¿Qué retos en América Latina?

Mundo · Luis Enrique Marius
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3 junio 2010
Debemos visualizar la nueva realidad que nos impacta como un territorio a explorar, una nueva humanidad para interpretar y, a pesar de muchas frágiles conciencias y que se acorta el tiempo real para los cambios, debemos asumir los problemas como oportunidades. Con el espíritu de siempre, con el oído atento al sentir de nuestros pueblos, y desde una mirada desde la Iglesia, no nos podemos desanimar ante los desafíos y mucho menos ante nuestros temores. El Señor nos acompaña, alimenta y enriquece nuestro compromiso.

No fue con el inicio de un nuevo milenio, sino ahora, que conocemos los impactos de la postmodernidad (o en todo caso, que recién la estamos comprendiendo), y más que una época de cambios, creemos que estamos viviendo un cambio de época, donde los parámetros de análisis de la guerra fría ya no sirven para permitirnos comprender el acontecer, y han pasado a la historia (salvo para algunos escasos trasnochados que intentan utilizar ideologías fracasadas para justificar sus apetitos de poder).

Vivimos una época donde los conceptos de "izquierda" y de "derecha" se han vaciado, muchas veces las autodenominadas "izquierdas" se vuelven opresoras por falta de respuestas, las llamadas "derechas", muchas veces vacías ó integristas y también sin respuestas, y la mayoría de los proclamados "centros" (otrora opciones políticas mayoritarias) sin pensamiento, nuevas propuestas, ni motivación por la pérdida de sus identidades.

La dificultad de buscar y descubrir nuevos patrones de medida que nos permitan comprender, asumir y resolver la realidad se transforma en un desafío urgente y determinante. Quien no sabe dónde está, difícilmente podrá encontrar el mejor camino a recorrer.

Tres tendencias 

En un esfuerzo de síntesis, hoy podemos visualizar como destacadas tres vertientes u opciones estratégicas en la región: una opción que podríamos denominar la estrategia del ALBA, otra vertiente en torno a los cambios en la influencia política hemisférica de los Estados Unidos, y una tercera opción o sector, el de los equilibrismos tácticos que van desde un acercamiento interesado a los otros espacios, hasta una indefinida anomia política, que puede conducir a la pérdida del equilibrio. Pero en todos los casos, con prácticas que cuestionan, en gran parte, la plena vigencia democrática.

La estrategia de los gobiernos nucleados en el ALBA, más allá de que no han superado al 12% de la población latinoamericana, nos presenta un cruce entre democracia y dictadura, una fachada democrática para tristes y lamentables formas y prácticas populistas y absolutistas, que irremediablemente conducen a nuevos y más graves situaciones.

La política de Estados Unidos hacia Latinoamérica no tiene la importancia que tuvo en el pasado, y se ajustará (como siempre ha sido), más o menos agresiva y beligerante, en forma global o selectiva, en función de sus intereses (especialmente económicos y financieros).

Los demás gobiernos, haciendo gala de un pragmático equilibrismo táctico, con una evidente pérdida de identidad, no han superado (y muchos ni siquiera lo intentan) las condiciones que han generado y sostienen la injusta distribución de la riqueza, con sus lamentables secuelas de pobreza, miseria y exclusión, a pesar de haber logrado (en muchos casos) importantes resultados macroeconómicos, y se agotan en el permanente ejercicio de intentar mantenerse en el poder.

A pesar de los importantes avances logrados en los ámbitos sociales y políticos de muchos de nuestros países, continuamos con una crisis de raíces históricas que fundamentalmente se expresa en su dimensión ético-cultural. Nuestras diferencias no están sólo en las políticas que se aplican, sino en la necesidad de confrontar a quienes desplazan a "la persona" como centro y objetivo fundamental del desarrollo de nuestros pueblos, y al trabajo humano como factor fundamental de dignificación de la persona y de culturización de nuestros pueblos, agotando la democracia a simples ejercicios electorales.

