Sin un referéndum, Europa está al borde de una guerra
¿Cómo valora el resultado del referéndum en Grecia?
Ante todo hay que respetar el voto griego. Se equivocan los que lo interpretan como una especie de eliminatoria entre el euro y el dracma, porque evidentemente detrás hay mucho más que eso. Hay un juicio negativo sobre Europa por parte de grupos de la derecha soberanista griega, pero también lo que han votado “sí” realmente no quieren una Europa tal como está. El referéndum no se refería a un juicio contingente técnico sobre euro y dracma, sino que se abría en cambio al sentido y al proyecto político de la Unión Europea.
¿Qué le parece la forma en que los líderes europeos han reaccionado a la victoria del “no”?
Las declaraciones de los protagonistas europeos dicen mucho sobre su estado de ánimo y su disponibilidad real. La insistencia sobre el hecho de que ahora será Atenas quien tenga que hacer una propuesta es realmente paradójica. Personalmente, me parece un error que se añade sobre otro error. Solo Juncker ha intentado poner más corazón que obstáculos. Pero hoy no basta con buenas intenciones, habría que replantearse de manera crítica los errores de los últimos 30 años.
Algunos parecen condenados a no entenderse. ¿No sería mejor que cada uno fuera por su lado, como propone Grillo en Italia al referirse a la relación entre italianos y alemanes?
El único resultado histórico posible de la posición de Grillo sería el conflicto. Si no nos entendemos y cada uno va por su camino, debemos ser conscientes de que antes o después nuestros caminos volverán a encontrarse. Y si en ese punto nadie frena a tiempo y no hay un semáforo, terminaremos chocando. La actitud de Grillo carece de una perspectiva histórica real porque lleva a repetir los errores de un pasado que hoy nos parece muy lejano pero que podría repetirse mucho antes de lo que podamos esperar.
¿Con qué consecuencias?
Ese pasado condujo a las potencias europeas a emprender dos guerras mundiales, y hoy el problema de la guerra en Europa es muy real. Detrás de las crisis se esconde una suerte de guerra económica-financiera. Pero una cosa es encontrar una composición sobre los aspectos marginales de una crisis, y otra es cuando hay ejércitos alineados que marchan uno contra otro.
¿La convivencia forzosa en el euro no acerca aún más la perspectiva de una guerra?
No es así, y el ejemplo americano, por lejano que nos parezca, así lo documenta. La Constitución de EE.UU no excluye totalmente la posibilidad de nuevos derechos, pero genera anticuerpos para que en vista de un bien común supremo se pongan en un segundo plano los intereses particulares de los estados.
¿Pero qué tiene que ver eso con Europa?
Muchos problemas nacen del hecho de que hoy los países del este con un pasado comunista sienten con mucha fuerza el sentido de su ser nación. Durante muchos años, los países del Mediterráneo se han limitado a utilizar a la UE como un cajero automático, pero no se han organizado como sistema nacional que recogiera los reflejos estratégicos de esa construcción. Las naciones del norte en cambio son mucho más capaces de realizar esta operación. Por último, han llegado los países del este y su protagonismo exasperado ha obligado a todas las demás naciones a replantearse su forma de estar en Europa. Pero esto no permite afrontar ciertas cuestiones de fondo.
¿Cuáles?
Solo citaré una. Alguien tiene que explicarme por qué después de que la UE eliminara las fronteras internas, las fronteras externas siguen siendo aún una competencia nacional. Me parece una contradicción evidente.
¿Para resolver estas cuestiones pendientes durante décadas basta con reuniones como las de estos días?
Reuniones entre gente sin coraje ni ideales difícilmente pueden surtir efecto alguno. Con la excepción tal vez de Mario Draghi y algunas palabras de Juncker, este coraje y estos ideales no se han visto.
¿Usted puede proponer alguna solución?
Hay que firmar acuerdos con los pueblos. Si el pueblo griego ha sentido la necesidad de hacer un referéndum, evidentemente no se reconocía representado en las sedes europeas. Este hecho no puede dejarnos indiferentes.
¿Qué se puede hacer?
Lo mismo que se hace a nivel nacional cuando un gobierno deja de tener mayoría en el Parlamento. Después del referéndum griego, debemos tomar conciencia de que el equilibrio institucional, tal como se ha establecido tras las últimas elecciones europeas, ya no responde a la necesidad de representación que tiene la opinión pública. Por tanto, hay que reformar las instituciones a la luz de estos nuevos datos.
¿Hacen falta entonces elecciones anticipadas?
Puesto que el resultado del referéndum griego nos permite comprender el objetivo déficit democrático de las instituciones europeas, debemos volver a legitimar esas mismas instituciones mediante nuevas elecciones. Pero hay que acompañar la identificación de los representantes del pueblo con un juicio claro de los ciudadanos de la Unión sobre algunos temas clave.
¿De qué modo?
Podemos recuperar, en positivo, lo que nos enseña el referéndum en Grecia. Yo siento la necesidad de volver a legitimar el proyecto europeo pidiendo que los pueblos se expresen sobre algunas cuestiones importantes. ¿Los pueblos quieren realmente una política exterior de defensa común por parte de la UE? ¿Los pueblos quieren realmente tener las mismas condiciones de competitividad dentro del mercado común, teniendo incluso un único sistema fiscal? Hay que preguntar estas cosas a la gente. Mi propuesta es organizar un referéndum en toda Europa, sin poner en discusión la idea de tener un destino común, pero sí planteando cuatro o cinco cuestiones fundamentales.
¿Qué otros temas se pueden resolver mediante un referéndum?
Por ejemplo, la cuestión del control de fronteras, tan de actualidad tras las recientes llegadas masivas de inmigrantes. O la unión fiscal, por dar un esqueleto a una construcción europea que hasta ahora ha sido demasiado monetaria. Mientras el euro se aplique en países con disciplinas fiscales distintas, es como si hubiera muchos participantes en una misma maratón, pero algunos participaran con los zapatos llenos de arena.
¿Desde cuándo se ha hecho defensor de los referéndum?
Hubo un tiempo en que no lo era, pero hoy comprendo que puede ser una solución adecuada. Si la pregunta del referéndum no es un banal “Europa sí o Europa no”, sino cómo cambiar este Europa, será la mejor aportación por parte de nuestra gente.