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Renuncia de un Papa, retrato de España

Editorial · PaginasDigital
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16 febrero 2013
Cuando se iba a cumplir una semana de la renuncia de Benedicto XVI, uno de los cardenales españoles que estará en el próximo conclave se confesaba: "los dos primeros días estuve bajo el efecto de un shock, no daba crédito". No ha sido el único.

El shock ha sido generalizado. Las frases en latín del Papa alemán provocaron por unos instantes una especie de "tregua de Dios" en pleno siglo XXI. Todo se antojaba pequeño, mezquino, irrelevante ante la magnitud del gesto. Después empezaron a surgir a borbotones las interpretaciones. No se puede vivir sin ellas, no podemos renunciar, aunque sea de forma balbuceante, a hacernos un cierta composición de lugar.

La renuncia del Papa se ha convertido en realidad en el retrato del país. Un gesto de puro cristianismo ha servido para desvelar los sentimientos y las claves culturales más extendidas. ¿Y qué ha dicho "la católica España"? Las respuestas han sido muy diversas. Estamos ante una sociedad evidentemente plural. Si damos por supuesto que la opinión publicada es el reflejo de la opinión pública, lo que es mucho suponer, la mayoría de las reacciones han sido respetuosas, hasta elogiosas. Los más críticos le han presentado como una víctima de una Curia indomable. Casi todos como un intelectual. Y luego ha habido una minoría que ha querido ser más papista que el Papa y que se ha enfadado, ha hablado de ///http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/guantanamo/2013/02/12/el-rayo-de-dios.html///traición///, o de ///http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/guantanamo/2013/02/12/el-rayo-de-dios.html///rendición///. Ha habido incluso ///http://rsocial.elmundo.orbyt.es/epaper/xml_epaper/El%20Mundo/12_02_2013/pla_11014_Madrid/xml_arts/art_13012894.xml?SHARE=6C23C0F29C6C4F158F7CA6264B4863051C8F4AD1917F0C3EB5DCC54B7DE39B5961CDA232C0F58DD610E92F2346B93589F6740CF46C72227C9D10EF04E25A1072571AB242F93D93324EC28A8EECED5FF4BFEB080331A42037D779F1D5CE0B5FC7///disparates///.

Las más interesantes son las interpretaciones positivas. Desde el mundo laico hay quien ha subrayado su ///http://www.larazon.es/detalle_opinion/noticias/1103467/opinion+columnistas/el-papa-del-siglo-xxi///coherencia como pensador///. No es poco en una España de bloques. El argumento más insistente entre los que profesaban su admiración ha sido el ///http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20130215&idn=1504139450370///valor/// y la humildad. No es poco en un contexto escéptico. Pero sorprende que en la España que al menos culturalmente tiene profundas raíces católicas tanto en las glosas de creyentes como en la de no creyentes, entusiastas y críticos, domine la clave moral o ética.

Algunos intuyen que se trata de la fe, no como última inspiración, sino como factor decisivo, determinante. Basterra, en ///http://internacional.elpais.com/internacional/2013/02/15/actualidad/1360946843_283088.html///El País/// habla, por ejemplo de que se ha dado "una leve esperanza a quienes creen en Dios pero no en la Iglesia". ///http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20130213&idn=1504126485171///Albiac/// recuerda el dramático diálogo de Auschwitz. Es una buena pista. No se trata sólo de coraje o de valor, de grandes virtudes. Eso sería mucho pero no suficiente para provocar un shock. Se trata de la raíz de la experiencia humana que ha hecho posible un gesto así. Se trata, por tanto, de la fe, de Dios en la historia. Y eso es lo que una cultura católica a veces supone.

Benedicto XVI nos ha invitado a usar durante estos casi ocho años la razón. Y en este caso un uso adecuado de la misma nos invita a reconocer que Dios sigue presente en la historia. En su memorable visita a Barcelona, ante la imponencia de la Sagrada Familia, a una España que cree ya saber lo que es el catolicismo, la invitó a mirar a Gaudí. Al arquitecto que "hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza". Es exactamente lo que ha hecho Benedicto. Con la belleza de su gesto ha señalado la Belleza de Cristo, que originariamente no es doctrina ni moral sino una Persona presente. 

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