Entrevista a Ramón González Ferriz, director de Ahora

´Si la crisis es antropológica no se puede parar´

España · Fernando de Haro
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7 septiembre 2015
El próximo 17 de septiembre estará en los quioscos Ahora, un nuevo semanario. Conversamos con Ramón González Ferriz sobre la actualidad (nacionalismo, Podemos, Gobierno) y sobre otras cuestiones más de fondo.

El próximo 17 de septiembre estará en los quioscos Ahora, un nuevo semanario. Conversamos con Ramón González Ferriz sobre la actualidad (nacionalismo, Podemos, Gobierno) y sobre otras cuestiones más de fondo.

Hace unos meses Enrique Krauze escribía que “el nacionalismo ha sido una de las ideologías más poderosas y devastadoras desde el siglo XIX”. ¿La frase se puede aplicar a lo que está sucediendo en Cataluña?

Estoy muy de acuerdo con Krauze, creo que el nacionalismo es una ideología pésima: su historial en el siglo XX es espantoso. No me gusta ningún nacionalismo, y tampoco el nacionalismo catalán: creo que a los catalanes nos ha hecho más mal que bien. Sin embargo, me parece un error grave equiparar, como se ha hecho últimamente en España, el nacionalismo catalán con otros que tuvieron su expresión más brutal en los años treinta del siglo pasado. No, el nacionalismo catalán no es nazi, no es fascista. El nacionalismo es una ideología que aparece de vez en cuando casi en cualquier parte que creo que no beneficia al conjunto de la población y que tiende a ser antiliberal y a poner los privilegios de una minoría por encima de los derechos y las libertades de todos. Mi opinión es que hay que oponerse a él porque es malo, pero las comparaciones inflamadas no solo no ayudan, sino que perjudican.

¿Cómo calificaría la actuación del Gobierno ante la ofensiva secesionista?

Me he hecho esa pregunta muchas veces y no tengo una respuesta clara. ¿Debería el Gobierno haber ofrecido alguna contrapartida, como una reforma constitucional o un pacto fiscal, que calmara el independentismo? ¿O ha hecho bien no moviéndose en nada? Y dentro de esa opción, ¿hizo bien o mal dejando que se celebrara ese falso referéndum el año pasado? ¿Debería haber sido más activo? La verdad es que no lo sé: tiendo a pensar que no lo ha hecho del todo mal, que no tenía un gran margen para hacer mucho más. También es verdad que con esta actitud solo se puede chutar el balón hacia adelante, pero no arreglar el problema. Aunque tampoco sé si el problema tiene solución.

¿Qué cree que el populismo, definido por algunos como anacronismo arqueológico, haya prendido en España? ¿Qué aspiración justa hay en Podemos?

Creo que la aparición de un partido como Podemos es lógica: había un enorme problema de oferta política; por algunas razones –algunas reales, otras discutibles– mucha gente sentía que el PSOE e IU no les ofrecían lo que querían y crearon un partido que pudiera satisfacerles. En ese sentido, me parece un gran triunfo de la democracia española: si no te gustan los partidos que hay, fundas uno y te presentas a las elecciones, sin que haya grandes problemas ni mayores terremotos. Creo que Podemos ha ido haciendo un largo camino hacia el centro –creo que esto también es un triunfo importante de la democracia española: si quieres ganar te tienes que ir al centro– desde su origen claramente populista (ellos mismos utilizaban el adjetivo). Hay un montón de aspiraciones justas en su programa y en su ideario, pero casi siempre en política lo difícil no es tener ideas bondadosas, sino construir los mecanismos que permitan llevarlas a término. Y soy escéptico con los mecanismos que propone Podemos.

¿El desprestigio de los partidos políticos que se ha producido en España se debe solo a la corrupción o hay otros factores?

La corrupción está siendo un espectáculo tremendo, espantoso. Pero hay otros motivos: por supuesto, está la economía: la gente exige que la democracia no solo sea representativa, sino que evite dramas económicos como los que estamos viviendo. La democracia por sí sola no puede solucionarlo todo, pero no está mal que la gente sea exigente aunque en ocasiones sus exigencias sean desmesuradas o hasta utópicas. Las crisis existirán hasta en el más democrático de los sistemas. Quizá haya un elemento generacional y la gente joven se haya cansado de lo que percibe como un panorama político muy estático, poco reactivo. Yo creo que lo que ahora llamamos ´régimen del 78´ fue bueno en muchísimos sentidos, la mayoría, pero ha sido poco ágil, poco dinámico, ha tenido poca capacidad de regeneración. No me entusiasma el panorama de inestabilidad política que probablemente tendremos después de las próximas elecciones, pero la democracia también es eso y hay que hacerse a la idea. Si crees de verdad en la democracia debes asumir que esta, de vez en cuando, te traerá trastornos, pactos complicados, peleas de difícil solución. Muy bien: encarémoslo con serenidad. Quizá nos salga mal y esto acabe como el rosario de la aurora, pero si creemos en la democracia también debemos asumir sus partes más feas. Lo que hay que hacer es discutir mucho para intentar que las ideas que nos parecen buenas triunfen.

