Siete libros (¿para regalar?)

Cultura · Álvaro de la Rica
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5 enero 2011
Mi amigo Víctor Gallego me manda desde la fría Noruega su último trabajo: el libro-audio (Ediciones Singulares, 2010) sobre Tolstói, de la serie Los escritores y la música. Incluye un estudio de Víctor sobre la relación del genio ruso con la música. Una delicia. Y, junto al texto, un CD con la música que oía el novelista (comenzando por un Vals en fa mayor compuesto por Tolstói). Merece la pena escucharlo.

Otro buen amigo, el novelista chileno Carlos Franz, ha presentado en Madrid La prisionera. Una novela que se desgrana en un rosario de cuentos; un puñado de cuentos que conforman una perfecta imagen novelística. El libro, editado en Chile, ha obtenido importantes premios, y no me extraña en absoluto. La escritura de Carlos es deslumbrante: por su fuerza, por su ritmo, por su riqueza léxica. Los demonios de Carlos (el mal, la estupidez, el dolor, la falsedad que encierra cualquier construcción cultural o religiosa) reaparecen aquí como un viento helado que corta la respiración. Alta literatura. Un cuchillo. Carlos es el sucesor natural de los Fuentes, Vargas Llosa, Lezama.

Corina Dávalos, amiga, poetisa en este caso, ha publicado un bellísimo, mínimo, esencial libro de poemas. Memoria del paraíso (Siltolá Poesía, 2010). Bloguera de raza, creo que algunas de las composiciones habían aparecido antes en su bitácora. Poder acunarlas entre los brazos, portarlas con uno (como he hecho yo durante mes y medio), abrir el libro y encontrar bellezas como ésta: ASOMBRO. CONTRALUZ, calor y tiempo: / como florece la rosa, / así madura el misterio. Pienso que Corina, si no se traiciona a sí misma, hará una obra poética importante.

Llevo tres noches leyendo, para espanto de Paula, un ensayo de Remo Bodei sobre el fenómeno del déjà vu. Pirámides de tiempo. Hablaré con calma de este libro, que tiene luces y sombras. La principal virtud, a mi modo de ver, está en que el filósofo italiano haya sido capaz de enfrentarse con algo que yo siempre he pensado que tiene un hondo calado metafísico. La sombra, aunque habría mucho que matizar, puede ser que no acabe de enfrentarse al fenómeno desde ese plano. Lo psicológico pesa más, pero me parece que es así porque Bodei no sabe muy bien que hacer con lo que está más allá de lo que se percibe o se ve. Se pierde. Le falta imaginación creativa. No obstante, el tema es tan interesante que la lectura resulta provechosa.

He leído dos documentos, en sendos volúmenes aparecidos recién, que os recomiendo vivamente. El primero, en Hannah Arendt, Lo que quiero es comprender (Trotta, 2010), la carta con la que la filósofa contesta a las acusaciones que había recibido, de parte de Gerhard Scholem, de carecer de afecto a lo judío. Todo giraba entorno al proceso Eichmann y a las consecuencias del famoso libro de la discípula de Heidegger. Alucinante la dureza de las cosas que se dicen, con toda lealtad, respeto y honestidad intelectual. Estos no se andaban por las ramas. Pienso que, junto a la correspondencia de Arendt y Jaspers (incluida en parte en el volumen), de Heidegger y Jünger, y del propio Scholem con Walter Benjamin, este texto apunta a la cuestión esencial de la dialéctica individuo frente a sistema de pensamiento (en cualquiera de los campos o facetas de la vida a la que queramos aplicarlo). El segundo documento es una entrevista que Kevin Power hizo a Pablo Palazuelo en 1995, y en la que hablan a fondo de los primeros tiempos del pintor en París. Me ha interesado el relato que hace de la llegada entonces a la capital de Francia de Eduardo Chillida. Sorprendente lo que dice. Está en un magnífico catálogo que la Fundación March ha editado sobre Palazuelo. Incluye también unas interesantes cartas cruzadas con mi adorado Claude Esteban.

Y, por último, ha salido por fin el texto que Pascal Quignard dedicó al pintor francés Georges de la Tour. Quignard deseca lo que toca. Cómo no recordar su libro, magnífico por lo demás, El odio a la música. Juega esa baza porque se piensa que es la portroyalista. Le falta el espíritu de mes dames et de mes sieurs. Los que hemos aprendido a mirar con Don José (Jiménez Lozano) sabemos que ahí había algo más, pero aún así, y por contradictorio que parezca este approach, el librito es una joya. Yo me alegro de tenerlo en casa al alcance de la mano.

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