Savater Irracional Barcelona
Savater sabía que el premio era para él. Planeta, su televisión, su radio y su periódico necesitaban "un filósofo". El Grupo Planeta necesitaba asociar su marca a algo que le diera prestigio cultural. Solución: ponga un Savater en su vida. Y Savater sabía que los medios de Planeta le iban a dar la portada hoy. Por eso ha escrito en El País, no en los medios de Planeta, algo parecido a lo que ha hecho el último Wody Allen: el genio de Manhattan cuenta una mala historia, nuestro filósofo se muestra irracional.
Savater, que ha pensado, ha dicho y ha escrito cosas muy interesantes, tenía desde hace días dos espinas clavadas: el discurso de Benedicto XVI en París sobre el origen de la cultura europea en los Bernardinos y el diálogo en torno a la laicidad positiva con Sarkozy. Le ha dolido que el mundo laico francés, sin abandonar su laicidad, haya exaltado la altura intelectual de Ratzinger. Primera irracionalidad: el muy ilustrado Savater, respirando por la herida, en lugar de contestar con argumentos llenos de luz y de tolerancia, hace uso de la oscura tendencia a la descalificación personal y asegura que es un ejercicio de "salud mental" no entender el discurso del Papa. Lo considera una "proclama obligada", aliñada de "pedantería parroquial". Segunda irracionalidad: Savater se niega a debatir con el Papa y lo hace con Sarkozy. "El verdadero problema no es el papa Ratzinger, que dice aquello para lo que fue elegido".
Concedamos que fuera así, que todo lo que dice el Papa alemán es pura consecuencia de una serie de causas que ya conocemos. Y a pesar de todo ello: ¿no sería una muestra de irracionalidad no entrar a considerar el hecho mismo del que estamos hablando? ¿No es irracional negarse a tomar en consideración el discurso? Estamos seguros de que Savater no está dispuesto a utilizar el argumento de autoridad para decir que una proposición es falsa. Pero ése es el argumento que utiliza con el Papa, a la inversa, para no considerar sus afirmaciones.
Tercera irracionalidad. Después de los insultos y las descalificaciones, Savater decide entrar en el fondo de la cuestión. Pero se niega a debatir lo que se ha planteado y crea una imagen de laicidad positiva caricaturesca que nadie está defendiendo. Nadie ha defendido que laicidad positiva signifique privilegiar a una religión. Savater postula que mientras el Estado no sea neutral es confesional. Pero su neutralismo es ya un confesionalismo. Hay un hecho: hay personas que creen, otras que no. Tanto las que creen como las que no creen actúan en el espacio público de un modo o de otro. El Estado que pretenda hacer tabla rasa de este hecho ya ha dejado de ser neutral.
Con Wody siempre podremos volver a Match Point. ¿Con Savater, a qué?