Rajoy, en el umbral

España · M. Medina
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24 enero 2011
Hay ocasiones en las que a Esperanza Aguirre le cuesta estarse callada. Le pierde la imprudencia. Probablemente no hay otra explicación para que horas después de que terminase la Convención Nacional del PP en Sevilla asegurara que prefiere a Cascos como candidato en Asturias. No hay explicación política para esas declaraciones. Le ha podido el afán por destacar del grupo.

La música de la Convención de los populares no ha sonado mal. Fue un síntoma de madurez que Aznar tuviese protagonismo en la inauguración del viernes. El abrazo entre el ex presidente y Rajoy certifica que el primero se ha decidido a remar a favor de su sucesor y que el segundo no tiene necesidad de matar al padre para sentirse tranquilo. Cuando los españoles están demandando cambio, revindicar a Aznar es un modo muy sencillo de recordar un período en el que las cosas se hicieron bien. Ha hecho falta mucho tiempo para ese abrazo que pone las cosas en su sitio.

Ha sonado bien el discurso de Rajoy en la conclusión del domingo. El líder del PP hizo referencias interesantes al protagonismo de una sociedad fuerte "que no se resigna a la decadencia porque sabe que la resignación es virtud para casos perdidos y España no es un caso perdido. Nos reclama una gran tarea de recuperación nacional que exige el esfuerzo de toda la Nación". Suena bien que los populares no nos hablen de los milagros de una libertad de mercado capaz de regenerar por sí solo al país. La magia del liberalismo está agotada.

La regeneración a la que hacía referencia Rajoy será social o no será. Y en este campo hay un gran trecho por recorrer porque los españoles, de derechas o de izquierdas, estamos convencidos de que el Gobierno es el que tiene que resolver todos los problemas. Esa sociedad civil de la que ahora todo el mundo habla, y que nadie sabe lo que es, en realidad lleva casi diez años fragmentada, por eso fue también importante que Rajoy se refiriera a la necesidad de recuperar la concordia: "no es posible forjar una voluntad nacional fragmentando a los españoles por regiones, por sexos, por religiones, por clases o por ideologías. No es posible y no queremos hacerlo".

Estamos en el umbral del gran debate. La lista de las reformas necesarias nos la sabemos ya de memoria. Si Zapatero se empeña en acabar la legislatura es probable que se las deje avanzadas al PP. Pero las reformas son sólo el principio del cambio. La gran cuestión que reclaman informes como el de la Fundación Everis, Transforma España, o el último libro de Víctor Pérez Díaz, La sociedad española ante la crisis, es un cambio cultural que cuestione el viejo estatalismo, haga realmente efectiva la iniciativa social y recupere la energía que no hace mucho nos permitió construir grandes cosas juntos. El ciclo político puede terminar por simple agotamiento sin que haya una recuperación de confianza hacia lo público o hacia la clase política. En ese momento estamos. Otra cosa es que Rajoy se decida a cruzar el umbral y a definir qué significa apoyar y fomentar una sociedad fuerte.

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