Entrevista a Giorgio Vittadini

´Sanders habría ganado a Trump´

Mundo · Marco Dotti
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11 noviembre 2016
Miles de personas salieron a las calles de Nueva York después de la noche electoral bajo el grito «he`s not my president». Pero la rabia del día después, acompañada de los eslóganes radicales de moda, sirve de muy poco y explica todavía menos. Por ejemplo, no explica la razón por la cual casi sesenta millones de americanos eligieron el 8 de noviembre a Donald Trump y su versión del american dream.

Miles de personas salieron a las calles de Nueva York después de la noche electoral bajo el grito «he`s not my president». Pero la rabia del día después, acompañada de los eslóganes radicales de moda, sirve de muy poco y explica todavía menos. Por ejemplo, no explica la razón por la cual casi sesenta millones de americanos eligieron el 8 de noviembre a Donald Trump y su versión del american dream.

Entre las “murmuraciones” de las élites decepcionadas y el grito silencioso de una América profunda que espera pero mientras tanto pone sus esperanzas en una figura equivocada, ¿de verdad no hay otra opción? Ese grito esconde un malestar radical, que nace del yo y sale a la luz, ¿pero hasta dónde va a llegar, teniendo en cuenta que la política, siempre dispuesta a adaptarse a las instancias financieras, ya no sabe escuchar el corazón de un país?

Hablamos con Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación por la Subsidiariedad, profesor de Estadística en la Universidad Estatal de Milán, que visitó hace poco los Estados Unidos y tiene una opinión muy precisa al respecto: “con Bernie Sanders las cosas habrían sido muy distintas”.

Profesor Vittadini, francamente, ¿usted se esperaba este triunfo de Trump?

No me lo esperaba. Pensaba que el stablishment americano, que se había puesto del lado de Clinton, desplegaría todos sus recursos en contra de Trump. Recordemos que las cien mayores empresas norteamericanas han financiado a Clinton, todos los grandes periódicos estaban en contra de Trump. Clinton unía el poder de Washington y el financiero.

En el lugar que considerábamos la “izquierda” demócrata se abre ahora una gran vorágine.

No se tiene en cuenta que en Estados Unidos la primera causa de mortalidad por debajo de los 40 años es la sobredosis, que existe un número creciente de suicidios juveniles, una violencia que no deja de crecer, masacres continuas y una tensión racial que está al límite, y no se ha producido polarización en torno a estas cuestiones. Es evidente que hay un poder al que no le importan estos temas, ni el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase media, donde muchos no llegan a final de mes y donde la movilidad vertical se ha reducido considerablemente. La clase dirigente parece estar cada vez más lejos. Y no solo el poder político, también el de la información.

¿La América profunda ya no sigue ciertos puntos de referencia y se rebela?

La costa este y California no son “América” sino una de las dos Américas. La otra es la del centro, el medio oeste y el sur, donde el Bible Belt (“cinturón de la Biblia”) se une con el “cinturón de hierro”, los viejos estados de la industrialización que ahora están en declive. Evidentemente, esta América no está hecha de grandes metrópolis donde se concentra la riqueza, sino de una clase trabajadora que vive de su esfuerzo cotidiano en su realidad local.

Aparte del desastre de Clinton, estas elecciones marcan el fin de la era Obama.

En política exterior, la era Obama ha supuesto una tragedia y ha llevado, también gracias a Clinton, a la destrucción de Libia, al intento de desestabilización en Egipto, al empeoramiento en las condiciones de vida de Iraq y al intento de acabar con la Siria de Assad. Obama ha promovido una ideología igual y contraria a la de la “guerra de religión” de Bush, y ha tenido efectos igualmente devastadores. Pero creo que ha hecho todo lo que tenía en su mano para intentar resolver la situación económica de su país después de la gran crisis de 2008. Pero está claro que no ha sido suficiente para convencer a la América profunda.

Ante esta situación, ¿el populismo es la única respuesta?

Hay dos respuestas posibles. Una ya la ha mencionado usted y es el populismo al estilo Trump, que vive de extremas simplificaciones y banalizaciones pero es incapaz de decir las cosas como son. Es la misma incapacidad de los demás populismos: me dirijo a tus vísceras y tú me crees. Pero hay una segunda respuesta que el poder no ha buscado nunca en estos años y sigue sin buscar, y es tomar conciencia de la complejidad de la realidad. En general, la izquierda mundial ha abrazado el liberalismo capitalista dejando que el mundo de la economía real y del trabajo se fuera a la deriva. Un mundo que ha dejado de cultivar los ideales en los que creer y por los que luchar. Yo no creo la ideología de Trump, pero creo que la respuesta al populismo no es esta izquierda mundial que, habiendo abrazado el liberalismo, abandonando a Keynes, se aboca al desastre total.

