Serrat, 30 años `En tránsito`

Cultura · Félix Caballero
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29 septiembre 2011
Se cumplen ahora 30 años de la publicación de uno de los discos fundamentales de Joan Manuel Serrat, En tránsito, que significó un punto y aparte en su carrera y, por ende, en la historia del pop español. Serrat -no lo olvidemos- es nuestro Dylan, con la salvedad de que el músico de Minnesota ha hecho algunos discos francamente malos y los del cantautor catalán son todos buenos o mejores. En tránsito tuvo dos años después una secuela a su misma altura, Cada loco con su tema, un disco que comparte con el anterior no sólo la calidad, sino también muchas de sus señas de identidad, sin sonar en absoluto a más de lo mismo.

Luego aparece Las malas compañías, una de las cumbres del álbum. Es un retrato generacional, donde Serrat evoca su faceta más lúdica y gamberra, fuera de esa imagen de impecable ciudadano que se le ha ido adhiriendo con el paso de los años ("Mis amigos son unos sinvergüenzas / que palpan a las damas el trasero"). Pero también es uno de los mayores himnos a la amistad de la canción en castellano ("Si les roza las muerte, disimulan, / que para ellos la amistad es lo primero"). El cantautor catalán ya había escrito en 1974 otra preciosa pieza sobre este tema: Decir amigo.

A Las malas compañías le sigue Esos locos bajitos, otra de las cimas del disco. Se trata de una reflexión penetrante sobre los ambiguos placeres de la paternidad, hecha con la misma delicadeza con la que se debe tratar a un hijo. Serrat se pone coloquial en el estribillo ("Niño, deja ya de joder con la pelota"), pero en las estrofas no puede ser más profundo ni certero ("Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, / nuestros rencores y nuestro porvenir, / por eso nos parece que son de goma / y que les bastan nuestros cuentos / para dormir").

En Uno de mi calle me ha dicho… -el siguiente tema-, Serrat reivindica la fantasía como solución personal, el hombre que rompe las convicciones y es reprimido, con un el lenguaje ("Uno de mi calle me ha dicho / que tiene un amigo que dice (…) Y me han dicho que dicen que dijo …") que a veces recuerda a un famoso trabalenguas ("Me han dicho que has dicho un dicho que han dicho que he dicho yo").

El penúltimo corte es No hago otra cosa que pensar en ti, una de las canciones de amor más memorables de Serrat. Lo curioso es que aquí el cantautor catalán hace una gran canción de casi nada; incluso el estar aburrido le sirve para crear una canción. Es una broma sobre la inspiración, donde se van desgranando ocurrencias triviales mientras se repite que todos los esfuerzos están consagrados a la presunta destinataria.

El álbum acaba con Hoy puede ser un gran día, una invitación – con arrebato mediterráneo- a vivir plenamente, sin miedo ni complejos ("Hoy puede ser un gran día, / imposible de recuperar, / un ejemplar único. / No lo dejes escapar"). Una canción con la que deberíamos despertarnos todas las mañanas.

Sí, En tránsito es un gran disco, uno de los mejores de Serrat, y ha crecido con el paso del tiempo. Termino con una confesión personal: cuando tenía 15 años, lo compré para mi hermana Concha, que me lo había encargado. En la tienda coincidí con un compañero de colegio, que, al ver lo que estaba adquiriendo, hizo un comentario irónico. Yo me avergoncé e insistí mucho en que era para mi hermana. Eran los años de la movida y Serrat, para un adolescente como nosotros, estaba pasadísimo. Menos mal que crecí. La que pasó fue la movida y Serrat se ha revelado intemporal y de permanente actualidad.

En tránsito supuso la renovación del sonido de Serrat, obra de Rafael Moll, que se convirtió en el primer y único productor del cantante, quien hasta entonces sólo había contado con directores musicales o arreglistas, como Juan Carlos Calderón. La aparición de Moll, que luego producirá los primeros discos de El Último de la Fila, coincidió con lo que Serrat describe como "la desaparición de mi censura interior, que me hace volverme quizá más satírico, con un lenguaje más duro".

El álbum arranca con A quien corresponda, una asombrosa canción escrita con lenguaje de instancia oficial en la que Serrat manifiesta su disconformidad con el estado del mundo, desde la degradación de los mares -tema, el ecologismo, que ya había tratado en Pare ocho años antes ("Pare, que el riu ja no és el riu)"- al olvido de los viejos.

Este lenguaje administrativo hace pensar inevitablemente en una de las cimas de la poesía del peruano César Vallejo, Considerando en frío, imparcialmente, escrita también al modo de los textos jurídicos ("Considerando también / que el hombre es en verdad un animal / y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…"). Resulta pasmoso el denso clima emocional conseguido por uno y otro utilizando un estilo tan frío.

El segundo corte es A usted, en la que, con aire festivo, Serrat interpela a un triunfador y le sugiere salir de su rutina, reconquistar espacios de libertad. Llama la atención el dominio del verso terminado en esdrújula, algo nada habitual en el mundo de la canción e incluso en la poesía ("A usted que corre tras el éxito, / ejecutivo de película, / hombre agresivo y enérgico / con ambiciones políticas"). Un texto que recuerda también otra de las cimas del uso del verso esdrújulo en la canción en castellano, Mazúrquica modérnica, de Violeta Parra, sólo que en el caso de la creadora chilena se trata de un esdrújulo forzado, artificial ("Me han preguntádico muchas persónicas…").

A continuación viene Porque la quería, himno a los modos amorosos posteriores al 68, que rechazaban las ceremonias, los contratos de matrimonio. En su momento llamó la atención por esta manera libre de ver las relaciones de pareja; hoy se revela como una gran canción de amor. La letra está muy bien llevada: Serrat insiste en que el protagonista de la canción "no quiso papeles" porque no se fiaba de él mismo ("y quiso estar seguro / que cotidianamente / tendría que ganarla / con el sudor de su frente"), y al final hace una pirueta: el protagonista se marcha antes de verse decepcionado… por ella. Se trata de "poner a salvo aquella imagen", un final que recuerda al de la película El marido de la peluquera, estrenada 9 años después, pero sin suicidio por el medio.

La cuarta pieza del disco es Una de piratas. Con leves aires tropicales, Serrat evoca a los piratas como personajes idealizados del cine y la literatura. En la gira conjunta con Joaquín Sabina –Dos pájaros de un tiro-, la cantan con la La del pirata cojo, la canción sabiniana del mismo tema, pero la de Serrat le gana en todo. Es uno de esos cortes que pueden parecer menores, pero resulta delicioso.

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