Sexo, ángeles y Ada Colau

España · Francisco Pou
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26 mayo 2015
Un grafiti contundente junto a mi casa lo explica: “Ada Colau, fascista españolista”. Pues resulta que quienes iban a marcar el ritmo de la oposición a la reivindicación independentista no eran unos señores del PP de toda la vida, sino Ada Colau, de 41 años, aliada con Podemos y nacida políticamente en el nido okupa urbano, y que tuvo el punto más álgido en la ocupación de la plaza Cataluña y el asedio al Parlament.

Un grafiti contundente junto a mi casa lo explica: “Ada Colau, fascista españolista”. Pues resulta que quienes iban a marcar el ritmo de la oposición a la reivindicación independentista no eran unos señores del PP de toda la vida, sino Ada Colau, de 41 años, aliada con Podemos y nacida políticamente en el nido okupa urbano, y que tuvo el punto más álgido en la ocupación de la plaza Cataluña y el asedio al Parlament.

Tuve ocasión de estar en ese asedio, especie de “El Álamo” local, y ser testigo de escenas sin desperdicio. Como los ataques de ansiedad de algunas diputadas socialistas, tan espantadas de los rociones de pintura en su abrigo de piel, como de vérselas frente a una supuesta barbarie que no podían entender. Pero ¿no ven que estamos con ellos? No, no estaban con ellos. La especie de los indignados no está con nadie del sistema, aunque a partir de ahora casi nadie podrá hacer algo sin pactar con ellos. Francisco Marhuenda, director de La Razón, llegó a decir: “Si gana Colau, me voy de España”. Y sin embargo son de España y están aquí. Era seguramente buena parte del pueblo quien no estaba con el sistema.

Resulta, decíamos, que ha cambiado el ritmo independentista. Resulta que, en número absoluto de votos, constituirse en país soberano ha dejado de ser una prioridad. De hecho, en Barcelona y en las principales ciudades catalanas, ha dejado de ser una pretensión, para ser sólo un anhelo romántico en partidos que ahora están en segundo, tercer o cuarto lugar. Los indignados tienen otros dragones con los que luchar en el mundo real, como el paro y la exclusión social que la crisis genera. Y, a pesar de los nuevos pactos, reaparece una cultura asamblearia, de promesas-tópico, de señalamiento de nuevos enemigos (la banca, los empresarios, la Iglesia) que en España creíamos superado.

¿Qué va a importarle a Ada Colau del futuro de Cataluña y Barcelona? Pues seguramente tendrá que matizar y atemperar algunos de sus puntos programáticos que huelen ya a chamusquina solo imaginárselos. Por ejemplo el susto con el Mobile World Congress de Barcelona, un evento local que da negocio durante meses a hoteles, taxis, turismo y más, en una ciudad que está literalmente a tope durante semanas, como una boa constrictor digiriendo su presa. Ada Colau prometía abolir semejante espectáculo capitalista de empresas desde China, Japón, Estados Unidos, Corea, Unión Europea, etc, etc. para hacer una ciudad más apacible. Ha tenido que salir al paso ella misma matizando el susto. Siguiendo con las aboliciones, proponía prohibir los coches en la Diagonal, una de las calles emblemáticas de la ciudad. Prometió reunirse con la banca (sic), desde la alcaldía, trazar una línea de ocupación de viviendas vacías para los desahuciados. Ada Colau estuvo en la Universidad. Aunque no consiguió acabar la carrera de Psicología, su despliegue de ignorancia jurídica es remarcable, con pretensiones legisladoras así de presidencialistas. Pero los indignados están aquí con pretensión de cambiar el mundo, cambiando en primer lugar las personas. Por eso los indignados, como Syrizas en Grecia, dan miedo. Ada Colau daba el mensaje de no queremos que nadie nos tenga miedo cuando anunciaba su intención de abrir conversaciones con todos, excepto CiU y PP, claro.

Vamos a ver el fin de los coches oficiales en Barcelona, todo un símbolo de cambio de todo un entramado social burgués en Barcelona. Una burguesía que ha llenado las filas de CiU, del PSC, la que ha dado a luz la mitología independentista. Y que ahora empieza a desplazar sus nuevas generaciones hacia los indignados, en una multitud de formaciones, asociaciones, plataformas que han sido un caldo de cultivo de la promesa de renovación y cambio. Hasta hace poco, las viejas formaciones catalanas discutían entre ellas sobre el futuro ejército de Cataluña. El sexo de los ángeles. Un juego de soldaditos de plomo mientras en el mundo real, los que acampaban en los indignados estaban ya tomando esa Bastilla que todos daban por segura.

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