Reformas vistas desde el escepticismo

España · PaginasDigital
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14 marzo 2014
Matteo Renzi ha comenzado con mucha fuerza su labor como Primer Ministro y esta misma semana ha logrado la aprobación en la Cámara de Diputados de una nueva ley electoral (llamada Italicum) y una rebaja de impuestos para los italianos cuyos salarios se encuentran por debajo de los 1.500 euros. Resulta innegable que Renzi muestra mucha decisión a la hora de gobernar, pero también que es un auténtico especialista en correr riesgos, por lo que debo reconocer que veo estas reformas desde el más puro escepticismo.

Y lo veo de manera muy escéptica porque creo que en cualquier momento los excesivamente optimistas planes del político toscano pueden verse seriamente alterados por la realidad de los hechos. En principio, no debería haber problema para que el Senado confirmara la nueva ley electoral (de la que hablaremos más adelante cuando sea definitiva su aprobación), ya que entre el partido de Renzi y el de Berlusconi (que son los que votaron a favor de esta ley en la Cámara de Diputados) suman 168 votos cuando necesitan tan sólo 161. Todo ello si los célebres ´francotiradores´ (diputados que votan en contra de su partido) no se la juegan a Renzi cuando llegue el momento de someter el texto al Senado, lo que puede suceder aunque resulta improbable porque esta ley beneficia a los partidos mayoritarios y por tanto estos parlamentarios salen también beneficiados con la nueva ley electoral.

El problema es que Renzi ha pactado una ley con el enemigo de sus aliados de Gobierno. No creo que esto le importe demasiado a la Scelta Civica de Mario Monti, que parece más bien un fenómeno pasajero de la política italiana nacida de un compromiso de Monti con la estabilidad del país. Pero sí ha debido levantar ampollas en las filas del Nuovo Centrodestra de Angelino Alfano, que se ha convertido en el principal enemigo de Il Cavaliere (con cruce de insultos incluido) y que puede salir claramente perjudicado por la nueva ley electoral al ser un partido minoritario sin de momento una base electoral, ya que a fin de cuentas se trata de una escisión del partido de Berlusconi. 

Tampoco deben estar muy contentos en las filas del Partido Democrático, la formación de Renzi, donde la ´vieja guardia´ está esperando para asestarle una puñalada por la espalda a un Primer Ministro que dio un auténtico ´golpe de Estado´ dentro de su partido en contra de su compañero Enrico Letta, entonces al frente del Consejo de Ministros. Y a todas estas hay que preguntarse qué es lo que ha pedido Berlusconi a cambio de su apoyo electoral, porque ya se sabe que para Il Cavaliere lo primero es él (y no su partido) y debe importarle bastante poco lo que la nueva ley beneficie a su partido y sí, en cambio, obtener un rédito personal. Ya lo sabremos, pero seguro que Berlusconi ha puesto un precio muy alto a su apoyo parlamentario.

Mientras, la rebaja de impuestos para los que menos ganan en Italia seguro que es recibido con alborozo por muchos italianos, pero también tiene su doble lectura. Por un lado, parece que el ahorro que lograrán estos será más bien pequeño. Por otro, choca de frente con las políticas de austeridad impuestas por la Alemania de Angela Merkel. Renzi se la juega a que con esta rebaja aumente el consume y por tanto el Estado finalmente acabe recaudando más, pero si hay un país que no puede permitirse dejar de ingresar ese es Italia, con el 132% de su PIB como deuda nacional en este momento. El Primer Ministro espera, en ese sentido, que el nuevo clima político que está creando será recibido con un aumento del optimismo entre la masa salarial italiana, pero tengo la impresión de que muchos saben que la auténtica realidad es que Renzi sigue sostenido sobre una frágil mayoría y que en cualquier momento el país puede volver a la inestabilidad.

Cuando Renzi fue elegido Primer Ministro, pudimos ver al joven político toscano veinte años atrás participando en concurso en el que, tras ir cosechar numerosos aciertos, se la acabó jugando a doble o nada… y al final fue nada. Esperemos que en esta ocasión la apuesta no le salga mal. Cierto es que quien no arriesga, no gana, pero Renzi arriesga demasiado, y eso pueden acabar teniendo consecuencias muy positivas… o muy negativas.

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