¿Santificamos a Carrillo?

España · P.D.
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20 septiembre 2012
La publicación el pasado martes de ///http://goo.gl/M0rK2///un artículo/// enel que, con motivo de su muerte, el director de este periódico valoraba elpapel de Santiago Carillo en la Transición ha provocado que numerosos lectoresse hayan querido pronunciar sobre la cuestión. Publicamos una selección de lasaportaciones más críticas que hemos recibido. El propósito de esta publicaciónsiempre ha sido generar un sano debate. Gracias a todos aquellos que nos hanescrito. 

Error político

Armando Zerolo

Balthasar, según la mejor tradición cristiana, afirmaque "el veredicto del juicio de Cristo es su misterio, al que nadie puedeadelantarse" pues, en efecto, hay un juicio que pertenece exclusivamente alRedentor. Al cristiano, como a Juana de Arco, se le ofrece la petición de unacomunión de destino con los condenados. Esto en lo que se refiere al juicioúltimo, pero no impide que el hombre realice sus propios juicios en lo que síque le concierne, pues, también según Balthasar, "la historia en alianza deDios (…) no interfiere los imperativos del orden natural, sino que conduce todolo natural elevándolo a su fin último". Misterio.

La dificultad del juicio político estriba en latensión antes mencionada entre el mundo y su redención misteriosa, lo presentey lo porvenir, pero es una dificultad que apela a libertad del hombre y que nopodemos saltarnos.

Aún hay otra dificultad, esta ya exclusivamente dentrodel orden político, que expresaba Chateaubriand al intentar valorar la Revoluciónde Francia de 1789. ¿Había sido positiva o no? ¿Se debía retroceder y olvidarlo conseguido? ¿Olvidar o perdonar? ¿Podían los criminales de ayer ser guías delos hombres hoy? Es decir, ¿se puede distinguir entre los fines buenosalcanzados y los medios criminales utilizados? La respuesta es afirmativa y,por cierto, muy política: "Hay que conservar la obra política resultado de larevolución y consagrada por la Carta [Constitución], pero hay que extirpar larevolución de su propia obra en lugar de afirmarla como se ha estado haciendohasta ahora. Así, quiero la Carta entera, todas las libertades, todas lasinstituciones traídas por el tiempo, el cambio en las costumbres y el progresode las luces, pero con todo lo que no ha muerto de la antigua monarquía, con lareligión, con los principios eternos de la justicia y la moral y, sobre todo, sinlos hombres demasiado conocidos que han causado nuestras desgracias".

No es posible construir un presente político olvidandolos crímenes cometidos: sin justicia no hay amistad, ya lo sabemos, aunque laamistad y la caridad la superen. ¿Podemos hoy hacer un juicio de Carrilloanálogo al que hizo Chateaubriand de Robespierre, Napoleón, y sus sucesores? Yocreo que sí, que es cierto que se han conseguido muchas cosas positivas y quela Transición y sus prolegómenos son un legado político interesante, pero quehay que tomarse muy en serio ese "sin los hombres demasiado conocidosque han causado nuestras desgracias". Sin duda este ha sido uno de nuestrosgrandes errores políticos, un error de juicio, un error de justicia, un errorcristiano que hoy estamos purgando con dolor. Se puede desear el perdón y lasalvación eterna, pero nunca a costa de la justicia. La transición sí, pero sinCarrillo. Si la caridad niega la justicia nos estamos extraviandoimprudentemente del camino que lleva a construir la ciudad común. Es unimperativo de la razón, mínima prudencia política.

Tremendo recuerdo de Paracuellos

Francisco Gómez Pulido

No conozco a fondo la figura de Carrillo, aunque vivíde niño la Transición; me parece interesante el contenido de este artículo,seguramente bienintencionado, en cuanto a su relación con la Iglesia. Pero mehe sentido provocado a escribir por dar mayor totalidad a su perfil, a mijuicio con más sombras que luces.

