Realidad vs. ideología

Mundo · Eduardo A. Sánchez
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8 octubre 2020
“No existen hechos, solo interpretaciones”. La frase contundente del gran filósofo Nietzsche parecería cobrar cada día más fuerza en la compleja realidad argentina. Los medios de comunicación se afanan en tratar de ganar terreno bajo este axioma. Frente a una opinión pública cada vez más desconcertada ante tanta batería de información, hay quienes se enfervorizan detrás de esta dirección que desemboca en la queja o en una mayor exasperación, creyendo en soluciones ilusorias que nunca llegaron a buen término. Hay de todo.

“No existen hechos, solo interpretaciones”. La frase contundente del gran filósofo Nietzsche parecería cobrar cada día más fuerza en la compleja realidad argentina. Los medios de comunicación se afanan en tratar de ganar terreno bajo este axioma. Frente a una opinión pública cada vez más desconcertada ante tanta batería de información, hay quienes se enfervorizan detrás de esta dirección que desemboca en la queja o en una mayor exasperación, creyendo en soluciones ilusorias que nunca llegaron a buen término. Hay de todo. Por un lado, quienes niegan la eficacia destructiva del virus, por el otro quienes solo se fijan en la afectación del virus a la economía, y además quienes se aferran a los ya conocidos dogmas del mercado, siempre los mismos dogmas y teorías que crearon un mundo más injusto y desigual, como expresa el papa Francisco en la reciente encíclica Fratelli Tutti, una mirada llena de esperanza, pero denunciando grandes fracasos frente a modelos que hoy nos ponen como salvadores. En medio de todo este bazar de interpretaciones se instala la famosa y llamada grieta en Argentina. La disputa política ha pasado a ser una suerte de competencia o habilidad para desacreditar más al otro, como si el sistema republicano cambiara los ejes hacia un árbitro impoluto (la corte suprema). No es seguramente lo que imaginó Rousseau cuando pensó en el sistema democrático y su equilibrio de poderes. Los eslóganes más abstractos porque representaban otros ideales de otras épocas, como defendamos la república, logran enconos encendidos y violencia.

Hoy la realidad actual en Argentina indica a través de la consulta a los principales encuestadores serios del país, mediante recientes sondeos, que la imagen del presidente Fernández goza de buena salud, como el líder latinoamericano con mejor imagen en épocas de pandemia (Raúl Kollmann, Pagina 12 de 4 de octubre), a pesar del bombardeo negativo al que le tratan de acorralar por las consecuencias económicas de la pandemia. Sin embargo, haber priorizado el cuidado de la salud desde el inicio y haber preparado el sistema de salud le mantiene con una buena imagen, además de la opción que tomó de haber comenzado por la atención de los que menos tienen en la escala social. La negación de un sistema de gobierno legítimamente elegido por el voto popular en el sistema democrático (48,24% Fernández- Fernández vs 40,28% Macri-Picheto) vía la judicialización de la política, la comparación con otros países de Latinoamérica, la descalificación de los debidos procesos parece ser la base del accionar político de la oposición, acompañada por declaraciones de un expresidente despertando fantasmas de golpes militares. Esta estrategia no le dio resultados en las últimas elecciones, es por ello que una parte de la misma oposición busca alternativas distintas a este tipo de confrontación (encabezados por el actual jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Larreta). Los tenues brotes positivos de una economía como por ejemplo la deuda externa argentina y su sinceramiento frente al sistema financiero internacional, la asistencia a sectores claves, el nuevo diseño presupuestario, etc, fue opacada por las disputas basadas en la confrontación y la violencia.

Pero veamos algunos hechos que impactan por su dureza. Los recientes datos del INDEC (estadísticas argentinas) que nadie puede cuestionar, ni tapar, nos hablan de más de 18 millones de pobres y cerca de cinco millones de personas humanas en la indigencia. Nos decía hace poco el Papa Francisco en la audiencia general del 19 de agosto, que hay otro virus que nos afecta: “tenemos que curar un gran virus, el de la injusticia social, la desigualdad de oportunidades, la marginación y la falta de protección a los más débiles”. ¿Qué nos dice esta mirada a la realidad argentina?

Según los datos de cartera a cargo de Arroyo (ministro de Desarrollo Social de Argentina), previo a la pandemia Argentina tenía un 40 por ciento de pobreza general, 50% de pobreza infantil, 40% de trabajo informal. Esos son los tres datos más críticos, previo a la pandemia. Había ocho millones de personas que recibían asistencia alimentaria en Argentina. Sobre esa base la gestión actual del presidente Alberto Fernández empezó en diciembre de 2019, antes de la pandemia, una política que priorizó y que se la llamó “Argentina contra el hambre”, donde convocó a todos los sectores empresarios, eclesiales, sociales, además implementó la tarjeta alimentaria, una tarjeta del banco público que llega a un millón y medio de familias, madres con hijo menores de seis años, mujeres a partir del tercer mes de embarazo y personas con discapacidad con el objetivo de poner un piso a la caída social y atender el problema del hambre en la argentina. Según datos del Ministerio.

