Sínodo: Francisco orienta el foco

Mundo · José Luis Restán
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23 marzo 2015
Faltan seis meses para la Asamblea del Sínodo de los Obispos dedicada a la vocación y misión de familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, y es lógico que se observen con lupa las declaraciones del Papa que hacen referencia a este tema, que él mismo ha situado en el palo mayor de su pontificado. Lo que resulta curioso es el escaso reflejo que han tenido (especialmente en nuestro país) algunas recientes afirmaciones de Francisco, por ejemplo, aquellas en que considera “desmesuradas” algunas expectativas formuladas antes de que se desarrolle el debate sinodal.

Faltan seis meses para la Asamblea del Sínodo de los Obispos dedicada a la vocación y misión de familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, y es lógico que se observen con lupa las declaraciones del Papa que hacen referencia a este tema, que él mismo ha situado en el palo mayor de su pontificado. Lo que resulta curioso es el escaso reflejo que han tenido (especialmente en nuestro país) algunas recientes afirmaciones de Francisco, por ejemplo, aquellas en que considera “desmesuradas” algunas expectativas formuladas antes de que se desarrolle el debate sinodal.

Esta declaración se produjo durante la entrevista concedida a la periodista mexicana Valentina Alazraki, corresponsal de Televisa en Roma, que ha dado la vuelta al mundo. El Papa explica la gestación de ambos sínodos, centrados en el desafío que supone para la Iglesia la crisis actual de la familia. Y sobre ésta, desde luego, Francisco no se muerde la lengua. “La familia está en crisis”, sostiene el Papa sin rodeos, y advierte que no se refiere a problemas de infidelidad sino a algo mucho más profundo: “se ve que los jóvenes no quieren casarse, simplemente conviven. Y no lo hacen por protestar de nada, sino que expresan así sus cosas”. Frente a la pregunta de la periodista, que insistía por enésima vez en la cuestión de la comunión para los divorciados y en la aceptación de las parejas homosexuales, Francisco coloca el foco en este hecho desolador: vivimos en una cultura que no considera a la familia, en la que la gente, simplemente, no quiere casarse. Esta última afirmación la ha realizado el Papa ante miles de jóvenes que dialogaban con él en Nápoles, la tarde del pasado sábado.

Pero volvamos a la entrevista en Televisa. Francisco explica pacientemente a su interlocutora que ante el drama de tantos matrimonios rotos, algunos se plantan ante la Iglesia diciendo: “yo quiero tomar la Comunión y ya está”. Y advierte que, planteado así, la comunión vendría a ser como “una escarapela, una honorificencia”. A lo que el Papa responde con contundencia: “¡no!, con eso no se soluciona nada, lo que la Iglesia quiere es que vos te integres a la vida de la Iglesia”. El desafío, sin falsos atajos ni recetas simplonas, consiste en que estas personas puedan integrarse en la vida de la Iglesia con sus heridas, con sus situaciones imperfectas. Escuchemos a Francisco: “Si creen, aunque estén en una situación irregular, y la reconocen y la aceptan, y saben lo que la Iglesia piensa de esas cosas, no es impedimento. Cuando hablamos de integrar es meter todo esto, después acompañar procesos interiores”.

Otro asunto sobre el que está insistiendo el Papa reiteradamente los últimos meses, sufriendo una auténtica censura de tantos medios que parecen aplaudirle, es el de la colonización ideológica de la familia. Esa colonización, que ya denunció con fuerza en Filipinas mientras rendía homenaje al valor profético de la Humanae Vitae de Pablo VI, “destruye a la familia”. Francisco no ha dudado en mencionar la ideología de género (gender), ni en Televisa ni ante los jóvenes de Nápoles, a los que confió que se trata de “un desbarre de la mente humana”. Curioso, no lo he visto en ningún titular de prensa.

“¿Qué hacer con una cultura que desprecia a la familia, donde la gente prefiere no casarse?”, repitió Francisco ante los jóvenes que le interrogaban sobre la aventura de construir una familia. “No tengo recetas”, les dijo el Papa, pero para esto se ha convocado el Sínodo. Y en seguida abordó uno de los temas que para él son centrales cara al futuro. “La preparación al matrimonio no es cuestión de hacer un curso”, ha dicho Francisco: cómo convertirse en esposos en ocho lecciones… Se trata de otra cosa. La preparación al matrimonio debe empezar en casa, con los amigos, en el noviazgo… que hoy ha perdido en muchos casos el sentido sagrado del respeto. No existen recetas, desde luego, pero el Papa añade que lo decisivo es el testimonio del amor, el testimonio de cómo se resuelven los problemas; y ese testimonio se ve y se aprende en la comunidad cristiana, que es una red de familias. Sí, la familia está hoy bajo ataque (“sotto attacco”, Francisco dixit), atraviesa una crisis profunda y no es fácil dar una respuesta. En todo caso, la respuesta pasa a través del testimonio que teje la vida cotidiana de la comunidad cristiana, con su alegría y sus dolores, con su experiencia de que la gracia de Cristo cura y reconstruye lo que nuestra estupidez asola cada día. Y desde luego, la respuesta no vendrá de un manual de soluciones prefabricadas, ni de los titulares de cierta prensa, tan locuaz como censora de las palabras del Papa.

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