S.O.S: políticos extremófilos

España · Ángel Satué
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29 abril 2021
Por probabilidad, debe haber otro tipo de políticos diferentes a los extremófilos. Pero no aparecen.

Los microorganismos extremófilos existen. Hay muchísimas clases de extremófilos que se extienden a lo largo y ancho del mundo, cada uno correspondiente a un nicho ambiental concreto. Podrían estar incluso en un océano helado de una luna de Saturno, como Encelado, o de Júpiter, como Europa, o aquí, en la Tierra, en el ácido río Tinto. Se caracterizan por vivir en entornos imposibles para la vida que conocemos como normal.

Creo que los políticos extremófilos también existen. Son los amigos de ideologías extremas, pero no solo. Los hay de ideologías moderadas, pero sus conductas, lenguaje, gestos, compañías… les delatan como extremófilos.

Los hay de izquierda, de derecha y de centro. Tienen un hándicap. Solo saben vivir en un solo tipo de hábitat. Como esos peces feísimos que hay en las profundidades abisales de nuestro planeta azul, y que provocan que a uno le eche para atrás la sola idea de meter el dedo pulgar en la playa de un pantano o del mar, cuando el agua está turbia.

Menos mal que el método científico y los reportajes del “National Geographic” nos dicen que no pueden salir de su hábitat por no aguantar otras temperaturas, otras presiones, el oxígeno o vaya usted a saber qué. Pero si su hábitat fuese todo el planeta, sería otro cantar, claro.

Lo que nos sucede con estos políticos extremófilos, a diferencia de los organismos mencionados, es su estudio. Más bien, su no estudio. Se les estudia poco y mal, y creo que se les escucha mucho, demasiado, y se amplifican mucho por los medios sus “declaraciones”, que no dejan de ser opiniones de charleta y café. Les damos demasiada cancha, como si fuesen jugadores, pero están llamados a ser árbitros de nuestra convivencia.

Son la excepción en esto de la vida política, como los otros extremófilos de la vida animal, pero los tratamos, por el principio de mediocridad (que irónicamente hablando resulta un principio adecuado para hacerlo), como si fuesen importantes.

¿Qué quiero decir? Pues que de acuerdo con el principio de mediocridad no habitamos un lugar especial en el Universo conocido, y que probablemente existan otros mundos, muchos, similares al nuestro. Así es. No es probable que seamos excepcionales, por pura probabilidad, pero pensamos que sí. De momento, el planeta azul es el único habitable. Sea o no, la conclusión sigue siendo asombrosa, como decía un científico.

Por probabilidad, debe haber otro tipo de políticos diferentes a los extremófilos. Pero no aparecen.

¿Entonces? Pues entonces, los extremófilos (de todos los partidos, como decía Hayek de los socialistas de todos los partidos, en su obra Camino de servidumbre) cuentan con unos poderosos aliados: los otros políticos, funcionarios de partido que no se meten en líos, y menos en declaraciones. Más que los profesionales, digamos mejor que los acomodados o acomodaticios, que es peor.

Además, sabemos que, por probabilidad, muchos de nuestros políticos han de ser normalitos. Tal es la proliferación en todos los ámbitos del poder territorial, que sería muy extraño que todo el talento de la nación hubiera acabado en vocación política, que es aquella de la que Gabriel Elorriaga (padre) decía que es “tan cierta como poco frecuente” (pues sólo muy pocos aspiran o sirven seriamente para los asuntos de gobierno) y que, además, presupone “una disposición a preocuparse por las cosas de los demás, en una manifestación de amor hacia la dimensión colectiva de los humanos, un oficio del alma”. Aunque sí apostaba por considerarla como un oficio, precisamente por lo exigente y vocacional.

Como sociedad ponemos el acento en aquel que se sale del tiesto, y casi por vagancia intelectual le oponemos un presunto opuesto, el político que no se sale del tiesto. Pues no. Lejos de ser su contrapeso, es su aliado perfecto.

En cambio, los políticos que necesita la sociedad son aquellos que nos hacen pensar y, además, como dicen los anglosajones “out of the box”, es decir, pensar de manera a original y creativa, introduciendo nuevas perspectivas. Lo que siempre se dijo, unos que sean unos fuera de serie o fuera de lo corriente. Necesitamos liderazgo creativo, que diría el profesor César Díaz Carrera.

Ese tipo de político, profesional o no, sí sería excepcional en España. Una rara avis. Alguien que se sale de lo normal en un sentido positivo. Los otros tienen su hábitat. También sus depredadores. Que no salgan elegidos. Es nuestra responsabilidad apostar por un lenguaje, unos gestos y un mensaje que construyan, no polaricen, no sean demagogos, ni fomenten o disculpen algún grado de violencia, racismo, discriminación o lucha (de clases, de sexos…). Sea.

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