Retrato de una decadencia con Alaska de fondo

La foto del pasado viernes de Trump con Putin en Alaska es la foto de dos lideres del planeta con mucho poder que deciden el futuro de una parte del mundo sin tener en cuenta el derecho internacional, la soberanía de los pueblos y las mínimas exigencias de justicia de los ucranianos. Pero la foto de Alaska, en contra de lo que parece, es también el certificado de la decadencia de dos imperios que a falta de argumentos exhiben un poder desnudo sin razones convincentes.
Putin evidentemente es el ganador. Con realismo, se ha olvidado de cualquier reivindicación de la Alaska que explotaba con decisión el emperador Pablo I a comienzos del siglo XIX. Los rusos vendieron Alaska a los estadounidenses en 1867 y el ultranacionalismo de Moscú se ha olvidado de ella.
El ultranacionalismo ruso tiene ahora como máximo ídolo a Putin que ha conseguido el enésimo cambio de criterio de Trump para que Estados Unidos asuma como suya la posición rusa en la guerra de Ucrania. En las idas y venidas de las últimas semanas, Trump llegó a criticar los bombardeos de la población civil ucraniana; llegó a amenazar a Putin con “graves consecuencias” y más sanciones sino se aceptaba de buena voluntad un alto el fuego. De eso no ha quedado nada.
Desde que Trump llegara a la Casa Blanca, Putin ha hecho lo que ha querido con él. Le ha hecho promesas que no se han cumplido y le ha obligado a asumir la única solución que Moscú acepta: una rendición de Ucrania sin un periodo de alto el fuego, con la entrega oficial al 20 por ciento del territorio invadido y a cualquier forma de alianza con Occidente que garantice la futura seguridad de Kiev. Es sorprendente que todavía en Europa hay quien hable de paz cuando en realidad se trata de imponer una renuncia al derecho y al deseo de justicia de los ucranianos, que hará imposible el perdón. Sin la justicia que abre la puerta al perdón no se puede hablar de paz.
El alto el fuego que Trump no le ha exigido a Putin podría haber servido para estabilizar el frente y para “suavizar” la necesaria cesión de terreno, que más temprano que tarde, tiene que hacer Ucrania en favor de Rusia. Esa cesión de terreno no la discute casi nadie, pero es necesario evitar que aparezca en un acuerdo de paz. Basta un alto el fuego y adoptar una solución como la de las dos Coreas: fronteras estables que no oficializan la cesión de la soberanía y que permiten congelar el conflicto.
¿Por qué la foto de Alaska acredita la decadencia de Estados Unidos y Rusia? Estados Unidos sigue teniendo un poder económico, militar y geoestratégico incuestionable. Rusia no ha sido incapaz de derrotar a Ucrania de forma rápida, ha necesitado el apoyo de China para mantener su economía en pie, ha perdido centenares de miles de soldados en el campo de batalla. Pero puede seguir reclutando hombres, muchos de los cuales van a una muerte segura. Puede seguir contando con el respaldo de Pekín y con muchos países del Sur Global que consideran a Putin un héroe por haber humillado a Occidente.
La decadencia no es tanto política, económica o geoestratégica como cultural. La cultura siempre es más determinante y decisiva que cualquier otro factor. La cultura de los estadounidenses decae porque cada vez está menos determinada por el acontecimiento que le daba a la nación un proyecto compartido: el reconocerse en haber recibido una “gracia ciudadana” que les permitía ser “la ciudad sobre la colina”, la ciudad de la libertad. Desaparecida la conciencia de ser una “nación elegida”, aumenta la polarización política y el país se ve sepultado por una especie de guerra infinita entre diferentes posiciones ideológicas, el ascensor social ha dejado de funcionar, el capitalismo financiero ocupa el lugar de la riqueza productiva, los migrantes que siempre supusieron una renovación no pueden entrar. La decadencia cultural se expresa en la incapacidad de crear una alternativa sólida a Trump y en el apoyo a Trump.
En Rusia estamos hablando también de un proceso antropológico. En la guerra de Ucrania hemos visto a un ejército ruso con baja moral en el que los soldados son meras abstracciones. Los efectos de décadas de comunismo en la destrucción del valor del yo no se superan en 20 o 30 años, sobre todo si no sucede algo que rescate al alma rusa. Para impedir la anarquía se ha recurrido a un líder como Putin, amado por muchos rusos.
La foto de Alaska pone de manifiesto como los “líderes fuertes”, los proyectos de control estratégico, la idea que Trump y Putin comparten de hacer América y Rusia “grandes de nuevo” están condenados al fracaso. Es un fracaso que puede hacer mucho daño. Una nación, una familia, un amor, un cuerpo social, están condenados a la decadencia si no vuelve a suceder lo que les hizo nacer.