Se nos habla de "trabajo decente" eliminando la dimensión de "dignidad" que conlleva el trabajo humano por ser la función de una persona al recrear la naturaleza solidariamente con otras personas, y factor fundamental de dignificación de nuestros pueblos.

Se nos habla de "empleo" sustituyendo al "trabajo humano" y sin ubicarlo correctamente, se sustituye con el "crecimiento" la dimensión "integral del desarrollo", etc. etc.

"Democracias" lejanas a la democracia 

Dolorosamente se ha ido perdiendo, en muchos casos, la responsabilidad de buscar y regirnos por la verdad, de asumir las diferencias con los demás como una hermosa forma de enriquecernos, de saber escuchar antes de hablar, de aprender a ver más que a mirar, de anteponer sentimentalismos a los sentimientos, e intereses a las razones.

Esto nos ha conducido a un vacío de pensamiento que nos ubica en preocupantes situaciones de anomia política, apatía social y desesperanza, que nos empujan a formas de pragmatismo individualista profundamente reñidas con el sentir compartido y comunitario que heredamos, cuando no al escapismo hacia otras realidades o a lamentables aventuras políticas que intentan resucitar ideologismos ya fracasados.

Y no faltan quienes, cómodamente atrincherados en algunos importantes medios de comunicación, se quieren transformar en paradigmas de una libertad sin barreras que no acepta ni la verdad, ni elementos fundamentales éticos que hacen a nuestra identidad como personas, como comunidades, como pueblos latinoamericanos de profunda raigambre cristiana.

Debemos preguntarnos si es válido hablar de "Democracia Representativa" sin participación, o de "Democracia Participativa" sin representatividad. Sin fundamentaciones válidas (más legítimas que legales), todo cae en la demagogia de los "aprendices de brujo" que intentar justificar lo injustificable, escondiendo, muchas veces, objetivos e intereses que nada tienen que ver con la democracia.

A los casi 200 millones de hermanos excluidos en Latinoamérica, desempleados, hambrientos y marginados, no se les puede exigir que comprendan y asuman sus responsabilidades democráticas, o sean capaces de visualizar y acompañar propuestas alternativas de desarrollo, cuando toda su vida está centrada en la búsqueda de empleo y sustento, condiciones básicas y elementales de supervivencia.

En contrapartida, en muchas de nuestras realidades se expresa una ciudadanía activa que, aunque incipiente, va emergiendo desde los sustratos más marginales, y puede asumir una importancia decisiva para purificar los sistemas de participación democrática.

El mal menor 

Conocimos el proceso de gestación del pensamiento neoliberal desde los centros en Estados Unidos y Europa, y vemos con preocupación que no existen ni se presentan otras alternativas, más que un "repítame la dosis". Tampoco apreciamos ajustes que faciliten la eliminación de criterios fracasados con otros que se adapten mejor a las realidades de una humanidad y un planeta cambiante y con serios riesgos de eclosión.

Un elemento común en casi todas las situaciones políticas: se producen cambios como consecuencia (en su gran mayoría) de la pérdida de identidad de los partidos tradicionales o, visto desde otro ángulo, la pérdida de confianza por los pueblos en viejos métodos y recetas políticas que no resolvieron las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías. No tiene ningún sentido hablar de "izquierdización" cuando en realidad se trata de un despertar de nuestros pueblos que debemos interpretar adecuadamente y orientar políticamente. La "mercadotecnia electoralista" define los temas más receptivos por las masas, con un altísimo nivel de superficialidad. (Vale la pena tener en cuenta que en una buena parte de los dirigentes de estos procesos de "izquierdización", fueron electos con el asesoramiento de empresas de "mercadotecnia electoral" de origen norteamericano).

