Ser hijo para ser padre, más allá de toda seguridad humana
Pero mientras tanto, a los pocos días de su dimisión como presidente de la Fraternidad, podemos al menos recordar uno de los rasgos de este hombre de Dios que aceptó responder a la llamada de don Giussani, apoyada por san Juan Pablo II y confirmada años después con el voto de los responsables de CL. Enseguida, en 2005, se hizo evidente la diferencia de temperamento de este cura español con don Giussani, una diferencia que él no trató de mistificar pretendiendo ser el heredero del carisma del fundador. Diferente, pero en ciertos rasgos misteriosamente parecido, y por ello hijo de un modo único.
Tímido y renuente en un primer impacto, silencioso y casi indiferente a las elucubraciones filosóficas, teológicas y políticas, de pronto el volcán de Carrón se prende en cuanto percibe un impulso de humanidad real, sincera, totalmente sometida a la experiencia, ya proceda de alguien cercano a la experiencia cristiana o de la más ajena (como Michel Houellebecq, Umberto Galimberti o Lady Gaga). Si nuestros Padres definían al hombre justo como aquel que está dispuesto a sacrificar lo propio con tal de defender el bien de otros, análogamente se puede decir que este extremeño ha estado dispuesto a sacrificarse con tal de favorecer el camino hacia la verdad de aquellos que ha ido conociendo.
Como repetía de manera incansable –citando a Giussani–, es necesario que la verdad sea el fruto de un descubrimiento verificado y confirmado por la experiencia presente, no una repetición de definiciones correctas pero desvinculadas de sus nexos y sobre todo de su relación con la vida. Este cuerpo a cuerpo con la experiencia es lo que más cautivó a Carrón al conocer a don Giussani y lo que propone a todos. Una presencia de este tipo resulta incómoda porque no permite refugiarse en un clima de autorreferencialidad donde toda institución humana tiende a replegarse. Sin embargo, por incómodo que pueda parecer, no se puede hacer otra cosa que aceptar el diálogo con la realidad al que cada día nos invita. Es un camino profundamente humano que lleva a descubrir de manera sorprendente la presencia de Cristo como raíz vital de cada cosa, así como a presencias amigas con las que estarías dispuesto a ir al fin del mundo. Eso es la Iglesia guiada por el sucesor de Pedro y los obispos.
Este método es incómodo porque no repite las previsibles y ya sabidas palabras cristianas, pero también es tremendamente fascinante porque te hace revivir de manera original y contemporánea la experiencia de Juan y Andrés ante Jesús. A lo largo del camino de este método, se comprende también el gesto de su dimisión. Ya en 2013, comentando la de Benedicto XVI, escribió que le impresionaba la libertad de este hombre, dispuesto a renunciar “a cualquier seguridad humana, confiando exclusivamente en la fuerza del Espíritu Santo”. Luego, en 2018, pensando en el ángel de la anunciación, escribió que el Misterio “casi se retira de la escena para dejar espacio a su libertad”.
De este modo, ahora Carrón también se retira de su cargo para afirmar lo que siempre ha testimoniado: una fe fundada hasta tal punto en una experiencia de plenitud que está dispuesta a sacrificarse con tal de poner en movimiento la libertad del otro. De la gratitud hacia él florecerán, si Dios quiere, personalidades igualmente arraigadas en la experiencia de la fe y capaces de suscitar la libertad. Sin duda de manera distinta, original, pero misteriosamente parecida. Con esa manera única de quien sabe ser hijo.