Entrevista a Amelia Valcárcel

´Se subroga una hipoteca, pero un embarazo no se compra´

España · Fernando de Haro
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10 julio 2017
Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía moral y política, miembro del Consejo de Estado, referente en el feminismo español valora la maternidad subrogada y el momento que vive España.

Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía moral y política, miembro del Consejo de Estado, referente en el feminismo español valora la maternidad subrogada y el momento que vive España.

Se habla mucho últimamente de los vientres de alquiler o gestación subrogada. Hay quien lo presenta como una forma de autodeterminación. Usted es de las que están en contra de esta fórmula, ¿por qué?

Yo estoy en contra del eufemismo. Hay muchas cosas que no se pueden subrogar. Se puede subrogar una hipoteca, pero las enfermedades, por ejemplo, no hay manera de subrogarlas, no tiene sentido de hablar con eufemismos para que una práctica parezca lo que no es. De lo que se trata es de que en el cuerpo de una mujer se implanta un embrión cuyo óvulo, normalmente, es de otra mujer y el espermatozoide de un varón que se supone que de esa manera no va a tener su carga genética, eso es lo que se busca, que la carga genética de la mujer que va a ser madre no sea la del embrión. Eso es tanto como desconocer todo lo que es la epigenética y desde luego es una mentira desde el inicio. No hay nada que se llame técnica de reproducción asistida en esto. Esto es un embarazo normal, con el anidamiento de un embrión en el útero de una mujer que es su madre, y que lo va a gestar durante 40 semanas, y que va a desprenderse de esa criatura porque alguien se la va a llevar mediante dinero. Y no tiene más. Nadie en su sano juicio puede estar a favor de una práctica que vulnera derechos inalienables. Hay cosas que no se pueden comprar ni vender, la vida humana. Nos ha costado siglos hacernos cargo de esta verdad. Muchas sociedades pensaron, por supuestos, que los seres humanos se pueden comprar y vender, muchísimas. Hemos acabado con la esclavitud casi no hace un siglo en algunos lugares. De tal manera que pretender, llamándole técnica a lo que no lo es, o llamando subrogación a una compra, volver a introducir por la puerta de atrás una práctica tan detestable como esta, que consiste en que una madre no tenga derechos sobre la criatura que gesta y pare, que esa criatura vaya a terceros que se encargan de un pago, que puede decirse también con un eufemismo que es por las molestias habidas, que un embarazo no son unas molestias habidas sino como la gente solemos venir al mundo.

Parece que estamos cerca de un pacto contra la violencia de género, pero dicen los juristas que ya se puede afinar poco el ordenamiento jurídico para combatir esta plaga, ¿qué nos falta en el terreno educativo? ¿Las nuevas generaciones femeninas han perdido una sólida autoestima que permita vencer la violencia de género no solo en el ámbito jurídico sino en el ámbito cultural, el de las relaciones? ¿Qué nos falta para poder responder seriamente a este gravísimo problema que sufrimos?

Creo que la violencia no es el principal problema de las mujeres, sé que puede sonar raro, pero me parece que sin violencia casi todos los problemas que tienen las mujeres no los tendría. Es decir, la violencia es el aire que llena las velas que permiten que realmente la terrible predominancia violenta masculina siga existiendo en prácticamente todos los ámbitos, sociales pese a que nuestra sociedad declara y dice públicamente que varones y mujeres son iguales. Iguales en sus derechos, se supone, y en la práctica de su libertad. La violencia tiene que ser deflactada. Nuestras sociedades, de hecho, son las menos violentas que hemos conocido. Creo que poner las cosas en perspectiva histórica ayuda. Occidente tiene sociedades que son las menos violentas que hemos conocido, sin embargo tiene una capacidad de violencia extrema cuando la usa como violencia organizada. Son cosas que debemos reflexionar y saber. A lo mejor soy optimista, pero creo que muchas mujeres pueden vivir toda su vida sin encontrarse un verdadero episodio de violencia contra ellas. Pero respirarán la violencia que se hace a otras, constantemente. En consecuencia, renunciarán a muchas cosas que podrían hacer para no encontrarse con esta violencia. Entonces, el problema es la tolerancia social a la violencia contra y sobre las mujeres. Yo creo que esta tolerancia va bajando, que cada vez hay menos. Yo viví en una sociedad que soportaba muchísimo mejor, tenía una enorme tolerancia con los temas de violencia. Quizá por edad sé mirar hacia atrás y sé mirar hacia adelante. ¿Se arregla todo mediante medidas legislativas? Lo primero que hay que hacer a veces es ahorrar a la gente sufrimiento innecesario. La violencia de género, cuando ha sido llamada así y ha formado parte de una ley, ha permitido que la gente no tuviera que estar paseando por dos o tres juzgados para una sola cosa. Hace falta ahorrar el sufrimiento innecesario a quien ya tiene bastante sufrimiento. El Estado, en ese camino de ahorrar sufrimiento innecesario, todavía puede hacer mucho, y sobre todo es muy importante que el Estado, si mediante una cosa que llame pacto o parecido, da a entender a la sociedad que le parece agraviante y vergonzoso que muchas mujeres en este país tengan que vivir en estado de temor constante, el Estado está dando una instrucción importante a la sociedad, y esto es lo que me parece más relevante en todo esto, no tanto si tal medida o tal otra. Hay muchas que son racionalizaciones de procedimiento, conviene siempre tenerlas bien estructuradas y pensadas, y eso supongo que se está haciendo. Pero aparte de eso, es importante que el Estado acredite, simplemente declarativamente, que no queremos vivir en una sociedad donde tantas mujeres todavía se sienten con miedo. Yo recuerdo a Ana María Matute, nuestra gran escritora, un día que estábamos hablando de una cosa que tenía poco que ver y me dijo: el ruido que más miedo me daba era el del llavín en la puerta. Las mujeres no pueden vivir así.

