Shutter Island
La película, rodada con mucha fuerza y poseedora de una potente puesta en escena, afronta una narración muy difícil de armar, y de hecho no siempre lo consigue. Aunque el mérito es evidente, la película se mueve por la cuerda floja de lo dramáticamente plausible, y momentos muy brillantes conviven con otros demasiado artificiosos, siendo la primera parte la más solvente. No obstante, la fotografía, la música y la dirección de actores son memorables. Destacan secundarios como Max von Sydow, Patricia Clarkson o Emily Mortimer.
La película entronca con la tradición cine psicológico, subjetivista, con el típico juego de "nada es lo que parece", juego siempre arriesgado. Sin duda ha bebido en fuentes como El gabinete del doctor Caligari, El proceso, de Orson Welles, y en toda la tradición del cine gótico y literatura kafkiana. La brillantez del estilo choca con la dureza de las historias y lo angustioso de las revelaciones, que pueden herir la sensibilidad de los espectadores. Así pues, lo que quiere ser una reflexión sobre las prácticas psiquiátricas, y las paranoias de la guerra fría, se queda en un brillante pero irregular ejercicio de estilo.