Siria y las elecciones presidenciales en EE.UU
En solo una semana, la aviación rusa ha causado al Isis más daños de los que ha sufrido en un año por parte de la coalición puesta en marcha por los Estados Unidos. Una campaña que los rusos están documentando con esmero, difundiendo videos e imágenes de sus bombardeos.
Nunca antes se ha visto una documentación similar por parte de las fuerzas estadounidenses. Más bien hemos asistido con inquietud a la proliferación de videos del califato que mostraban a los milicianos y sus convoyes en bellas panorámicas, a la luz del sol y sin temer ninguna perturbación.
Antes o después, Estados Unidos debería explicar a la comunidad internacional por qué tanta ineficacia criminal en los últimos meses, que ha permitido al tumor propagarse en metástasis. Y por qué, como señalaba un diplomático ruso, todo este tiempo han bombardeado en el desierto. La necedad militar, por lo que parece endémica en el ejército norteamericano de los días del Vietnam, solo puede explicar en parte el trágico resultado.
Hoy los actores del Isis huyen presa del pánico. Se tienen noticias de 3.000 refugiados en Jordania y 600 en Turquía. Hay que decir que en estos estados ni se les buscaba ni se les perseguía, a pesar de que ambos se habían adherido a la escurridiza coalición anti-Isis mencionada arriba.
En resumen, el juguete se cae a pedazos. Suscitando las lamentaciones del senador John Mc Cain, que protesta porque los rusos han bombardeado a los “rebeldes adiestrados por la CIA”, pues muchos han leído la admisión de un vínculo entre los servicios secretos estadounidenses y formaciones terroristas ya que en Siria no hay ni rastro de rebeldes moderados.
Esto ha desatado las reacciones de Turquía y Arabia Saudí, que junto a otros estados árabes y occidentales estarían meditando la posibilidad de construir una especie de escudo defensivo para los rebeldes. Existe el riesgo, a decir verdad no demasiado custodiado, de que se termine creando una red protectora para los terroristas.
Pero todavía estamos ante las primeras sacudidas de esta nueva fase del conflicto sirio y aún son muchas las incógnitas sobre el terreno.
Pero lo que hay que señalar es que en la política de contraste frente al Isis se registra una seria grieta entre el presidente de Estados Unidos y la candidata demócrata a sucederle, Hillary Clinton, que “siempre ha sido mucho más intervencionista que Obama”, como demostró con ocasión del conflicto en Iraq y Libia. Por eso, los neocon han apostado por ella (aunque también tienen candidatos “amigos” entre los republicanos) como próximo inquilino de la Casa Blanca.
De hecho, el motivo que la enfrenta con Obama, más allá de puntos de divergencia explícitos, es la política de “apaciguamiento” respecto a Putin. La toma de distancia de Clinton, con problemas en las encuestas a pesar de las prometedoras expectativas, le permite apoyar una posición más “libre” y crítica en relación con las decisiones de Obama.
Una crítica, en cambio, que si por una parte se enfrenta a la paralela y opuesta de los republicanos, por otra, en el caso de un feliz resultado del acuerdo Putin-Obama, puede resultar un fracaso. De hecho, este resultado favorecería más bien a un demócrata de otro perfil, más cercano al presidente actual. Por ejemplo, Joe Biden, siempre que el vicepresidente de Estados Unidos venza sus reservas y se presente, algo que también Obama está intentando.
Esta carrera hacia la Casa Blanca ha empezado mucho antes que las anteriores. En general, la victoria de un candidato frente a otro, salvo excepciones, indica la victoria de una perspectiva para los Estados Unidos de América (y para el mundo). Esta vez corre el riesgo de ganar la retrospectiva; mejor dicho, fuera de metáforas, la perspectiva vencedora hoy podría establecer al futuro emperador.