Ante todo proceso electoral nuestra opción debe ser el apoyo a aquel candidato que asuma en forma coherente la defensa y centralidad de la persona y un desarrollo humano integral. La dificultad se presenta cuando ninguno de los candidatos ofrece un mínimo de garantía en intentar lograrlo, es decir, no existen ni se promueven condiciones para "elegir", sino solamente se está obligado a "optar por el mal menor".

Contradicciones y responsabilidades

Nuevos desafíos se imponen genéricamente en la región, al encadenarse el armamentismo con el narconegocio y la corrupción, generando una preocupante y creciente violencia que traspasa nuestras fronteras.

Es lamentable que, por detrás de permanentes discursos a favor de la paz, se esté aumentando en forma sensible los gastos en compra de armamentos, en defensa y seguridad. Más aún cuando el "narcotráfico" se ha transformado en un imponente y criminal "narconegocio" donde se han incorporado connotados laboratorios internacionales radicados en países desarrollados que proveen materias primas para la fabricación de las drogas, y muchos de los bancos transnacionales donde finalmente residen los "narcodólares". La pérdida creciente de valores éticos que orienten y regulen la función del "servicio público", y la creciente mercantilización de las relaciones humanas han creado un clima que facilita el desarrollo de la corrupción y, en consecuencia, se deterioran todos los mecanismos de seguridad y de justicia, generándose un caos político y social difícilmente manejable y superable.

Es claramente contradictorio que bajo la conducción de dirigentes supuestamente inspirados por el Humanismo Cristiano y la Enseñanza Social Cristiana, se haya generado la etapa de mayor crecimiento en nuestra región, donde se mantuvo o incrementó la injusticia distributiva, se agravaron las condiciones de vida y de trabajo de los sectores más excluidos de nuestra región, y se presentan nuevas agresiones y desafíos.

No es el momento de buscar en otras partes o con otros argumentos a los principales responsables de nuestra situación, como tampoco de preguntarnos qué sucedió con los partidos y movimientos políticos o sociales de inspiración humanista y cristiana. Y no sólo por lo que hicieron mal, sino por lo que dejaron de hacer, y sus incoherencias y contradicciones.

Sobre nuestras espaldas cae la responsabilidad por la ausencia y el olvido de la formación en la Doctrina Social Cristiana, desde las Escuelas Católicas hasta la Universidades y Seminarios.

Sobre las espaldas de las Universidades, especialmente las católicas, recae la grave responsabilidad de impulsar una nueva generación de dirigentes, honestos y capaces, pero fundamentalmente, con el amor y la pasión de transformar nuestras realidades en la ruta hacia un auténtico desarrollo humano integral. No hacerlo o no ayudar a que se haga, no sólo nos arrastra al pecado de la omisión, sino que estaríamos traicionando el patrimonio más rico de nuestro Magisterio Social, hoy el único referente de pensamiento para elaborar y proyectar alternativas a la situación de nuestros pueblos.

No es el momento de dar un paso atrás o escondernos en actitudes vergonzantes. Vivimos una época que nos exige definiciones y compromisos. Pero también debemos preguntarnos si no somos nosotros mismos los que creamos estas condiciones cuando acompañamos un claro proceso de privatización religiosa y espiritual, reservándolo exclusiva y únicamente a una hora semanal de misa dominical, y en el resto de los días acompañamos y practicamos las "reglas de juego del sistema", o cuántas veces nos da temor o vergüenza decir lo que somos y cómo pensamos.

Asumimos que sólo formando dirigentes maduros, con capacidad de discernimiento, comprometidos con su entorno y coherentes con el hermoso patrimonio de nuestra Doctrina o Enseñanza Social, elaborando y promoviendo modelos alternativos de desarrollo humano integral, podremos asumir los problemas como oportunidades, los desafíos que citamos y otros que seguramente van a venir, con responsabilidad, coherencia y esperanza, para hacer de esta hermosa y pródiga tierra latinoamericana un espacio de democracia y paz como frutos de la justicia y la libertad, en la verdad y la caridad.

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