Remnant: los restos que la guerra no logró arrancar de Siria
No hará más de dos semanas, coincidí con el fotoperiodista de guerra Manu Brabo en la presentación de un nuevo proyecto. En esta ocasión no hablaba de guerra, pero en algún momento dejó escapar un comentario sobre lo que le ha convertido en merodeador en multitud de conflictos bélicos: la guerra cambia los cauces de la vida tal como los conocemos, revela un mundo distinto y totalmente desconocido, en el que la amistad, la vida, la familia o tantos otros valores tienen un peso y una consistencia distintos.
Lo que en la paz experimentamos a menudo como algo superfluo -desde el agua corriente hasta el vínculo familiar o la devoción religiosa- en guerra es el vértice de cada decisión, de cada acto moral. Hay una serie de virtudes, un tipo de heroísmo, que encuentran la mejor ocasión para florecer cuando lo tienen todo en su contra, en medio de la desolación y el peligro inminente.
Algo parecido volví a escuchar esta semana en la presentación del último documental de Fernando de Haro, Remnant: “La guerra saca lo que hay en el corazón de cada persona“. El periodista rebusca entre los restos de una Siria prácticamente destruida, tanto en las ciudades como en los pueblos, para recoger el testimonio de quienes, por falta de medios para huir o por vínculo con la tierra y la comunidad, se han visto obligados a sufrir la guerra en sus propias carnes y en las de sus familiares, amigos y vecinos.
Las protagonistas son diez mujeres, que en medio de una lluvia de bombas, en el secuestro, en la pérdida de un hijo pequeño, en la carestía, la persecución, el miedo y la incomprensión, han pasado por el filtro de la guerra (“la guerra saca lo que hay en el corazón de cada persona”). Lo que ocurre después, aquello de lo que el trabajo de Fernando de Haro es testigo, solo puede provocar estupor y multitud de preguntas: ¿Cómo es posible que después de todo esto no surja el odio? ¿Cómo es posible que no haya resentimiento o el desapego hacia los suyos? ¿De dónde viene esta manera de estar ante el dolor, ante la pérdida y la persecución? Y, más aún, ¿qué sostiene este amor?
Se trata de nueve cristianas y una musulmana que viven en distintos puntos de Siria: Malula, Damasco, Wadi Nasarah, Homs y Alepo. Son todas estas zonas en las que, de distinto modo, la guerra ha puesto a prueba hasta lo indecible la capacidad del ser humano para odiar. Y sin embargo, la respuesta de estas diez mujeres, de la mano de su fe, eleva el misterio de lo religioso a la enésima potencia, en la medida en que es a través de ellas (a través de su sí a su Dios en la incomprensión y en el dolor) como empiezan a manifestarse los cimientos para una nueva Siria que ya empieza a verse entre los escombros.
Remnant, es decir, el remanente, los restos, no muestra, como podría parecer, los pedazos arquitectónicos y humanos de lo que hace una década fue la gran Siria. La guerra, con toda su destrucción, no ha hecho sino dejar a la vista (en carne viva pero enteros) los fundamentos de una convivencia entre los distintos (cristianos de distintas confesiones, musulmanes, kurdos, etc.) de la que en buena parte de Occidente apenas sabemos nada. Una convivencia en la que lo religioso -si es que puede hablarse de lo religioso como un ámbito acotado y distinto de lo político o de lo económico -puede ser interpretado a la vez como causa y como solución del conflicto.
Con esta son ya seis las veces que el periodista ha dejado a un lado los micrófonos para retratar un fenómeno que parece ir a contrapelo de la experiencia de religiosidad que tan a menudo, en tiempos de paz, se ve reducida a un ornamento más en la lucha por la distinción que libramos aquellos a quienes el consumo pacífico de los bienes del capitalismo nos hace a todos iguales.
La primera vez fue para rodar Walking Next to the Wall, el primer documental de la serie, dedicado a los cristianos coptos de Egipto. El segundo, Nasarah, grabado en el Líbano, está dedicado a los sirios e iraquíes perseguidos por el Daesh. El tercero Aleluya, a Nigeria. El cuarto, One, a la India. El quinto, Nínive, a los que tuvieron que abandonar sus casas y sus pueblos, situados cerca de Mosul en Iraq. El proyecto se lleva a cabo con la ayuda del Instituto de Estudios Históricos de la Universidad CEU San Pablo y la Fundación Ignacio Larramendi.