En su primer discurso, Trump se ha presentado casi vestido de neokeynesiano… Cito: “reconstruiremos nuestras autopistas, puentes, galerías, aeropuertos, escuelas, hospitales. Vamos a reconstruir nuestras infraestructuras y pondremos a millones de nuestra gente a trabajar en esa reconstrucción. También nos haremos cargo de nuestros grandes veteranos, que han sido tan fieles y a los que he aprendido a conocer en este viaje de 18 meses”.

Veremos. Ciertamente, la izquierda mundial, que en todas partes ha abrazado lo peor del liberalismo de mercado salvaje, debe preguntarse hacia dónde va. Porque esto no tiene nada que ver con la izquierda, sencillamente el poder financiero se ha comido a la política. Sin duda no se puede hacer frente a un Trump con la altivez de las finanzas ni con la arrogancia de los grandes periódicos insultando a la gente y explicándoles lo que deben o no deben pensar. Hace falta educación y hace falta una economía que esté más cerca de la gente.

¿Cree usted que eso es posible?

Hay que preguntarse qué habría pasado si los demócratas, en vez de caer en las obsesiones de Hillary Clinton, hubieran optado por Sanders.

¿Qué cree que habría pasado?

Creo que Sanders habría ganado. Pero han defendido el poder, sin ni siquiera intentar parecer defensores de la justicia social, y esto ha supuesto su fin.

Sanders introducía en la agenda cuestiones muy concretas, que tocaban la vida de la gente.

Cosa que la izquierda ya no sabe hacer. Desde los tiempos de Blair, han preferido las finanzas antes que la gente. Esta izquierda ideológica ha paralizado todos los intentos de repensar una socialdemocracia según la lógica de las inversiones estatales. Por otra parte, la Unión Europea también ha favorecido esto con su obsesión por las ayudas de estado, puro gasto público sin perspectiva alguna, algo horrible que la izquierda ha aceptado y promovido. La gente ya no aguanta esta forma de pensar ni esta izquierda que es simplemente el lacayo del poder financiero.

¿Cree usted que existe una tercera solución?

No sé si de izquierdas, de derechas o de centro, pero creo que la recuperación solo es posible partiendo de la iniciativa de los individuos y de las realidades sociales y económicas, con un sistema de subsidiariedad y participación del Estado en la economía. En este tiempo el premio Nobel de economía James Heckman también ha hecho una gran crítica a la escuela americana, diciendo que no ha afrontado el impacto de las dimensiones humanas en el saber y en la economía, sino que ha hecho de la neutralidad eficientista y mecánica su pensamiento dominante. Una escuela que no es capaz de generar sujetos realmente conscientes y críticos. Además, Wall Street no es el centro del mundo, y la gente ya no puede más. Por este motivo, la verdadera respuesta es la recuperación de una educación del yo, de los vínculos, de los ideales, de la reconstrucción “desde abajo”.

Un poco de justicia social no le vendría mal a esta izquierda que se ha olvidado de ella…

La izquierda de Kennedy en los años sesenta era, si queremos, muy estatalista y utópica, pero al menos tenía en el centro la cuestión de la justicia social. Obama lo intentó con la reforma sanitaria, pero con resultados dudosos que han pesado mucho sobre la clase media, que ya había sido bastante penalizada en esta crisis.

¿Qué espera usted ahora?

Francamente, no espero mucho de Trump. Espero que, como todos los presidentes, se tranquilice. No estoy por los ímpetus populistas en ningún lado. Pero hace falta una respuesta que no sea la superioridad despreciativa de los círculos culturales radicales de moda, a los que la gente termina respondiendo con sorpresas como esta.

Pero esos círculos pueden responder que estas sorpresas vienen de gente ignorante.

Pues que lo dejen. No pueden insultar ni calificar de ignorantes a cincuenta millones de personas. Ellos están dentro de esta situación, como todos los demás, pero se consideran fuera de ella. Son círculos de Hollywood, círculos de gente que va a Yale o a Boston, ricos que forman una clase privilegiada y que, sea cual sea el resultado del voto, seguirán sentados en sus poltronas. La gente que está fuera de ahí ya no puede más y no puede ser que encima les califiquen de ignorantes. En cambio esos círculos tan radicales y tan de moda lo son el doble. Hasta tal punto que no han contado con el apoyo esperado ni entre los inmigrantes ni entre los hispanos de Florida. Pero insisto en que es una ocasión perdida, pues Sanders habría sido el punto de partida necesario. Sin embargo, el poder de Washington no quería a alguien como él, le consideraban una especie de extraterrestre, aunque no un extraterrestre populista sino socialdemócrata. Sanders habría ganado a Trump, porque habría identificado otro tipo de sueño posible y no la enésima representación del poder.

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