Hay quien señala que detrás de la crisis económica e institucional hay una crisis antropológica. ¿Es esta una crisis de sentido?

Desde un punto de vista intelectual, esta es la pregunta más importante que podemos hacernos. ¿Estamos viviendo una crisis más, como tantas ha habido desde que se instauraron las democracias liberales y la economía de mercado, o esta vez es especial, más complicada y radical? Si me obligas a elegir, diría, aunque con dudas, que lo segundo. Sí, esta crisis es económica, pero también coincide con la crisis de muchas cosas que hasta ahora dábamos por sentadas. Cosas como los partidos, los sindicatos, las iglesias, los periódicos, las cosas que hasta hace cuatro días estructuraban la vida social, el aprendizaje de la vida en comunidad, hoy están en crisis. No están ni mucho menos muertas, pero sí en decadencia. Esto no tiene por qué ser necesariamente malo, pero sí puede ser una ruptura después de la cual nos falten referentes, lugares en los que reunirnos y compartir opiniones y creencias y dudas. Muchos dirán que para eso están Facebook, Twitter e Instagram: qué ahí nos articulamos socialmente y discutimos de lo que en los últimos dos siglos discutíamos en los cafés –otra institución en crisis, por cierto–. Yo no estoy seguro de que sea así. Si realmente la crisis es, como dices, antropológica, seguramente no podremos pararla. Pero ante cualquier cambio –y ahí, aunque no soy conservador, me tomo muy en serio el pensamiento conservador– debemos preguntarnos: ¿es el cambio a mejor? Yo creo que no, pero en mi opinión influyen sin duda mi edad o mi apego a las viejas formas culturales. En todo caso, los cambios suceden inevitablemente; parece que viene un apocalipsis y el mundo sigue girando y no pasa nada. Así es la naturaleza de las cosas, como nos enseña la historia.

La caída del Muro de Berlín supuso el fin de la “teología comunista”. Y la quiebra de Lehman Brothers el fin de “la teología de los mercados”. ¿Tiene todavía que reflexionarse más sobre estos dos hechos?

Creo que la magnitud de los dos hechos es muy distinta, pero sin duda hay que seguir pensando muchísimo en ellos. El comunismo está muerto y enterrado, ni siquiera la izquierda dura lo ensalza sin un poco de vergüenza, y eso está bien. Y la quiebra de Lehman Brothers, ni que sea como símbolo, es muy ilustrativa de hasta qué punto el capitalismo se equivoca cuando se deja llevar por los dogmas y por los intereses de las élites cercanas al poder político. Si alguna lección podemos sacar de ambas cosas, que insisto en que me parecen de naturaleza distinta, es que no hay que entender la política como teología, por utilizar la palabra que mencionabas. En política, debemos dejar más espacio para la duda, la rectificación, la modestia. Sé que es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero debemos tratar de distanciarnos un poco más de nuestra propia ideología, ser escépticos hasta con nuestras propias creencias. Es complicadísimo y sé que un político no tiene demasiado tiempo para repetirse constantemente: ´¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Y si mi ideología me está cegando?´. Pero creo que son preguntas que debemos hacernos todos.

¿Qué le ha llevado apostar por un semanario como Ahora?

Creo que los medios se han contagiado de la velocidad de las redes sociales, y que su apuesta por lo digital, que está muy bien y tiene cierta lógica empresarial, les ha llevado a querer correr mucho y a centrarse en las últimas noticias y abandonar un poco las explicaciones de fondo. ´Ahora´ intentará hacer lo contrario: apostar por la información frente a la última hora, por el contexto frente al ´breaking news´, por las opiniones especializadas frente al columnismo todólogo. Es una apuesta arriesgada, pero que me apetecía mucho porque es lo que creo que necesitamos: por supuesto, digitales muy dinámicos e inquisitivos, pero también reflexión y periodismo lento. Me gustaría pensar que hay un espacio comercial para un producto así. Y me siento muy cómodo junto a la gente que impulsa el proyecto. Salimos el 18 de septiembre. Pronto sabremos si nuestro diagnóstico es correcto o no.

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