En definitiva estamos recordando a alguien que, unosdecenios después de Lenin, constató cómo la utopía revolucionaria (impuesta conviolencia por el totalitarismo en nuestro continente) no acabaría triunfando; ypor tanto había que adaptarla, con obligado realismo, también a esta Españacasi mayoritariamente de centro-izquierda que deseaba más libertad y progreso;pero que nunca abrazaría un proyecto de socialismo real…

No soy quien para juzgar el paso por el mundo de estehombre, quien ya estará afrontando la Verdad última; persona con importanteincidencia histórica en nuestro país (especialmente en la difícil etapa decambio de régimen, donde el protagonista principal por encima de los políticosindividuales fue la sociedad civil, es decir el pueblo español) junto a otroscomo: Suárez, Fraga, Juan Carlos de Borbón, Felipe González… Sin esquivar eltremendo recuerdo de Paracuellos, sucesos que al parecer en vida ni asumió nirepudió del todo; allí murió injustamente y sin defensa mucha gente inocente,victimas del republicanismo más feroz, por "ser cristianos" o simplementetachados de desafectos al régimen y no hablamos de la Roma de Diocleciano, sinodel mismo Madrid hace poco más de 70 años.

Por otra parte denotaba una irredenta subordinación asu ideología hasta el final, al menos en su faceta pública, especialmenteradicalizada durante los últimos años del "zapaterismo", muy alejado delsentido de Estado de ese PCE en los 70 y 80 (recordemos la Ley de "Memoriahistórica", etc.).

Precisamente sobre su papel, sin quitarle valor,recordemos que en otras épocas y latitudes, personajes históricos como NikitaKruschev o Mikhail Gorbachov, dirigentes distantes entre sí tres decenios perocomunistas en distinto grado: también por pragmatismo e interés, tuvieron quevariar sus posiciones políticas. El primero, para lavar la imagen ante el mundotras la terrible herencia de Stalin y porque necesitaba alimentar a su gente(desangrados económicamente por la carrera atómica y espacial); el segundo,para intentar frenar el huracán que empezó en Polonia, pasó por el Muro deBerlín y acabó en la desintegración de la URSS. Independientemente de susconvicciones íntimas, difíciles de conocer.

Una última reflexión: hace años, hablé largamente ensu país sobre su historia con una amiga ucraniana, en cuya adolescencia sucedióla tragedia de Chernobyl, y que ahora intenta sobrevivir tanto a sus terriblesconsecuencias como al feroz y corrupto capitalismo del presente postsoviético;me dijo refieriéndose a los comunistas europeos que: era "muy fácil serlocuando se vive en una democracia"…. ¡ahí queda eso!

Toda la historia

Álvaro Pacheco

Buenas tardes, llevo ya bastante tiempo recibiendo los nuevos artículos decada día en mi correo electrónico. Se informa de asuntos que me interesan yestoy contento con muchas de las personas que escriben en la revista. Sinembargo, no consigo entender lo escrito en el artículo de la muerte de SantiagoCarrillo, la persona responsable a las históricas matanzas de Paracuellos del Jarama,en la que se ejecutaron tantos religiosos y sacerdotes (entre otros inocentesno militares) y por las que NUNCA ha pedido perdón. Yo creía que defendíais lalibertad religiosa. Ahora va a resultar que es un hombre de paz y democracia. Ytodo porque supo ser ´prudente´ firmando la constitución a sabiendas de que supartido ya no volvería a conseguir el poder de forma totalitaria. A ver si nosacordamos de TODA la historia. Han perdido un lector y mucho me temo que noseré el único. Un saludo.

CarmenGrimau

J.S.

Leí en Páginas Digital su artículo sobre"el marqués de Paracuellos". Le recomiendo leer http://www.piomoa.es/ y también un artículo deCarmen Grimau, "El enterrador enterrado", que apareció publicado enel diario El Mundo, el día 19.

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