Entrevista a Ferrán Riera, director de Escuela Llissach

´Si Cataluña declarara la independencia, al día siguiente la gente cambiaría de canal´

España · Elena Santa María
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14 enero 2016
´Por un lado la crisis ha puesto a la gente mirando a las cosas que necesita, a las cosas más importantes. Por otro lado, nuestra sociedad ya no vive de ningún ideal, ni siquiera de este. La independencia lo que proporciona son emociones, chispazos. La sociedad vive de emociones pero no de un ideal´.

¿Cómo valora el pacto de Junts pel Sí y la CUP y la investidura de Puigdemont?

Yo preveía que se daría. Me da la sensación de que a ninguno de los dos les interesaba ir a unas elecciones al Parlament, porque era incierto pensar que se iban a repetir los mismos resultados. También es verdad que va pasando el tiempo y necesitamos un gobierno, pero independientemente de eso, era evidente que se iba a llegar a un acuerdo. La única duda que me quedaba era si, tras el acuerdo, este iba a consistir en mantener en el poder a los que ya lo tienen o realmente iban a seguir trabajando en la hoja de ruta para conseguir la independencia. Parece, por las declaraciones que han hecho, que van a seguir trabajando en esa hoja de ruta. Veremos qué sucede. Es posible que tiren para adelante, pero también sería posible que se frenaran esperando un poco más de calma. No lo sé.

¿Es posible que se frenen?

Es muy difícil de predecir. Pero a mí me parece que la percepción general es que sería meterse en un callejón sin salida. En el sentido de que la salida que va a tener es que se va a suspender la autonomía. No sé si todo el mundo está dispuesto a asumir esos riesgos. Dependerá mucho de quién esté en el gobierno. En las primeras declaraciones han dicho que van a tirar para adelante. Vamos a ver qué pasa.

¿Cómo afecta en la calle? ¿Se nota una fractura social?

Yo no lo noto más que la que ha habido en los últimos cuatro o cinco años. De hecho yo he visto más tensión en la calle por las manifestaciones del 11 de septiembre que ahora. Si la investidura del domingo o la declaración del 9 de noviembre hubieran sucedido en los años 80 la gente estaría en la calle a bofetadas. Ahora, al día siguiente de estos hechos, la gente hablaba del Barça y cambia de canal. Está siendo un fenómeno muy postmoderno. Son fenómenos de chispazos. La gente escucha la investidura de Puigdemont pero son chispazos con poco recorrido. No veo que se haya incrementado la fractura social en estos años. Me da la sensación de que si Cataluña declarara la independencia al día siguiente la gente cambiaría de canal. O si se suspendiera la autonomía al día siguiente la gente cambiaría de canal. Esto es una sensación mía pero, en todo caso, no hay mucha gente dispuesta a morir por nada.

¿Por qué se da este fenómeno? ¿Por desinterés o por hartazgo?

Por un lado está que la crisis ha puesto a la gente mirando a las cosas que necesita, a las cosas más importantes. Por otro lado, nuestra sociedad ya no vive de ningún ideal, ni siquiera de este. La independencia lo que proporciona son emociones, chispazos. La sociedad vive de emociones pero no de un ideal, entonces esto se vive como una emoción porque un día escuchas a unos y a otros. Pero hay de todo. Los independentistas de toda la vida siguen teniendo su ideal y su utopía. Los nuevos son gente que vive de emociones, pero no veo mucha gente dispuesta a arriesgar nada personal. Quizá me equivoco.

¿Cree que es posible que se dé un diálogo real entre las partes por un lado, con Madrid por otro?

Sí, porque esto que he explicado es igual en el resto de España. También en el resto de España se cambiaría de canal al día siguiente. Sí que se abren espacios de diálogo, por lo menos en los círculos que yo me muevo. Yo dialogo con gente independentista y con gente no independentista y compartimos qué intereses tenemos y qué cosas nos mueven. Pero es verdad que institucionalmente el diálogo es muy difícil y para que haya un diálogo real entre instituciones se requiere una capacidad de sacrificio real que yo no veo en ninguna parte, ni en las instituciones catalanas ni en las españolas. En cambio entre la gente sí que es posible. La ventaja de nuestra sociedad es que el hecho de que no esté dispuesta a morir por un ideal implica que se generen espacios de menos violencia. Y por tanto, si alguien se levanta y propone un diálogo, se puede dar. Pero es verdad que las instituciones no están ayudando. Me sorprende que en un momento en el que está en juego la unidad de España se atiende esto en función de los votos que puede dar en unas elecciones y no en función de un arriesgar personal de las personas que están ahí. Todo se mide en función de los votos. Me sorprende, pero no deja de ser lo mismo que lo que le sucede a la sociedad de a pie: nadie está dispuesto a morir por ningún ideal.

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