¿QUIÉNES movemos Europa?.
Hace poco, ha caído en mis manos el programa electoral que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha presentado para las elecciones europeas del 25-M. Me he propuesto leer los programas de los partidos. El programa socialista me ha exigido tener en el rabillo del ojo la subsidiariedad. Su lectura me hace pensar que, en este país, existen demasiados sociólogos y politólogos que, desde sus cátedras universitarias o desde los partidos, establecen a priori lo que los ciudadanos necesitamos desde categorías y postulados teórico-ideológicos que no se discuten en el mundo universitario de hoy. ¿Será que necesitamos a la Historia?. ¿Es que hemos olvidado los Acontecimientos que han forjado nuestro ser europeos y que, por ello, estamos llamados a una vocación de subsidiariedad y solidaridad?
Con el lema “Tú mueves Europa”, las propuestas del partido socialista, articuladas en 25 puntos, vuelven a proponer el modelo de una socialdemocracia keynesiana que ha dominado siempre la corriente socialista europea, a saber:
- Las demandas de una Europa por el crecimiento y el empleo de calidad incluyen programas de inversiones; aumento de los fondos comunitarios; establecimiento de salario mínimo digno y suficiente (concepto jurídico indeterminado, ¿verdad?); elevar el PIB de la industria, las PYMES; la llamada regla de oro del cómputo del déficit, para facilitar la inversión pública en educación, I+D+i o empleo. La creación de la troika social que incluya al Parlamento la Comisión y los agentes sociales para evaluar el impacto de las políticas económicas de los Estados llama poderosamente la atención por su pretensión de establecer controles (qui custodiat custodes? he aquí el problema) para justificar un aumento desmedido del gasto público del presupuesto comunitario. Puro keynesianismo.
- La fiscalidad progresiva, que incluye reducir la evasión fiscal con la “lista negra” de paraísos fiscales y evitar que las multinacionales acaben evadiendo impuestos; prohibición de las amnistías fiscales o la tasa Tobin, es uno de los mayores exponentes de una visión estatalista y monopolizadora de la vida económica. Resulta paradójica la preocupación de la izquierda en depurar responsabilidades en el sector privado, cuando los ciudadanos vemos cómo se despilfarra el dinero público no sólo entre los políticos sino también entre los decision-makers y los policy-makers engarzados en la Administración.
- Las propuestas para eliminar la desigualdad, consistentes en establecer estándares en educación, sanidad y prestaciones sociales y el establecer un plan contra la pobreza y la propuesta de una directiva europea de igualdad de trato, estrechan cada vez más el círculo a favor de los poderes públicos y acentúan la ideologización con la defensa del aborto libre y la igualdad hombre-mujer vía Directiva en los términos que defienden las corrientes neomarxistas sobre las relaciones humanas.
- Una referencia interesante, aunque utópica, a Europa como motor en la ayuda al desarrollo. La propuesta es aumentar los recursos económicos y el papel de las instituciones en la cooperación. Pero siempre desde el punto de vista de las instituciones
En definitiva, más burocracia europea (que no Europa), que está creciendo desmesuradamente y amenaza con tener niveles elefantiásicos. A mi juicio, es un programa electoral cuyo enfoque desde las ciencias sociales (la Sociología, las Ciencias Políticas) está impregnado de “aroma de cátedra universitaria”, de falta de conexión con lo que las personas realmente deseamos (poder contribuir al bien común con nuestra identidad y nuestras obras); de falta de respeto a la libertad de educar y de discrepar de las administraciones públicas. Todas estas propuestas no parten sino de un tú ideológico, supeditado a un interés colectivo que, a lo largo de la Historia, ha servido para encubrir intereses del poder (véanse las políticas de planificación del mundo comunista de la Guerra Fría, o de la socialdemocracia nórdica hasta los años 70)
Teniendo algunas propuestas interesantes, el programa me parece cargado de una dialéctica Estado vs. Mercado que me parece nociva, porque, al censurar toda autocrítica, fomenta que los ciudadanos hagamos una visión muy sesgada en la atribución de responsabilidades. ¿Sólo el mercado o la economía especulativa son culpables?. ¿Acaso no hemos asistido en el período comprendido entre el 2000 hasta ahora a un despilfarro de los fondos públicos?. Cuando se habla de potenciar la I+D+i (por poner un ejemplo de ayuda pública), ¿no estaremos, en el fondo, añorando el sistema clientelista de las subvenciones?. Son muchos los interrogantes que hay en el programa. El principal es: el papel de la sociedad civil, ¿a qué se reduce con esas propuestas del socialismo europeo?.
Buscar nuevos caminos para la solidaridad.
Necesitamos una Europa subsidiaria, solidaria, que no sofoque la capacidad responsable y creativa de los individuos y grupos sociales intermedios (lo que es bien distinto de lo que propone el neoliberalismo). Sinceramente, frente a este centralismo sofocante que propone la socialdemocracia europea, me quedo con esta cita de la Caritas in Veritate: “Cuando la lógica del mercado y la lógica del Estado se ponen de acuerdo para mantener el monopolio de sus respectivos ámbitos de influencia, se debilita a la larga la solidaridad en las relaciones entre los ciudadanos, la participación y el sentido de pertenencia que no se identifican con el dar para tener, propio de la lógica de la compraventa, ni con el dar por deber, propio de la lógica de las intervenciones públicas que el Estado impone por ley(…).El binomio exclusivo Estado-mercado corroe la sociabilidad, mientras que las formas de economía solidaria, que encuentran su mejor terreno en la sociedad civil, aunque no se reducen a ella, crean sociabilidad.”
La Caritas in Veritate puede ser una hoja de ruta para todos en orden a buscar el bien común, y tiene una potencialidad que ni la socialdemocracia ni el liberalismo económico parecen haber advertido. Todos los ciudadanos estamos cansados de una Europa burocrática, aunque no acabamos de romper el cordón umbilical de un Estado de bienestar corrompido. Tengamos el coraje de buscar nuevos caminos para una Europa subsidiaria y solidaria en el bien común.