me llamo Skehan).

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