¿Queda algo por bombardear en Gaza?

Dos editoriales de importantes redacciones nos ayudan a comprender la gravedad de la situación. El primero es el del Financial Times, que titula «El vergonzoso silencio occidental sobre Gaza». Tras el enésimo bombardeo israelí que ha causado víctimas civiles, entre ellas al menos nueve niños, el diario israelí Haaretz ha escrito, comentando las fotos de los cadáveres de los niños, que «podemos seguir ignorando el número de palestinos muertos en la Franja —más de 52 000, entre ellos unos 18 000 niños—, poner en duda la credibilidad de las cifras, utilizar todos los mecanismos de represión, negación, apatía, distanciamiento, normalización y justificación.
Nada de esto cambiará el amargo hecho: Israel los ha matado. Han sido nuestras manos las que lo han hecho». Sin embargo, en lugar del fin de la guerra que desea el diario financiero británico, lo que se perfila en el horizonte es una nueva escalada de los combates: el lunes, el primer ministro israelí anunció una nueva ofensiva que incluye la posible reocupación completa de la Franja y el (enésimo) «desplazamiento» hacia el sur de la población. Además, según recuerda Le Monde, Netanyahu ha anunciado una nueva movilización de reservistas, que sustituirán durante un periodo «significativo» a los reclutas en Cisjordania y en la frontera con el Líbano, que serán enviados a Gaza.
No es la única novedad anunciada por Netanyahu. También está, de hecho, la propuesta israelí de gestionar con agencias privadas la distribución de la ayuda humanitaria en la Franja de Gaza a través de seis centros controlados por el ejército del Estado hebreo. Según las fotografías satelitales obtenidas por Haaretz, el ejército ya habría comenzado la construcción de los centros. La propuesta ha suscitado críticas por parte de todas las agencias humanitarias, basándose en que dicho sistema proporcionaría a Israel la posibilidad de utilizar el flujo de ayuda humanitaria como instrumento de presión y chantaje sobre la población. Además, como ha escrito The Economist, si este plan se llevara a cabo definitivamente, «dejaría a los palestinos a merced de un racionamiento a nivel de subsistencia por tiempo indefinido». Por otra parte, sin embargo, hay que recordar que hace ya dos meses que el Estado judío bloquea completamente la entrada de ayuda humanitaria en la Franja, provocando una enorme crisis alimentaria. Si el problema es, por tanto, el uso de los suministros humanitarios con fines militares, ya hemos ido mucho más allá.
La rotación de las fuerzas armadas israelíes necesaria para iniciar la nueva fase de la guerra debería requerir hasta diez días desde el anuncio, lo que permitiría a Israel esperar a que finalice el viaje de Donald Trump a Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos antes de dar inicio a las nuevas operaciones militares. El objetivo declarado por Israel es, una vez más, aumentar la presión sobre Hamás para conseguir la liberación de los rehenes y una posición ventajosa en las negociaciones para poner fin a la guerra. Estos diez días serían una «ventana de oportunidad» para que Hamás libere a los rehenes antes de que comience la ofensiva, declaró un funcionario israelí al Financial Times.
La nueva ofensiva plantea más interrogantes. Además de las consecuencias humanitarias relacionadas con la concentración de dos millones de personas en una zona pequeña del sur (una vez más), hay que preguntarse para qué han servido 18 meses de guerra, bombardeos continuos y desplazamientos constantes de personas si todavía es necesaria una operación terrestre para localizar y derrotar a Hamás. La conclusión lógica es que la guerra hasta ahora ha sido un fracaso. Además, como dijo una joven palestina entrevistada por Reuters, «ya no queda nada en la Franja de Gaza que no haya sido alcanzado por misiles y barriles explosivos. Pregunto ante todo el mundo: «¿Qué queda por bombardear?». Según Amir Tibon (Haaretz), el nuevo plan israelí, que también prevé el uso de mercenarios estadounidenses, se parece mucho a los planes que llevaron a la invasión de Irak en 2003 y, no por casualidad, escribe el periodista israelí, también en ese caso dos hombres desempeñaron un papel destacado: Benjamín Netanyahu y su mano derecha, Ron Dermer. Este sigue siendo primer ministro y ministro de Asuntos Estratégicos del Gobierno israelí.
La ocupación de Gaza por parte del ejército israelí, que parece cada vez más probable, plantea además problemas relacionados con la situación interna de Israel. Según Jeremy Bowen (BBC), mientras que, por un lado, «Israel necesitará un milagro militar y político para obtener los resultados» esperados, por otro, «es más probable que la ofensiva agrave todo lo que hace que la guerra de Gaza sea tan controvertida». El ministro extremista Bezalel Smotrich ha declarado que, en un plazo de seis meses, la Franja estará «completamente destruida». Además de las familias de los rehenes, cada vez más críticas con la continuación de la guerra, muchos reservistas se oponen y, según Bowen, «ahora miles de ellos (algunas estimaciones de la izquierda israelí son más altas) se niegan a prestar servicio militar de reserva. Sostienen que el primer ministro continúa la guerra porque, si no lo hiciera, la extrema derecha derribaría el Gobierno y llegaría el día del juicio final por los errores y los cálculos equivocados cometidos por Netanyahu, que dieron a Hamás la oportunidad de atacar» el 7 de octubre de 2023. Un punto de vista compartido, entre otros, por la CNN. Además de las consideraciones políticas de los reservistas, según The Economist, muchos miembros de las FDI insisten en que para la ocupación de la Franja se necesitarían decenas de miles de reservistas, pero las fuerzas armadas del Estado judío ya están «comprometidas más allá de sus límites». Otro problema deriva de la situación económica del país. La economía israelí, según David Rosemberg, ya se ve afectada por las «guerras perpetuas» de Israel y ahora corre el riesgo de verse agravada por los costes de la «ocupación permanente, o incluso la anexión» de la Franja de Gaza.
Artículo publicado en Oasis
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