Realidad real

Mundo · Lola Martínez
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9 julio 2019
A Daniel los Reyes le trajeron su primera Nitendo cuando tenía 12 años. Era un apasionado de los videojuegos, demasiado apasionado. Daniel, de hecho, pronto se convirtió en un adicto. Los estudios empezaron a irle mal, no quería salir de casa, engordó mucho.

A Daniel los Reyes le trajeron su primera Nitendo cuando tenía 12 años. Era un apasionado de los videojuegos, demasiado apasionado. Daniel, de hecho, pronto se convirtió en un adicto. Los estudios empezaron a irle mal, no quería salir de casa, engordó mucho.

La desintoxicación de los videojuegos no fue fácil para Daniel, que tuvo que ingresar en una clínica para su tratamiento. Sufría mono de las pantallas.

Estas situaciones las hemos visto en series, pero la historia de Daniel no es una serie. Hace unos días en la reunión que la OMS ha celebrado en Ginebra en su 72ª reunión anual ha incluido la adicción a los videojuegos en su lista de trastornos. En España el control y prevención de este tipo de enfermedades ya lleva meses incluido en la Estrategia contra las Drogas. El 18% de los jóvenes entre 14 y 17 años en nuestro país hace un uso excesivo de los videojuegos.

El abuso de los videojuegos es solo uno de los trastornos que está provocando la saturación digital. Saturación digital es una expresión que se está utilizando últimamente para describir la desconexión de la realidad real que nos acecha.

El lujo antes era la tecnología. Ahora el lujo es lo analógico, lo real, real. De un modo probablemente intuitivo nos rebelamos contra un exceso de virtualidad, y quizás por eso buscamos cámaras analógicas en los mercadillos, discos de vinilo, turismo rural en algún sitio donde cante un gallo con cresta y con plumas. Ahora lo offline, lo desconectado es tendencia. Podemos comprar por Amazon cualquier libro pero volvemos a las librerías, podemos saludar a todos nuestros amigos por WS pero de lo que tenemos nostalgia es de un desayuno o de una comida lenta con mucha sobremesa y mucha conversación, donde poder mirarnos a los ojos y poder tocarnos.

Este fin de semana he leído una estupenda columna de esa buena directora de cine que es Isabel Coixet. Coixet explicaba que cuando está en pleno rodaje de un proyecto, “hay un momento mágico en el que todo parece encajar y sientes que la cámara capta algo intangible, una corriente de amor que tiene que ver con la química y hasta con la metafísica. Minutos más tarde, me doy cuenta de que era un espejismo y de que tengo que seguir intentando plasmar algo que quizá es inalcanzable: la realidad en todas sus capas, compleja, inasible, complicada, rica, dura”. La realidad inasible, que no se puede aferrar del todo, dice Coixet, quizá eso es lo de que tenemos nostalgia en esta época virtual.

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