Réquiem por Rubalcaba

Lo del Debate sobre el Estado de la Nación ha rayado en lo patético. O en lo ridículo. Justo en el momento en el cual un dirigente político con simplemente experiencia debiera haber sacado rentabilidad óptima, hemos visto a un Rubalcaba balbuciente naufragar en la pésima retórica populista que a nadie puede ya sonar sino a tomadura de pelo después de los siete años de infantilismo desastroso.
¿De qué hablaba Rubalcaba en sus intervenciones? En rigor, de nada. Y esa nada, en otras condiciones y oratoriamente al menos bien construida, hubiera podido pasar, como pasó otras veces. Pero este que, con voz hueca, entonaba la elegía por los más desvalidos es el ministro y hombre fuerte del gobierno que, en mayor medida, hundió en la ruina a todos y a cada uno de los ciudadanos españoles. Repetir aquel discurso de entonces es literalmente insultar a todos cuantos hoy malviven a causa de su incompetencia de esos años. No elaborar una sola línea de autocrítica por lo hecho, es ofender al ciudadano. No hacer una sola propuesta seria y cuantificable, que sirva para rectificar al menos algo de lo destruido, es algo a mitad de camino entre la estupidez y el insulto.
El debate se llevó a Alfredo Rubalcaba a los infiernos. No siento la menor pena: son sus infiernos. ¿Rajoy? Se limitó a elaborar un discurso adulto y a mirar entre el estupor y la pena al socialista cada vez que hablaba. No hacía falta más. Rubalcaba ha muerto.