Aparte de esa violencia contra las mujeres, da la sensación de que nos encontramos en una sociedad muy polarizada, en una España muy polarizada. No sé si es que la política traslada la polarización a la sociedad, ¿por qué nos cuesta tanto a los españoles reconocer al otro? Y no solo al del otro sexo, reconocer al que no tiene la misma ideología que nosotros, que no comparte las mismas creencias… ¿cuáles son las raíces de este problema? ¿O exageramos en la polarización de España?

Ciertamente es una pregunta muy complicada. ¿Cuánto tiempo hace que terminó nuestra guerra civil?

Mucho tiempo.

No tanto, en el fondo no tanto. Bajar la intensidad y decir que nuestra sociedad no está tan polarizada cuando tenemos un suceso tan terrible del que no han pasado cien años todavía… Nuestra sociedad ha estado polarizada hasta el crimen mutuo de la manera más terrible que puede estar una sociedad, padeciendo la peor de las guerras, la civil, que no se parece a ninguna otra en cuanto a su capacidad de maldad, porque rompe las solidaridades más elementales. Por lo que nos decían nuestros padres: primero, no os podéis imaginar lo que es una guerra; segundo, una guerra civil es mucho peor porque una guerra contra un invasor, contra uno que viene, contra uno que es otro, pero una guerra donde cada hermano puede estar en una parte, eso no os lo podéis ni imaginar. Y es verdad, no nos lo imaginábamos, ya nosotros, que no habíamos nacido entonces. Sí que es cierto que nuestra sociedad ha tenido una terrible polarización, pero creo que la fue superando y que la salida del franquismo tuvo sus puntos de ejemplaridad. Ahora hay una generación completa que se pregunta: ¿pero aquello fue realmente tan importante, había que hacerlo así? Y ahí es donde en efecto hay que decirles que sí, que fue importante que se hiciera así, que todos los procesos importantes tienen fallos pero que aquel fue bastante bueno cómo se condujo, y que por suerte contamos con personas que lo supieron hacer bastante bien. Yo creo que nuestra sociedad no está tan polarizada ahora. Creo que tenemos un grave problema juvenil, y lo tenemos porque tenemos nada menos que el 50% de paro juvenil y eso para una sociedad es un motivo constante de incomodidad, que incomoda por supuesto a los que están en paro, pero a sus padres y familiares también, porque no le ven salida. Hay una causa social que está operativa y que produce incomodidad, muy fuerte, pero eso es lo que hay. Me parece que precisar el síntoma es importante.

Se habla de sociedad líquida, de posmodernidad, ¿ha fracasado ese proceso de fundamentar la convivencia en ciertos valores universales que todo el mundo podría reconocer fuera cual fuera su fundamento, ha fracasado el proyecto ilustrado?

El juicio sobre la Ilustración es un juicio que se hace en los años 80 del siglo pasado, que tiene filósofos de cabecera que lo llevan a término y que es un juicio feroz y dice: el proyecto ilustrado ha fracasado, entramos en un mundo nuevo, las tablas de valores universales no existen, solo el relativismo puede y de hecho impera, y aquí quien va a vencer es el criterio de performatividad, que es lo que dice Liotta, por ejemplo, en su panfleto, que es el que le da nombre a esto, la postmodernity. La performatividad es esta capacidad de que se hagan cosas, el que se dé más prisa. En realidad, a eso le solemos llamar ahora el acelerado proceso de globalización del planeta. Ciertamente, ¿comparten el resto de todos los valores y procedimientos de Occidente? No. ¿Van a llegar a compartirlo? No lo sabemos. Huntington dice que no está claro que vayan a llegar a compartirlo. Estamos en un momento de la globalización sensible. Por seguir citando a filósofos, que hace falta, sobre todo porque algunos han tenido un talento extraordinario, Toynbee decía, antes todavía que Huntington, porque al fin y al cabo Huntington en él se basa, que estamos iniciando nuestro proceso, solo vamos a asistir algunas generaciones al inicio, tenemos que confiar en que el proceso acabará bien, pero va a ser complejo. Yo creo que es importante –pero esto ya es una sensación mía– que a través de la educación la gente quede informada de que nuestros valores son los que son por buenas razones, no solo argumentativas sino también históricas. Las personas que habitamos las democracias no somos demócratas de serie, según nacemos no nos dan un bautismo en democracia, hay que aprenderlo, hay que aprender de dónde viene todo. Es muy importante poder transmitir un cierto orgullo propio, y Occidente no lo está transmitiendo.

Parece que la socialdemocracia está perpleja, parece haberse quedado sin agenda. Entre la presión liberal y la nueva izquierda populista, ¿cuál es el hueco para la socialdemocracia en este momento?

La socialdemocracia tiene que estar convencida de que ha hecho bien lo que hizo en el pasado. Muchas de las consecuciones sociales que permiten que la gente tenga seguridades mínimas cuando se pone enferma, cuando es mayor, cuando tiene que educarse, etc, que estén sufragadas por el Estado ha sido por la gestión de la socialdemocracia. Entonces tiene que estar contenga por eso. Sin embargo, en un tiempo muy turbulento la socialdemocracia puede tener un momento de retracción como el que creo que está teniendo, pero yo seguiré confiando en la socialdemocracia sobre todo porque veo que incluso los partidos conservadores se están haciendo socialdemócratas en cierta manera. Nadie piensa en desmontar el Estado de bienestar, ni se les ocurre. Y los verdaderos partidos liberales pretenden creer que están en el centro.

Esta entrevista fue emitida en el programa La Mañana Fin de Semana de Cope

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