Ray LaMontagne, sorpresas en mil caminos

Ray transita por muchos estilos. Desde el folk hasta el rock y las variedades de pop, va atrapando armonías, ritmos, acordes… Como un amanuense paciente, va dibujando filigranas, rematando templadamente finales con acústicas guitarras o banjos, entreteniéndose en los tiempos medios de sus historias con violines y teclados, que cambian repentinamente a nuevos parajes musicales por la aceleración de compases. Tiene uno la sensación de que oye varias canciones en una sola, con lo que se acrecienta la necesidad de continuar la aventura por este camino que es profecia de lo inconmensurable.
Todo comenzó cuando Ray llegaba de trabajar a las cuatro de la mañana. Sus jornadas semanales de 65 horas en la fábrica de zapatos no cerraban la puerta a los muchas veces dolorosos recuerdos infantiles, en los que los coloristas sonidos armónicos se tiñeron de gris por la decisión de su padre, también músico, que dejó a su madre y a sus cuatro hermanos para vivir su vida. Pero aquella noche, un Ray reventado supo, oyendo Treetop Flyer, de Stephen Stills, que aquella animadversión hacia la música era la huida de otro y no la suya: no podía contener el oleaje de emociones que le embargaban en aquel momento.
En 1999, grabó 10 canciones y las distribuyó por distintos lugares. Comenzaron sus actuaciones. Unos años después, uno de sus amigos envió la maqueta a varios estudios y en 2004 grabó su primer disco, Trouble, del que vendió 400.000 copias en todo el mundo y que entraría en la lista de los 40 mejores discos de 2006 en el Reino Unido. En él participó la hija de Stephen Stills, Jennifer. Ese mismo año grabaría su segundo trabajo, Till the Sun Turns Black, y en 2008, con el que se abre este artículo.
Se compara a Lamontagne con muchos, ya que es fácil asimilarle en el club de las mejores laringes roncas del pop, sin embargo, su tejido musical supera comparaciones y le confiere la categoría de artesano de alta costura. Ustedes/vosotros mismos.