Rams (El valle de los carneros)
Nos llega una película extraña. La Espiga de Oro en el último Festival de Valladolid fue a parar a esta película islandesa que constituye el segundo largometraje no documental de Grímur Hákonarson. Rams reúne algunas de las características de cierto cine escandinavo, como el de Aki Kaurismaki (El Havre) o el de Bent Hamer (Kitchen stories): un tempo sereno –no “lento” en el sentido despectivo con el que a veces se usa el término–, una extraña emotividad fría, una mirada tiernamente irónica sobre el ser humano, y una complicidad sutil y genuina con el surrealismo.
La película Rams trata de la historia de dos hermanos solteros entrados en años, Gummi (Sigurður Sigurjónsson) y Kiddi (Theodór Júlíusson), que se dedican a la ganadería bovina, ovejas y sobre todo carneros. Llevan cuarenta años enemistados y casi sin dirigirse la palabra, a pesar de que viven uno junto al otro. Pero sucede algo que les obligará a volver a relacionarse: la amenaza de un virus que puede acabar con su ganado, único recurso que tienen para sobrevivir.
El argumento de reencuentros fraternos tiene ciertos paralelismos con “Una historia verdadera” de David Lynch, en el sentido que cuenta la reconciliación de dos ancianos hermanos que llevan años enemistados y que en el fondo de su alma anhelan el perdón y la verdadera fraternidad. También se asemeja en el clima pausado y contemplativo de ciertos momentos de carretera del film. Sin embargo, en la islandesa se ilustra sobre todo el enfrentamiento fraterno, mientras que en la de Lynch el peso estaba en el camino de purificación y de perdón. También se diferencian en el horizonte ideal de los personajes, mucho más amplio en aquella y más reducido en Rams, en que parece que no hay nada en el mundo más allá de los carneros. Aun así, la cinta es muy honesta, cae muy bien por su ternura, y es entrañable en su resolución. Se nota la proveniencia del documental de su director por la forma casi “etnográfica” de introducirnos a la historia.