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Reto: superar el socialismo ultraliberal

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27 julio 2014
La izquierda española ya tiene nuevo líder. Aunque quizás habría que matizar: la izquierda española que puede volver a ser socialdemócrata tiene nuevo líder. Hay que puntualizar porque en España desde mayo hay muchos tipos de izquierda. Pedro Sánchez, hasta ahora un perfecto desconocido, ha sido ratificado este domingo como secretario general del PSOE.

La izquierda española ya tiene nuevo líder. Aunque quizás habría que matizar: la izquierda española que puede volver a ser socialdemócrata tiene nuevo líder. Hay que puntualizar porque en España desde mayo hay muchos tipos de izquierda. Pedro Sánchez, hasta ahora un perfecto desconocido, ha sido ratificado este domingo como secretario general del PSOE.

Sánchez llega a su cargo para intentar cerrar la crisis con la que Zapatero salió del poder en 2011, crisis ahondada por la debacle de las elecciones europeas. Los jóvenes, los descontentos, los hastiados han dado apoyo en España a nuevas formas de comunismo populista igual que en Francia se lo han dado a la ultraderecha de Le Pen. Por eso el PSOE, que durante largos años de la reciente democracia (1982-1996) fue el partido-sistema, el partido-Estado, corre ahora el riesgo de convertirse en una fuerza sin capacidad de gobernar si no es a través de pactos muy diversos.

Parece que Pedro Sánchez, joven economista, está dispuesto a dejar atrás el zapaterismo. Los más esperanzados lo ven lejos de un nuevo Frente Popular (en el que se sumen comunistas, independentistas y demás radicales) que tendría como objetivo arrebatar el poder a la derecha, una fórmula que llevaría al país al desastre.

¿Realmente el socialismo español va a volver a encaminarse en la misma dirección que el PD italiano o el PSF galo? Es imposible responder en este momento a esa pregunta. Pedro Sánchez es una incógnita y de sus declaraciones se pueden sacar pocas conclusiones. Lo mismo habla de socialdemocracia que promete suprimir la reforma laboral de Rajoy.

Sánchez tiene la difícil tarea de sacar al socialismo del estado de perplejidad en el que está desde hace al menos 15 años. Con la entrada del nuevo siglo, y el espejismo creado por el dinero fácil que llegaba a los países del sur de Europa, la agenda socialdemócrata parecía agotada. El Estado del Bienestar se antojaba más firme que nunca. Fue entonces cuando el socialismo abandonó la economía y se hizo “antropológico”. Lo importante era consagrar nuevos derechos que dieran satisfacción al subjetivo anhelo de felicidad. Tanto se hizo subjetivo el socialismo que coincidió con lo que Todorov llama ultraliberalismo: ese pensamiento que “se fundamenta en una antropología problemática para la que el hombre es autosuficiente”. El socialismo de comienzos del siglo XXI ha acabado elogiando “de forma ilimitada la libertad y creando un ser imaginario para el que la vida es liberarse de todo vínculo y dependencia”. España estuvo a la cabeza de este movimiento pero pronto la fórmula se ha extendido a toda Europa.

Manuel Valls, el primer ministro francés, ha dejado claro que el espejismo en el que ha vivido el socialismo desde el cambio de siglo ha desaparecido. “La izquierda puede morir si no se reinventa. La izquierda socialdemócrata tiene ante sí el efecto de la globalización y por eso debe hacer las cuentas con la crisis del Estado del Bienestar”. Hemos avanzado mucho: tenemos a socialistas gobernando que dejan atrás la vieja demagogia en torno al Estado del Bienestar. Por eso en Francia se ha puesto en marcha un plan de reducción del gasto público de 50.000 millones y una bajada de impuestos y cotizaciones sociales para las empresas. El objetivo es eliminar las ineficiencias del Estado y favorecer la creación de empleo del sector privado. Las de Valls se parecen a las reformas que en su momento hizo Schroeder (2003) con su Agenda 2010 y que tanto favorecieron el crecimiento de Alemania. El programa es perfectamente compatible con el plan de 300.000 millones de inversión anunciado por Juncker para su presidencia de la Comisión Europea y con la flexibilidad del Pacto de Estabilidad que reclama Renzi.

En este punto las tradicionales diferencias ideológicas se desdibujan. Rajoy también ha luchado por la flexibilidad en la reducción del déficit. En el terreno económico el socialismo que gobierna ha entrado en una especie de consenso con los populares que combina reformas, reducción del gasto público improductivo (tamaño del Estado), flexibilidad en la disminución del déficit y programas de inversión para lograr aumentos de productividad. Socialistas y populares europeos exploran de forma conjunta (el caso de Alemania es paradigmático) cómo hacer sostenible el modelo del Viejo Continente. Si Pedro Sánchez se encamina en esta dirección el socialismo español volverá ser lo que era. Pero para eso tiene que superar viejos esquemas estatalistas.

¿Y qué decir del socialismo ultraliberal de los nuevos derechos? El fenómeno ya es transversal. Cameron también es zapaterista. Así que es necesario realismo. El poder de izquierda y de derecha exalta la imagen de la autosuficiencia y de la libertad sin vínculos de la que hablaba Todorov. La ideología en este terreno es más resistente que en el ámbito económico. Por eso solo es posible un cambio desde abajo hacia arriba. Aunque sigue habiendo diferencias. Y Sánchez en esto ha empezado muy mal: ha prometido derogar la reforma de la futura ley del aborto española que es más humana.

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