En plena pandemia aparecen otras realidades diferentes, se pasó ya en el medio de la misma de ocho a 11 millones de personas que reciben asistencia alimentaria, pero para decirlo claro, hoy el otro dato es que el Ministerio de Desarrollo Social es un 90% por ciento asistencias alimentarias y un 10% generación de trabajo. El objetivo expresado por el ministro Daniel Arroyo, de extracción académica católica, es que a fin de año sea 50 y 50 (lineamientos expresados recientemente en conferencia en la universidad católica de Córdoba).

Según el mismo funcionario, hay cuatro realidades distintas que nos permiten ver de qué estamos hablando en Argentina cuando decimos su nombre con una población cercana a los 45 millones. De estos, 11 millones de personas están enmarcadas en estas realidades:

-Las personas que ya estaban en los comedores sociales, situación de pobreza estructural, sus padres fueron pobres, sus abuelos fueron pobres.

-Hay otro grupo de gente que hace changas y muy eventualmente están en un comedor, vive de changas y algún fin de semana van a un comedor.

-Grupo de gente que tiene trabajo informal integrado, el taxista, el remisero, el que hace el mozo que nunca había estado en un comedor, que no sabía de la existencia del Ministerio de Desarrollo Social de la nación y se gasta los primeros 15 días del mes lo que ganó y después termina en un comedor, en un merendero.

-Gente con un trabajo formal, con un recibo de sueldo que aun así no le alcanza y terminó reclamando asistencia alimentaria.

En 2019 fueron 28.000 millones de pesos en asistencia alimentaria, este año en los primeros siete meses, a 31 de julio, fueron 70.000 millones de pesos en la misma asistencia, esa es la política alimentaria que se ejecutó. A 31 de julio, el 140 por ciento del presupuesto se ejecutó en los primeros siete meses, eso marca dos cosas: la prioridad del gobierno actual de empezar por los últimos y el nivel de deterioro social importante que tiene la Argentina, según datos de Arroyo.

Respecto a la política social por la pandemia, no sólo actúa el estado sino una gran red social, ha habido un gran despliegue y red social para atender la cuestión alimentaria conformada por iglesias, organizaciones sociales, escuelas y un rol muy activo e importante en volumen y escala del sector privado. Todos juntos han logrado atender y contener la situación social conjuntamente con un estado que ha volcado muchos recursos y que generó distintos tipos de programas acompañados por una gran red social. En esta gran red social de base la grieta no existe, conformada por las iglesias evangélicas, los movimientos sociales, clubes, escuelas, el ejército argentino que ha participado activamente y sobre todo al inicio de la pandemia los curas que viven en las villas, que se han constituido en referentes locales para organizar la ayuda prácticamente, indicando al estado la manera más eficaz de llegar, con asistencia a los populosos barrios y villas del gran Buenos Aires donde viven millones de estos pobres que figuran en las estadísticas pero que se hacen rostros visibles en el día a día de la vida de las villas, donde se montó un verdadero operativo de asistencia con viandas diarias de alimentos y comida caliente, espacios para aislamiento, hogares para ancianos, un ejército de voluntarios imposible de describir que aportan soluciones a las necesidades cotidianas, sobre todo a quienes se vieron imposibilitados de trabajar y salir de los barrios para mantener el aislamiento necesario. Es muy fácil el eslogan “quédate en casa” para quien lo pueda hacer, pero para gran parte de la población esto se tornó imposible de cumplir por su situación económica. En esta realidad no existen las interpretaciones ni las grietas, en los barrios y villas hay tal cura, está el pastor, están distintos dirigentes sociales, está la gente haciendo cosas, está el que fue que puso el cuerpo y todos trabajando para encontrar la vuelta a una situación muy crítica. Ha habido un despliegue social y también algo realmente significativo, que el sector privado ha aportado donaciones, ha aportado de verdad a escala con un programa muy sistemático, el empresario del pueblo echó una mano al comedor del barrio. La verdadera autoridad en este caso se vio reflejada en quienes desde dentro de estas realidades, como los denominados curas villeros y otras tantas organizaciones, dieron desde dentro respuestas reales y operativas que coincidían con las necesidades, y desde el estado se seguían sus instrucciones para un mejor desenvolvimiento. El hecho se dio en la quinta presidencial, donde fueron convocados todos los curas que trabajan en las villas junto a todas las organizaciones sociales y otras iglesias, sin las cuales esto hoy sería un civil incontenible, sin temor de decir la palabra, pero si miramos que casi la mitad de la población es pobre en Argentina y el 56% de los niños son pobres, no es difícil darse cuenta de que las peleas de la ideología y las interpretaciones no permiten ver la realidad.

El otro gran tema a mirar es la urbanización de los cuatro mil barrios donde viven cuatro millones de argentinos hacinados sin agua, sin servicios básicos, argentinos que viven más parecido al siglo XIX que al XXI y que es una parte de los argentinos que necesitan urbanizarse para empezar a encarar una política de inclusión verdadera, según la visión de la gestión actual. Se necesita la urbanización de cuatro mil barrios donde viven cuatro millones de argentinos. Hoy está en discusión el tema de toma de tierra, pero en esencia se votó una ley hace dos años, todos los diputados, todos los partidos, todos los senadores, todos los partidos, todos a favor y se creó el registro nacional de barrio popular, se hizo un registro del cual surgen 4.400 barrios donde viven cuatro millones de argentinos hacinados, sin agua, sin servicios. Urbanizar es una tarea a 10 años y esto tiene que ser una política de estado, todos votaron, todos estuvieron de acuerdo, la ley establece el registro y un fondo necesario, enfatizan desde el área a cargo de Arroyo. Hay planes muy serios y propuestas de dirigentes sociales para desarrollar estas posibilidades donde los recursos existen. Solo falta la decisión, no solo política sino social, de empezar a cambiar la mentalidad, que no se puede vivir pensando en programas y desarrollo solo para empresas y pymes que sin lugar a dudas se deben hacer, pero no se puede pensar en una Argentina que deje al 50% de la población fuera de sus planes. Es inviable, por más que todas las recetas económicas liberales nos quieran hacer pensar de manera diferente. Hay que mirar esta realidad y es una opción. No es política, no es partidaria, es del corazón del pueblo argentino.

Hay cinco sectores productivos que son de mano de obra intensivos y que no son tenidos en cuenta por las grandes teorías económicas en boga en los medios argentinos, donde solo son válidos los análisis de la macroeconomía financiera. En este sector de la base social, el Ministerio de Desarrollo con Daniel Arroyo a la cabeza intenta crear un vínculo entre trabajo, planes sociales y capacitaciones de acompañamiento. Uno es la construcción, vereda, vivienda, infraestructura básica. El segundo es la producción de alimentos y desarrollo de producción alimentaria (estamos hablando del 40% del sector informal). El tercero es la actividad textil, cuarta la economía del cuidado, que son las personas –sobre todo mujeres– que cuidan a personas mayores, niños, cuidado comunitario, desde los cuidados personales hasta los jardines comunitarios, los comedores, todo el cuidado comunitario. Y en quinto lugar, el reciclado. Sobre esa base se puso en marcha el plan para potenciar el trabajo, que tiene varias acciones. Uno es que vincula planes sociales con trabajo, las personas que cobran plan social son 570.000 en Argentina y cobran la mitad del salario mínimo. Hay distintos programas para combinar con el sector privado y los emprendedores, más la formación y buscar una salida a este gran sector de la economía informal para tratar de llevarla a una mayor formalización.

El segundo punto a potenciar en el trabajo es un sistema de crédito no bancario. Parten de la base de que al menos el 40% la gente no tiene un banco de financiación del trabajo, es necesario un sistema de crédito no bancario a tasas muy bajas del 3% anual para máquinas, herramientas, insumos y bienes de capital para que el carpintero tenga una sierra circular, para que quien cosa en su casa tenga una máquina de coser, desde los emprendedores más chicos hasta las grandes empresas, recuperar un gran sistema de crédito no bancario.

Plantean además desde la misma cartera ministerial la idea de un ingreso de base. En el mundo se debate hoy el ingreso universal, lo está poniendo en marcha Alemania, lo está poniendo en marcha España, lo recomienda la CEPAL, lo recomienda Naciones Unidas. Argentina no está en condiciones fiscales pero la tendencia económica es armar un ingreso universal base, es una salida para arrancar, no es posible hoy por las condiciones fiscales, pero se puede pensar en el equilibrio fiscal con este objetivo y que acompañe un gran plan de empleo. Es el momento de combinar derechos y movimiento económico, el ingreso de base es el derecho al ingreso, pero el consumo es movimiento económico, recuperación económica, como indica Arroyo.

Son cambios estructurales y de paradigmas que están en la mirada de muchos académicos y dirigentes de todo tipo en Argentina, nucleados a través del Foro ecuménico social de la Universidad Católica de Córdoba, donde participan varias universidades y académicos de Argentina, del mundo académico, empresarios, dirigentes de todo tipo, dirigentes sociales, sindicales, de esta gestión de gobierno, parecería abrir una mirada esperanzadora al desarrollo de las necesidades y cambios estructurales como lo está pidiendo el Papa Francisco hoy.

Hacer cambios en las estructuras, construir otras ideas, no es con pequeños programas, con pequeñas ideas, con acciones sueltas a las que se va a dar la vuelta. El nivel de deterioro es muy grande, hay una gran cobertura de estado y es evidente que está aumentando la pobreza, es evidente que está aumentando la desocupación, es evidente que está aumentando la informalidad laboral y finalmente la Argentina ya tiene tres generaciones. Excluir a un joven que no ve a su padre o a abuelo trabajar… vamos a una cuarta generación de exclusión si no hacemos cambios estructurales profundos y la pandemia nos ha llevado a ello.

La pandemia es una crisis y de una crisis no se sale iguales: o salimos mejores o salimos peores. Nosotros debemos salir mejores, para mejorar las injusticias sociales y la degradación ambiental, como decía Francisco en audiencia general el pasado 19 de agosto.

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